El yoga tiene prácticas para entender mejor la vida y la muerte. En la meditación se experimenta una suerte de muerte en diversos niveles, pero también se vivencia un renacimiento o plenitud que mejora la vida en su totalidad. Comparte esta práctica meditativa Juan Ortiz.
1.Enciende una vela y colocarla encima de una mesa o soporte. Adopta la postura de meditación. Las manos pueden adoptar cualquier gesto que facilite el proceso meditativo. Es muy importante que la columna vertebral permanezca en posición vertical, evitando que se curve y decaiga. Para ello es clave la atención consciente en la postura corporal, los procesos fisiológicos y la experiencia meditativa. Puedes realizar algunos movimientos al principio para construir correctamente la asana meditativa, pero una vez en la postura adecuada, es muy recomendable quedarse en total quietud física, lo cual facilita la quietud psíquica.
2. Utiliza unos minutos para relajar tu cuerpo físico,tus emociones, sentimientos y mente. Toma conciencia del momento presente y del espacio interior. Toma la firme decisión de mantener la atención en tu centro. Total concentración.
3. Medita y experimenta el instinto de vida y muerte en la respiración: lo primero que hicimos cuando salimos del vientre de nuestra madre y se cortó el cordón umbilical no fue llorar sino respirar: inhalar e introducir el prana en nuestro interior, la energía vital necesaria para la vida.
Lo último que haremos cuando nos vayamos y dejemos esta vida será exhalar, devolver al exterior, de donde procede, ese prana o energía vital que ya no necesitamos, una vez cumplida la experiencia en esta vida. Recuerda que una de las maneras de llamar al proceso de la muerte es afirmar que tal persona «ha expirado».
Entre esa primera inhalación al nacer y esa última exhalación al morir, nos pasamos la vida respirando continuamente y renovando ese aliento vital sin el cuál no sería posible vivir.
Medita y toma conciencia también de lo siguiente: cada vez que inhalas te estás llenando de prana; experimenta cada inhalación como vida; cada vez que exhalas, estás devolviendo algo de ti al exterior y experimentas cada exhalación como muerte. Las dos, inhalación y exhalación, vida y muerte, constituyen la polaridad imprescindible para que se produzca la tensión necesaria y el juego de los dos polos que hacen posible el ritmo de la propia existencia vital.
Y, por último, medita en lo siguiente: ese prana es inagotable. ¿De verdad crees que cuando fallezcas y lo devuelvas al mundo va a desaparecer? Nada desaparece; esa energía es parte de una realidad más amplia, de la cuál forma parte y continua su propio proceso evolutivo en el transcurso del devenir cósmico.
4. Medita ahora en la siguiente frase de Herman Hesse: “He muerto mil veces y he vuelto a nacer otras mil en esta vida”.
Date cuenta de cuántas experiencias has vivido que te han producido enfermedad, dolor, depresión, sensaciones de pérdida. ¿Verdad que en esos momentos has experimentado una especie de muerte?
Y en los momentos de superación, de dicha, alegría y felicidad, ¿no has tenido la sensación de renacer, de vida?
Incluso en lo fisiológico esto es así: en cada momento hay células que están muriendo y otras que están naciendo. De manera que tu cuerpo de ahora no es el mismo que tu cuerpo de hace unos años: se ha transformado totalmente.
Medita de esta manera: la vida y la muerte forman parte siempre de nuestra realidad.
5. Durante un instante identifica tu miedo a la muerte o nuestra ignorancia ante estos temas. Y hazte preguntas claramente como: ¿Quién soy yo? ¿Qué parte de mí tiene miedo? ¿Qué parte de mí no tiene temor alguno?
Descubre tu propio ego como inductor de corazas, temores de todo tipo, falsas apariencias, autoengaño, limitaciones existenciales. Es el ego el que teme y nos impone falsas creencias.
