En su libro Disparates emocionales ¡Basta ya! Eva Bach identifica distintas «educaciones emocionales» que ni educan ni son sanas, y deshace treinta malentendidos y disparates que circulan temerariamente y a todo gas por las redes sociales. En esta entrevista nos desvela qué es la verdadera salud emocional.

Eva Bach, (c) J.A. Sartorio
Eva alza la voz para advertirnos del caos que impera en el ámbito de las emociones, donde actualmente influencers y gurús, a menudo sin titulación o experiencia, propagan todo tipo de consignas y recetas muchas nos impiden entenderlas y atenderlas sanamente. Eva en su libro les da la vuelta, uno por uno, a estos «disparates emocionales» y nos ofrece las claves para una transmisión y un crecimiento emocional sanos: que «tus emociones te inspiren y no te engañen ni te manipulen».
Eva Bach es licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad de Barcelona, pedagoga, maestra, conferenciante, formadora de formadores, profesora de posgrados universitarios, madre y abuela. Ha sido una de las pioneras en la introducción de la educación emocional en los ámbitos educativo y familiar. Es patrona de la Fundación Joviat, asesora
pedagógica y formadora del Gobierno de Navarra, y miembro del Consejo Asesor de la Asociación de Maestros Rosa Sensat. l
«Si hace unos años tuvimos que difundir la necesidad y los beneficios de atender las dimensiones emocionales de la persona, ahora tenemos que alertar de que tan peligrosos pueden ser su desconocimiento, desconsideración y desatención como el mal uso y el abuso actuales, los cuales se derivan de este auge desorbitado». (Eva Bach en Disparates emocionales. ¡Basta ya!)
Pregunta: ¿Por qué dice que vivimos un «auge caótico» de las emociones?
Respuesta: Vivimos un auge, desde hace unas décadas, por una serie de descubrimientos, estudios científicos y hechos diversos que corroboran de sobra la relevancia vital de las emociones como dimensión humana esencial equiparable a la razón y al conocimiento. Por ejemplo, existe un macro estudio reciente que constata la estrecha relación entre emociones y salud mental. También son más que evidentes las secuelas de la pandemia en este sentido. Pero a la vez vivimos un caos porque las emociones siguen siendo unas grandes desconocidas y ahora, para rematarlo, las redes sociales amplifican y agravan peligrosamente este desconocimiento. Circulan constantemente una gran cantidad de malentendidos, falsedades y disparates que hacen que se confundan las buenas y malas prácticas emocionales, y nos creemos preceptos, estereotipos y tópicos superficiales, carentes de fundamento o directamente engañosos, que perjudican gravemente la madurez y la salud emocional y mental, tanto personal como social.
P: ¿Qué significa para usted una «educación emocional saludable»?
R: Una educación o transmisión emocional conocedora de la dimensión intrapsíquica de las personas, con fundamento y criterios psicopedagógicos sólidos y rigurosos. Más orientada a la salud que a la felicidad, puesto que es esencial preservar la salud cuando la felicidad se nos resiste, ya que hay formas de felicidad no saludables ni convenientes. Es una educación que escucha y atiende lo que nos pasa por dentro, que equilibra autoestima y empatía, que pone corazón en la mirada, en la escucha y en el habla, que quiere formar niños y adolescentes conscientes, asertivos, responsables, comprometidos, humildes, resilientes. Que ni desatiende las emociones ni las adora, que es fuente de sensibilidad, saber y humanización.
Todo esto es imposible sin conocer y comprender la complejidad del término emoción. Se habla mucho de ellas pero no tenemos ni idea, solo hay que ver el mal uso y el abuso del término en los medios e incluso en ámbitos académicos y educativos. La visión que se tiene es muy simple, sesgada y restringida. Prolifera su concepción estrictamente biológica, primaria e instintiva, y no se promueve la metaemoción, es decir, la emoción lúcida, sabia, sutil, la que es como bálsamo para las heridas del vivir y fuente de humanización. Llegar a este punto supone partir de la biología pero ir más allá, constituye un acto de autocreación y de inteligencia afectiva, y requiere un proceso personal de crecimiento y aprendizaje a lo largo de la vida, igual que cualquier otra disciplina del saber, pero con unos procedimientos específicos y diferentes. Su eje vertebrador es que se produzca una transmisión adulta saludable durante la infancia y la adolescencia.
