El verdadero poder de yoga: del dolor físico al despertar interior

2025-04-28

Practicar yoga es permitir que lo inconsciente se haga consciente. Es aceptar que todo síntoma tiene un mensaje. Que el cuerpo habla, que no miente. Que cada tensión, cada molestia, cada dolor, guarda una historia, una emoción, un aprendizaje pendiente. Escribe Pablo Rego.

verdadero yoga

Foto de Karen Brito

Muchas personas se acercan por primera vez a yoga buscando una solución física. Un dolor de espalda, una molestia cervical, tensión acumulada en los hombros o el cuello. A veces llegan por recomendación médica o porque escucharon que «yoga alivia el dolor». Vienen con la expectativa de realizar ejercicios suaves, de estirar el cuerpo y, quizás, relajarse un poco.

Lo que estas personas no saben es que, al entrar en una clase auténtica, están abriendo una puerta que los conectará con algo mucho más profundo que su propio cuerpo: con su historia, sus emociones, sus pensamientos, con la raíz de ese dolor que los trajo.

Yoga para aliviar el dolor… y mucho más

El cuerpo es el punto de partida, pero no es el destino. Cuando una persona comienza a practicar yoga de forma consciente, guiada por una enseñanza profunda y respetuosa, no solo moviliza músculos y articulaciones. También empieza a remover memorias emocionales, patrones mentales y estructuras internas que han sostenido durante años ciertos malestares físicos o incluso enfermedades.

Muchas veces, el dolor corporal es solo un síntoma. Es el modo que encuentra el cuerpo para expresar lo que la mente ha reprimido, lo que el corazón ha callado, lo que la vida emocional no ha podido resolver. Yoga, cuando se practica con entrega y continuidad, actúa como un espejo que devuelve a cada uno la verdad que necesita ver para poder sanar.

Yoga como camino de autoconocimiento

Hay personas que al experimentar estos efectos profundos se sienten llamadas a continuar, aunque el proceso no siempre sea cómodo. Comienzan a entender que sanar no es solo dejar de doler, sino aprender a escucharse, a transformarse, a dejar de sostener una forma de vida que las ha desconectado de sí mismas.

Este camino no tiene un tiempo preestablecido. Puede tomar semanas, meses o años. No hay prisa. Cada paso revela un nivel más profundo de conciencia. Yoga, entonces, deja de ser una técnica para convertirse en una práctica de autoconocimiento, una forma de vida, una herramienta de evolución personal.

Pero no todos están listos para esa transformación.

Cuando el dolor se convierte en identidad

Existe otro grupo de personas —no pequeño— que, al empezar a sentir los efectos verdaderos de yoga, decide alejarse. No porque el método no funcione, sino porque descubren que para sanar, verdaderamente, hay que soltar. Y soltar implica dejar de identificarse con ese dolor que, en muchos casos, ha pasado a formar parte de la personalidad.

Hay quienes viven aferradas a su dolor. No solo lo padecen, sino que lo han integrado como una parte esencial de su personalidad. “Soy así porque me duele la espalda”, “no puedo porque tengo esta condición”, “ya no soy como antes desde que apareció esta enfermedad”. Estas frases revelan cómo el malestar se convierte en una excusa, en un escudo, en una manera de ser en el mundo.

En esos casos, yoga no encaja con la expectativa superficial. Porque el verdadero yoga no permite la evasión. Invita, con paciencia pero con firmeza, a mirar hacia dentro. A reconocer aquello que ha sido sostenido inconscientemente durante años. A hacerse responsable. Y eso, para muchos, resulta demasiado desafiante.

Yoga no es solo ejercicio: es una vía de transformación

Es importante comprender que yoga no es una medicina rápida ni una terapia alternativa más. Es un camino integral que involucra cuerpo, mente y espíritu. No se trata solo de aliviar un síntoma, sino de descubrir su origen profundo. Y esa búsqueda exige compromiso, honestidad y coraje.

Practicar yoga es permitir que lo inconsciente se haga consciente. Es aceptar que todo síntoma tiene un mensaje. Que el cuerpo habla, que no miente. Que cada tensión, cada molestia, cada dolor, guarda una historia, una emoción, un aprendizaje pendiente.

Por eso, cuando alguien se acerca a yoga buscando alivio físico, es motivo de celebración. Porque, más allá de sus expectativas iniciales, está abriendo una puerta. Y esa puerta, si se atraviesa con entrega y humildad, puede cambiarlo todo.

Yoga como liberación

Yoga revela que el dolor no nos define. No somos nuestras dolencias, ni los diagnósticos que nos han dado, ni las limitaciones que aprendimos a asumir como verdades. Detrás de todo eso hay un espacio sereno, un centro silencioso donde habita la claridad, la fuerza y la posibilidad de transformación. Ese lugar interior no se encuentra afuera, ni en lo que nos dijeron que éramos, sino en la experiencia directa con nosotros mismos.

Quien decide quedarse en este camino, quien elige mirar más allá de lo físico y trabajar sobre sí mismo, descubre una libertad que antes parecía inalcanzable: la libertad de no depender del dolor para justificar su existencia, la libertad de elegir cómo vivir, cómo sentir, cómo habitar el cuerpo y la vida.

A veces, la transformación comienza con una molestia en la espalda. Con una simple búsqueda de alivio. Y eso está bien. Cada uno comienza su camino desde donde puede.

Pero lo importante es tener el valor de continuar.

Pablo Rego. Profesor de Yoga. Masajista-terapeuta holístico. Diplomado en Ayurveda
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