Tras publicar la Secuencia extática, me pidieron un ejemplo sencillo para comprender mejor qué son los niveles de conciencia y la iluminación espiritual. La respuesta es compleja, pero de la complejidad nacen las cosas más sencillas y profundas. He tenido que pensar en una metáfora sencilla pero que no perdiese contenido. La he llamado ‘Analogía de la lámpara interior’. Escribe Pedro López Pereda.
Mi nueva casa
En esta analogía, las envolturas del ser están representadas por una vivienda a la que nos hemos trasladado para residir y cobijarnos durante el tiempo que dure nuestra estancia en este plano físico.
Pero en esta metafórica casa hay algo que sorprende y que pocos seres han percibido: en la sala de estar, que coincide con el chakra Sahasrara, solo hay una lámpara colgada en el centro del techo, de la que pende una humilde bombilla de potencia comparable a un led de 1 W, una luminosidad muy pequeña, inferior a 100 lúmenes. (Recordemos que una bombilla de led media de 10 W tiene 800 lúmenes y que el lumen es la unidad de medida que se utiliza para cuantificar la cantidad de luz que emite una fuente luminosa).
Si pudiésemos recorrer esta sala de unos cuarenta metros cuadrados de superficie, observaríamos que, en los extremos, su nivel de iluminación es tan bajo que solo nos permitiría tener conciencia de las siluetas de los muebles y orientarnos mínimamente para encontrar la puerta de salida.
Esta sencilla luminaria es la “lámpara interior” y solo se entiende su falta de luminosidad en el momento de nuestro nacimiento si comprendemos que la labor más importante que podemos hacer durante nuestra estancia en este plano físico es la de aumentar progresivamente la cantidad de su luz.
Por consiguiente, lo primero que me propongo en mi nueva residencia es aumentar el nivel de iluminación de mi sala de estar, es decir, del chakra Sahasrara. La única manera de lograrlo es trabajando sobre la lámpara que cuantifica el nivel de mi crecimiento interior.
¿Cómo es nuestra lámpara interior?
Como vemos en la imagen de arriba, la lámpara interior de nuestra analogía es similar a una luminaria convencional compuesta de una estructura metálica unida al techo, que sostiene un casquillo que sujeta y aporta la energía eléctrica que necesita su bombilla.
La parte fundamental de nuestra metafórica lámpara es su bombilla, un globo de cristal en cuyo interior unos “filamentos de led” generan luz al paso de la corriente eléctrica (mi energía). Estos filamentos de led son de tres colores (rojos, amarillos y azules) y se corresponden con las tres gunas (cuerdas o hebras que hoy llamaríamos filamentos):
- Tamas, la roja vibración que nos permite realizar cualquier actividad.
- Rajas, la vibración amarilla que nos proporciona la capacidad de sentir y percibir.
- Sattva, la cualidad más elevada de las tres guṇas, que nos faculta para procesar datos, entenderlos y tomar decisiones que nos permitan adaptarnos eficientemente al ambiente físico y social.
Este sorprendente fenómeno de convertir nuestros actos cotidianos en la luz de los filamentos led se produce gracias a la condición que tienen nuestras gunas de vincular colores con cualidades (rojo con energía, azul con inteligencia…).
Por lo tanto, para que estos “filamentos” crezcan tendré que desarrollar mis capacidades energéticas, perceptivas-sensitivas e intelectuales, todas de la forma más armonizada posible, ya sea en nuestra vida cotidiana o practicando, por ejemplo, la Secuencia extática. Recordemos que en el plano físico todo cometido que ejecutemos tiene que realizarse ineludiblemente con estas únicas e indivisibles capacidades básicas (aporto energía para hacerlo, percibo con atención el proceso y utilizo mis habilidades cognitivas para ejecutarlo correctamente).
Si la luminosidad de uno o dos de estos filamentos sobresale mucho sobre los demás en el interior de la bombilla, la iluminación estará coloreada y se diferenciará claramente de la luz blanca que estamos buscando.
De los niveles de iluminación a los niveles de conciencia
La conciencia es la capacidad del cerebro para percibir y comprender (darse cuenta de) lo que sucede a mi alrededor. En cambio, en la supraconciencia (la capacidad de darse cuenta de que te estás dando cuenta) no es el cerebro el responsable de este estado, sino el Ser, nuestra identidad última.
Los niveles de conciencia son los distintos estadios de comprensión que atraviesa una persona desde su nacimiento hasta su partida.
