Entrevista con José Mª Doria: «La espiritualidad no es el valium metafísico que libera de todo»

2013-06-13

La espiritualidad sola, sin un desarrollo del conocimiento de nuestras sombras y mochilas adheridas desde la infancia, es coja, dice José Mª Doria. Y nos alerta contra la inutilidad del «bypass espiritual» como evasión del dolor y las zonas incómodas. Hablamos de todo esto y mucho más con el fundador de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal.

J. M. Doria

Más de 35 años dedicado a la psicología clínica, a la escritura, al zen, José Mª Doria encontró su proyecto más querido en Kay Zen (“monasterio del siglo XXI” le llaman a esta hermosa residencia en la sierra de Madrid), sede de la Escuela de Desarrollo Transpersonal y de actividades relacionadas con la expansión de la consciencia y el crecimiento personal.

En tu blog, que es muy seguido (ver) cuentas la grave crisis de salud (una pancreatitis) que sufriste hace un año. ¿Cómo influyó en ti y en tu vida?
Ha influido mucho pero creo que aún no ha dado todo el potencial que puede conllevar un pedazo de crisis de este tipo, porque tienes conciencia de que estás cambiando constantemente, está muriendo lo viejo y naciendo cosas nuevas. Fueron casi nueve días en la UCI con inmenso dolor y a base de toda la morfina que se me podía administrar. A estas alturas del partido uno tiene la suficiente conciencia para pensar e investigar sobre naturaleza del dolor y qué utilidad tiene.

Y te das cuenta del enorme entrenamiento que supone sostenerte ahí, en el dolor, sin permitirte sufrir. Porque el dolor no lo mismo que sufrimiento; sufrimiento es una dramatización del dolor que hace nuestra cabeza. El dolor es lo que hay, puro y directo, y como el placer viene y va. Pero mucha atención a que la cabeza no haga de las suyas con ese dolor, primero ofreciendo resistencia y luego haciendo discursos que son muy intoxicadores. ¿Que el dolor se transforma en humildad, en amor, que abre la inteligencia cardiaca, que es una avenida de apertura de conciencia? Pues es muy probable. Y si no tienes la suerte de ir entendiéndolo cada día, quizás la vida te dé un mazazo y te abra por narices con un lote de dolor importante. En mi caso, creo que debí necesitarlo.

Así que tomé decisiones de delegar más, de estructurar y jerarquizar las cosas de distinta forma. El patriarcado se fue transformando en un organismo de 60 personas que colaboran en la Escuela de Desarrollo Transpersonal, con mil matriculaciones al año y ya trabajando en casi todo el mundo. Este organismo, que ha crecido tanto, requería de una gestión ajustada a los nuevos tiempos. Y así lo hice.

¿Simplificaste para tener menos trabajo a tus espaldas?
Simplificar es una palabra que me gusta siempre. Ir hacia lo sencillo, hacia lo desnudo, lo directo, lo fácil me parece una buena mirada. Relativizar. Desafectarse. Fluir de una manera menos implicada sin perder responsabilidad. Puede ser. Pero veo que mi vida sigue siendo escribir, compartir, dar conferencias, coordinar, disfrutar con los nuevos grupos, ver aparecer a las nuevas personas en el equipo y cómo se van integrando. No creo mucho en las vacaciones programadas; creo que lo que da sentido a tu vida es maravilloso, así que te sigues inundando en cuerpo y alma de lo que te constituye y te motiva.

Sí, es difícil resistir a la propia naturaleza de uno mismo…
Yo creo que la vida sabe, y si nos da un parón, tiene muchas connotaciones; unas son evidentes y otras se quedan en unos niveles profundos, manifestándose de forma metafórica o indirecta. Y al cabo del tiempo dices no he decidido nada pero estoy en otro lado, y eso es porque todo ha contribuido a que tomes pequeñas decisiones y mires de otra manera las cosas. Cualquier interrupción o vaciado en el devenir normal de tu vida, ya sea a través de la meditación o de una pancreatitis, hace que tu mirada se vuelva más fresca, como deberíamos de tenerla siempre, sin los prejuicios y suposiciones que llevamos en la mochila.