Pero descubre también que, más allá del ego, en lo más profundo de ti existe algo que es verdaderamente puro y luminoso, que no tiene miedos o corazas de ningún tipo, que es invulnerable e indestructible, que se sumerge en la eternidad y que nunca comenzó y nunca terminará. Le puedes llamar de diversas maneras: Ser, Esencia Vital, Naturaleza Básica, Dios, Fuente Interior, Mente Universal, Purusha, Gran Logos Universal, Tao…
No importa el nombre, pero es una certeza que, más allá de las limitaciones de espacio y tiempo, existe el Ser, aquello esencial que siempre ha sido, es y será, más allá de la dualidad vida y muerte y trascendiéndola.
6. No racionalices, no intelectualices demasiado; quédate en silencio y experimenta aquello que verdaderamente eres, tu verdadero Ser. Está en todo el Universo, también dentro de ti como parte que eres de ese Universo. Conecta y experimenta el Ser en ti y despierta esa luz interior. Experimenta una plenitud y dicha sin límites, en verdadera y real paz. Permanece el tiempo que desees en ese estado profundo de meditación.
7. Siente lo siguiente: hablamos de luz y oscuridad, pero en realidad solo existe la luz, pues la oscuridad no es nada más que ausencia de luz. En verdad no existe la muerte en sí misma sino como parte de un proceso que la trasciende y que es: Vida. Siente claramente que pase lo que pase no pasa nada y confía plenamente en el devenir de los procesos cósmicos y de la naturaleza. Y además tienes que decirte: «No estoy solo, nunca lo he estado y nunca lo estaré».
Experimenta la eternidad y la infinitud dentro de ti y “sonríe”.
8. No tengas prisa en terminar la meditación: respira varias veces honda, suave y profundamente por las fosas nasales. Poco a poco ve deshaciendo la postura y estira las piernas masajeándolas y moviéndolas para que vuelva la circulación a ellas. Así se va saliendo de la meditación pero… recuerda que la meditación que no tiene continuidad en nuestra realidad diaria, no tiene gran valor. Lo más importante es que el estado y la conciencia conseguida permanezca en todo instante y transforme nuestra propia vida. Yoga para la vida y para la realidad. Meditación para la vida y para la realidad.
Om shanti . Paz para todos.
Observación: El tiempo de la meditación puedes adaptarlo según te parezca,pero te recomiendo que no sea menos de 15 o 20 minutos.
Un poema sobre la vida y la muerte
No te aflijas por mí cuando yo muera.
No llores demasiado ni te hundas en un mar
de desesperación y abatimiento.
No pienses que me he ido para siempre,
pues yo sigo estando ahí:
en el viento que acaricia tu cabello,
en la mirada del niño que te observa,
en la estrella que brilla en la noche estrellada,
en tu sonrisa y en tus sueños.
Yo soy la lágrima que resbala por tus mejillas,
el impulso que te hace caminar,
el sol que te alumbra cada día.
Yo soy tus pasos al caminar
y aquella cúspide nevada
que te espera para ver juntos
la inmensidad del vasto horizonte.
Si el Amor y la Libertad están dentro de ti
como una búsqueda, un anhelo,
un encuentro y una realidad,
allá donde estés me sentiré feliz,
dichoso y orgulloso de tu vida.
Si consigues la Luz dentro de ti,
esa luminosidad y claridad
me llegarán y me ayudarán.
No pienses que me he ido.
Si miras dentro de ti, en tu propio Ser,
ahí me encontrarás, pues es mi propio Ser
que mantiene la Unidad y la Eternidad
más allá de los límites de la realidad ordinaria.
No te entristezcas cuando yo muera,
pues en realidad estoy ahí, dentro de ti.
Y si tienes dudas canta, baila, ríe, ama, vive
y siente que yo también estoy
en esa danza de la vida eterna
que nunca empieza ni termina.
Quién es
Juan Ortiz es profesor de yoga, formador de profesores de yoga.
Fundador de la Escuela de yoga Dhyana.