En los siguientes párrafos vamos a dejar que cada yogui o yoguini pueda comparar la luminosidad que produce nuestra metafórica lámpara interior con su nivel de conciencia. En el esquema vemos un resumen de los diferentes niveles de iluminación que puede alcanzar una sala de estar como la de nuestra analogía (de unos 40 metros cuadrados) y su correlación con los niveles de conciencia del ser humano:
- Nivel de iluminación básica con bombillas led de una potencia inferior a 10 W. La luz de la lámpara se expande mínimamente por la sala.
→ Se corresponde con: Nivel de conciencia instintivo:
Estado en el que los instintos heredados son los verdaderos protagonistas del proceder de la persona.
Los instintos han jugado un papel fundamental en la adaptación y evolución de las especies más básicas y han llegado hasta nosotros gracias a la genética. Ejemplos de estos instintos son el de supervivencia, el de reproducción, el de lucha y huida, los reflejos básicos o las respuestas algo más complejas, como los miedos o la necesidad de protección social.
- Nivel de iluminación bajo. Es el que todavía precisa la ayuda de todos nuestros sentidos para poder orientarnos y descubrir nuestro entorno. Su nivel de iluminación coincide con el de una bombilla led que tenga entre 10 y 20 W (entre 800 y 1600 lúmenes).
→ Se corresponde con: Nivel de conciencia emocional:
Está relacionado con los comportamientos controlados por los hábitos y las creencias (estados de la mente en los que se supone, sin razonarlo, que algo es acertado o una forma de actuar es la correcta).
Es un estado de reacciones inconscientes en el que prevalecen en nuestra vida los sentidos y las fluctuaciones mentales.
- Nivel de iluminación media, que me permite tener la experiencia de percibir y conocer todos los elementos existentes en la sala. Se alcanza cuando ponemos en nuestra lámpara una bombilla LED que tenga entre 20 y 50 watios (entre 1.600 y 4.200 lúmenes).
→Se corresponde con: Nivel de conciencia racional:
Nivel de conciencia amplio que coincide, en su primera fase, con un rico desarrollo de las inteligencias interpersonal, corporal y del conocimiento del entorno, así como con el incremento, en su segunda fase, de la inteligencia lingüística y la lógica.
- Nivel de iluminación alto (plenitud). Se alcanza cuando ponemos en nuestra lámpara una bombilla led que tenga entre 50, 100 o más W (entre 4.400 y más de 10.000 lúmenes). La luz de la lámpara se expande por toda la sala y nos permite profundizar en los detalles de los objetos que percibimos.
→ Se corresponde con: Nivel de conciencia plena:
También denominado nivel transcendente de supraconciencia o de unidad. Al alcanzarlo, converge en los seres humanos un crecimiento elevado y continuo de su inteligencia existencial y de su inteligencia intrapersonal.
En este rico nivel de conciencia es fácil transcender de la realidad tangible a la realidad suprasensible del Ser (lo suprasensible es un término que se utiliza para referirse a un elemento o concepto que no se corresponde con una percepción sensible, sino con una intuición sustentada en un conocimiento profundo).
Los niveles de conciencia son acumulativos, es decir, cada nivel de conciencia que alcanzamos incorpora y transciende al anterior. Cada comprensión o despertar se construye sobre los cimientos de los conocimientos previos.
¿Para qué nos sirve esta comparación entre diferentes niveles de iluminación y los niveles de conciencia del ser humano? Un practicante de yoga no puede conocer fácilmente su nivel de conciencia, pero este esquema nos ayuda a medir de forma estimativa los “lúmenes de Sahasrara” y, por ende, a evaluar nuestro crecimiento interior.
¿Qué es la iluminación espiritual?
En muchas culturas se ha considerado la iluminación espiritual como un objetivo final: una meta en la evolución de los estados de conciencia.
En cambio, otros planteamientos lo asocian con el proceso de la evolución espiritual que se genera cuando llegamos al último estado de conciencia que llamamos plenitud, de tal forma que durante toda nuestra existencia podemos crecer en luminosidad aunque ya se haya alcanzado el nivel de iluminación.
Los grandes maestros alcanzaron niveles de iluminación muy altos, algunos por encima de los límites que hemos acotado en el nivel pleno de iluminación.
Nuestro principal objetivo en esta vida terrenal es trabajar con esta luz de supraconciencia para que crezca y se expanda.
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).