Kay Zen es un remanso de paz, un monasterio del siglo XXI, como decís vosotros. Con la que está cayendo en el exterior , ¿son necesarios estos refugios para mejorar la salud mental?
Sí, es fundamental para mantener la cordura (que comparte raíz latina cor con corazón y coraje) y para no olvidar lo que nos constituye y da sentido a nuestra vida, clarificar lo que vamos acumulando sumergidos en una vida a veces un poco superficial.

Es fundamental cada cierto tiempo hacer un retiro, cambiar los hábitos, entrar en quietud, adentrarse. Y las dinámicas que ofrece un lugar como este: actividades cuerpo-espíritu, meditaciones, silencio compartido, entrenamiento del estar presentes en el momento, indagaciones conjuntas… Es un ejercicio de alta cultura.

¿Cómo definirías la espiritualidad que se respira en Kay Zen?
Facilitamos vivencias, más que teorías y doctrinas. Aquí no tenemos maestros, salvo los que están en el interior de uno mismo. Es un ambiente ecléctico de espiritualidad sin doctrina, sin ideologías ni creencias. Y entendiendo la espiritualidad como una vivencia de comunión íntima, profunda de silencio expandido y de presencia, más que de visiones celestiales o conexiones que son todas muy respetables pero que no necesariamente son transpersonales sino tal vez extrapersonales.

La verdadera espiritualidad que se enseña aquí es una gran vacuidad y presencia, es decir, atravesar la mente pensante, sus ruidos, sus inquietudes, sus deseos, sus anhelos, sus miedos, sus discursos, para entrar en estadios transracionales o transpensantes en los que hay quietud, presencia.

Llevas 35 conociendo la oferta de terapias, métodos, sistemas… ¿para ser más felices?
Queremos aprender a no sufrir y además vivir con un bienestar que suponemos que el desarrollo personal y transpersonal nos van a facilitar. La ignorancia y la inconsciencia son los dos adversarios que tiene el ser humano que no es feliz. Y si buscamos un mayor bienestar deberemos desplegar, como semillas, nuestros grandes potenciales, el gran bosque que hay dentro de nosotros. Eso es cultivarse. La cultura del silencio y la indagación es un despertador muy grande de ese despliegue de potenciales. Y también aprender a gestionar los recursos conscientes e inconscientes que tenemos frente a la existencia, las pérdidas, los apegos, las relaciones, la sexualidad, el dinero…

¿Cómo guiarnos en esa excesiva oferta de métodos y sistemas de desarrollo personal? ¿Qué indicadores darías?
Me produce mucho respeto todo aquello que convoque mucha gente, por extravagante que sea, porque algo está nutriendo a esas personas. Por tanto, respeto a la enorme oferta que hay con etiquetas de todos los colores en la llamada New Age.

¿Qué es lo que me parece que merece la pena seleccionar después de muchos años de haber estado en muchos frentes? Partiría de una visión integral del ser humano en dos áreas: la personal, que se nutre de información, modificando pensamientos y canalizando inteligentemente emociones; y la dimensión transpersonal de la existencia, que se nutre solo de silencio y atención consciente.

Atender solo a lo psicológico o entender que la espiritualidad es el valium metafísico que nos libera del sufrimiento, son dos errores. La espiritualidad sola, sin un desarrollo del conocimiento de nuestras sombras, manías, obstáculos y mochilas adheridas desde la infancia que proyectamos constantemente, es coja. Como es coja la psicología desprovista de la profundidad trascendente que da la cultura del silencio.

¿La espiritualidad puede ser una evasión de la realidad?
Sí. La madurez del ser humano está más en conectar con las fuentes de dolor y tomar conciencia, reconocerlas, integrarlas y aceptarlas para vivir con ellas y desde ahí dejar que la felicidad interior brote. Eso es mejor que aplazar el dolor o tener a raya a las emociones a base de muchos cantos, muchos silencios, muchas anestesias respiratorias o de cualquier tipo. Porque al final lo que nos hace seres humanos plenos es la madurez de un ego sano que puede abrirse a realidades diferentes. Aquel que toma el atajo del bypass espiritual, tarde o temprano viene a buscarle la vida con asignaturas pendientes.