P: ¿Qué elementos hacen falta en las políticas educativas para mejorar la educación emocional?
R: Hay dos de primordiales. El primero, tener muy claro que la educación emocional no es una cuestión de currículums, programas ni maletas didácticas, no se trata de preguntar cómo te sientes, de pintar y colorear emociones ni de decirte todo el día autoafirmaciones positivas. Es una cuestión de actitudes vitales y educativas, de formas de relación y estilos de comunicación. Se hacen muchos programas antibullying y en muchos países ya se ha visto que es más eficaz enfocarse en la promoción de la salud emocional como base del buen trato, que no en la prevención específica del conflicto, puesto es la falta de salud emocional la que deriva en trastornos, conflictos o violencias diversas. En la mayoría de conflictos o perturbaciones humanas se puede encontrar algún tipo de desorden o carencia emocional de trasfondo. Y «solo sanando la guerra interna se puede acabar con la guerra externa», como dice Amenós.
El segundo elemento, tener igual de claro que si lo que hacemos tiene algún tipo de repercusión sobre niños o adolescentes, no hay excusa que valga para no ocuparnos de nuestras emociones. Somos responsables de la propia salud emocional porque afecta y condiciona la suya, punto. Hacen falta políticas valientes que la valoren, contemplen, promuevan y evalúen en los ámbitos familiar, educativo, sanitario, en la formación inicial y en el acceso a la profesión docente, etc.
P: Menciona «12 malas prácticas emocionales» en su libro. ¿Podría compartir cuál de estas considera la más prevalente y qué impacto tiene en nuestra sociedad?
R: Efectivamente, menciono 12 transmisiones emocionales distorsionadas o desvirtuadas, y la que considero más prevalente es la que denomino “modo influencer”, que se ha convertido en un escaparate que aglutina y supera carencias y despropósitos de todas las otras. Es la transmisión emocional propia de youtubers, instagramers, tiktokers y todo tipo de charlataners. Su impacto social y educativo es preocupante porque en muchos casos se trata de comprimidos virtuales instantáneos, superficiales, estereotipados, carentes de criterio, rigor, cimiento, matiz, incluso falsos, que impiden o suplantan la reflexión pausada, la lectura y la formación presencial, aspectos vitales e indispensables todos ellos porque comportan una mayor interacción e interpelación personal, un mayor compromiso y unos efectos más consistentes y persistentes. Tengamos en cuenta que ninguna angustia existencial, ningún desierto interior, ninguna depresión, ningún trastorno emocional, etc., se cura, se transforma o se revierte con un reel de Instagram o un video de TikTok. Y ninguna verdad personal profunda tiene que ser dictada tampoco desde fuera ni puede ser revelada o asumida de estas maneras.
P. ¿Qué función se les habría de dar a las redes sociales en el contexto de la educación emocional, considerando su capacidad tanto para informar como para distorsionar?
R: Hay algunas condiciones imprescindibles para favorecer un uso emocionalmente saludable de las redes. Una es guiarnos por el currículum y la trayectoria reconocida de los profesionales que seguimos, en lugar de por su número de followers, likes y posts. Cuidado, si alguien cuelga posts constantemente, ¿Podría ser por pura dependencia suya, por necesidad de autopromoción, de exhibicionismo, de autobombo…? Y alerta si nos hacemos “dependientes” de los posts de alguien, puede ser un acto de seguidismo, evasión, distracción, más que algo realmente formativo, transformador, beneficioso. Por otro lado, asegurémonos de que los contenidos que seguimos se sustentan en conocimiento amplios y sólidos, en estudios, investigaciones, evidencias, y sobre todo que los/las influencers que seguimos no se miran solo el propio ombligo sino que citan otros autores/se, fuentes, estudios, experiencias, y van más allá de sus propias elucubraciones y verborreas.
El muy necesario libro Disparates emocionales. ¡Basta ya!, recomendable a todas las personas y en especial a padres y educadores, está disponible enn librerías. Edita: Plataforma Editorial. PVP: 16€