Sección «Yoga Pirata», crónicas irreverentes, provocadoras y casi siempre divertidas de Roberto Rodríguez Nogueira, profesor de yoga, blogger y escritor.
Una amiga hablando con otra en la calle:
-Tú haces yoga. Pues esta noche ponen un programa de eso. Va de no fumar, no beber, ser vegetariano…
En fin. No llegué a escuchar el resto. Deprimente. Si la gente cree que el yoga va de no fumar, no beber, ser vegetariano y supongo que ser célibe, meditar incansablemente hasta aburrir a las estatuas, hacer ayunos y lavativas, beber agua caliente con sal para vomitarla y cantar en sánscrito (no sé si todo a la vez)…
Me cago en tó (sin lavativa, de gratis).
Algo estamos haciendo mal los profesores de yoga.
Yo bebo, fumo, ahora mismo no soy vegetariano, estoy casado… con lo que mira por dónde casi que sí que soy célibe… y hablo peor que un legionario borracho pillándose las pelotas con la cremallera. Por lo demás soy bastante nenaza. ¡Pero hago yoga! ¡Y lo enseño!
No sé si soy un ignorante atrevido o no tengo las narices de buscarme un trabajo de verdad. Es probable que practique y enseñe yoga para responder a esta pregunta y otras varias que me rondarán, morena. Por ejemplo, ¿no enseñaré yoga porque me gusta trabajar con mujeres que levantan el culo respingándolo bajo mis instrucciones en el perro boca abajo? Hummmmmmmm
Lo cierto es que de esto algo hay. Prefiero trabajar en semejantes condiciones que subido al andamio en noviembre. Y prefiero el fresco olor de las obedientes (casi siempre) alumnas a la peste de sobreproducir para sobrevivir malamente. Y prefiero trabajar con mujeres.
El yoga no es una terapia exótica para aburrirse con salud. Uno hace yoga por desesperación, porque ha tocado un fondo de dolor físico, emocional, mental. Generalmente cualquier otra causa no te agarra el suficiente tiempo para que te vicies con esto. Encontrado el novio, acabado el yoga. Muy frecuente. Eso no era hacer yoga, era buscar pareja. Nada en contra.
También hay profesores de yoga que no beben, no fuman. Hay unos pocos que también son célibes. Los hay que no son unas nenazas. Mi amigo Pachi, por ejemplo, no puede dar clase en mallas porque no las hacen con tres perneras. Siempre pantalones cagaos, antes afganos.
Quiero decir con esto que el yoga no es un renunciatorio. Es una opción personal motivada por la necesidad de hallar un punto fijo, un centro, un pilar central (salvo Pachi) o un punto de apoyo para mover el mundo. Es algo serio, pero está lejos de ser aburrido o de basarse en la renuncia al placer: precisamente se basa en lo contrario. Encontrar la mayor intensidad vital trazando un mapa con tu propia sangre que diga bien claro: por aquí no, en el futuro no existe tal cosa porque el futuro no existe. En el pasado tampoco. Aquí: en el presente. Una decisión, una idea, un paso. Luego otro. Nunca por delante ni por detrás de los propios pies.
¿De verdad esto exige ser puro de jugos estomacales, bronquios, ovarios, piel? ¿De verdad esto significa un problema con lo material? ¿Y en qué se diferencia entonces el yoga de las religiones salvaalmas y matacuerpos profundamente dualistas y de la ciencia de laboratorio farmacéutico que libra a la planta de su naturaleza para convertirla en patente?
Si se identifica el yoga con la renuncia, actualicemos el término; con los recortes no hace falta hacer yoga. ¿Me sigues? Eso se ha hecho siempre. Últimamente lo hacemos todos. En España ya se ayuna.
¿Quieres conocer el yoga? Gánatelo. Atrévete a ser digno de tus propios sueños… Aunque hoy, ahora mismo, antes debe decirse, gritarse: ¡Ten sueños!
Quién es
Roberto Rodríguez Nogueira es profesor de yoga, blogger y escritor.