¿A qué llamas bypass espiritual?
Es el horror a lo doloroso, a las zonas incómodas de mirar, a las áreas impresentables de la personalidad, a los recuerdos desagradables, que no son más que las sombras sumergidas que no hemos podido gestionar legítimamente. En el camino, tarde o temprano tendremos que ir dejando que eso se reconozca en la conciencia para que vaya respirando y podamos atravesar el conflicto y ser más grandes que evitando, soslayando o evadiendo.

¿Y la aceptación qué papel juega?
Aceptar cuando has reconocido. Es mejor abrir el melón para poder aceptar lo que surja que no aceptar como una forma de tapar sin investigar, sin tirar del hilo cada vez que tenemos conductas exageradas en la vida diaria. Esa indagación forma parte del camino del desarrollo tanto o más que el silencio, la meditación o la atención plena en la vida cotidiana.

¿Y la comprensión?
La comprensión es la clave. Entender es fácil pero comprender es un acontecimiento. Lo que verdaderamente transforma nuestra personalidad es haber comprendido. ¿De dónde viene ese “ajá” que va generando transformaciones en las pautas conductuales? Simplemente ocurre, y no podemos controlarlo desde nuestro pequeño yo que quiere ser feliz pero no sabe cómo.

¿Comprender equivaldría a despertar?
El despertar ha sido asociado con algo más iluminativo, como un dejar atrás el sueño del yo pequeño, del apego… Pero, sí, podríamos hablar de despertares graduales y cada comprensión podría ser uno.

Despertar puede ser darte cuenta de que te estás equivocando de camino. De ahí surge una gran motivación.
Motivación es una palabra que me encanta; todo es posible cuando estás motivado. Pero es un misterio conectar con el propósito de vida y ver qué te motiva realmente.

Y mientras no lo veas, quizás pases mucho tiempo debatiéndote entre lo divino y lo mundano, sin saber muy bien hacia dónde tirar.
Es posible que la diferencia entre la cumbre de la montaña y el fondo del valle se haga muy manifiesta en un época de tu vida, pero tarde o temprano se integran ambos y ya no hay diferencia entre la vida espiritual y la mundana, entre la vida del ego y del alma, porque esa integración conlleva que hasta lo más incómodo tenga su punto de belleza, y la belleza más perfecta también tenga su punto de sombra. La integración te lleva a saborear, a la sabiduría de la vida pequeña.

¿En qué momento está ahora José Mª Doria?
En tránsito. Hay elementos nuevos que están apareciendo sutilmente, pero falta alguna pieza del puzzle para que se acabe de formarse la nueva película… Pero, bueno, uno con los años ha aprendido en los tránsitos a tener más serenidad, más confianza. Todo encaja al final. Somos más pasajeros que conductores en la vida, así que los tránsitos pueden ser incluso toda una aventura.

Kay Zen, escuela y Fundación

La Fundación ha creado, por iniciativa de exalumnos, cien salas de meditación por todo el mundo. Cada martes a las 9 de la noche la gente se sienta durante una hora a meditar allá donde esté. “Todos los alumnos de la formación a distancia, diseminados por el mundo, también se sientan a meditar a la misma hora en sus respectivos lugares”.

La Escuela tiene cuatro formaciones fundamentales, de mayor a menor:

  • Terapeuta Transpersonal: convertir vocación en profesión, arte de acompañar en los conflictos, de preguntar para acceder a espacios de autoconocimiento y comprensión sanadores, transformadores.
  • Educador Transpersonal: se dedica a la nueva educación para la felicidad y la consciencia, para hacer personas, para desplegar potenciales en los niños y aumentar su capacidad de concentración y de atención plena.
  • Consultor de Mindfulness para la empresa: para abordar problemas de comunicación e innovación.
  • Instructor de Meditación: para personas que quieren profundizar y enseñar a otros el arte de la meditación.

Casi 60 personas trabajan y colaboran en Kai Zen.

Más información: http://www.escuelatranspersonal.com/index.php