Meditación yóguica: el florecer de las ocho ramas de Patanjali

2025-02-27

El sistema clásico de yoga contiene ocho ramas y es conocido como el Ashtanga Yoga de Patanjali. Estas ramas forman un sistema de práctica y apuntan hacia un objetivo final: la realización de la naturaleza pura y esencial de uno mismo. Cada rama tiene un papel distinto que desempeñar en este proceso de desarrollo y juntas proporcionan un orden de la práctica de la meditación yóguica. Escribe Denis Criado.

No se espera que los alumnos perfeccionen cada una de las ramas por separado antes de continuar. El proceso es orgánico. Las dos primeras ramas (yama y niyama) describen actitudes hacia la vida y la práctica y son esenciales para que todos los estudiantes las cultiven. Las tres ramas siguientes (asana, pranayama y pratyahara) forman la base para la práctica de la meditación, y cuando finalmente se dominan conducen a un estado de concentración profundo y relajado. Las tres ramas finales se alcanzan gradualmente y se describen como niveles aún más profundos de concentración: pura, placentera, sin distracciones y sostenida durante períodos de tiempo cada vez mayores.

Los términos sánscritos para las ocho ramas son precisos en su significado, pero algunos se traducen al español con más éxito que otros. Por ejemplo, dharana o “concentración”, la sexta rama, es un concepto familiar y que parece relativamente fácil de entender. Pranayama, la expansión y el dominio de la energía vital, es la cuarta rama, después de asana –una postura sentada firme– y antes de pratyahara (retirarse de los sentidos), la tercera rama. La práctica sistemática y diaria de estas ramas es la fuente de la verdadera comprensión. De ahí que, la meditación es un proceso de prestar atención, y la esencia de la meditación es desarrollar la concentración en un solo punto. Luego, liberada de la tendencia a involucrarse con las distracciones, la mente se vuelve profundamente pacífica.

Pero como habrás descubierto, las condiciones para alcanzar la concentración en un solo punto no son fáciles. Incluso cuando hay pocas interrupciones externas, las distracciones internas tienden a aumentar, por lo que el primer paso formal en el proceso de meditación es establecer una postura de meditación estable y cómoda. Dicha postura proporciona la estabilidad y la sensación de aislamiento necesarias para servir como un lugar de trabajo interior, así como una mejor circulación de la energía vital, prana. Existe una amplia variedad de posturas para sentarse entre las que elegir, dependiendo de tu flexibilidad. El ingrediente principal de una buena postura es una columna erguida. Pero recuerda, «erguido» no significa tenso o incómodo: si la postura se mantiene mediante el esfuerzo, entonces esa tensión postural se convertirá en una distracción mental.

La postura de meditación

Para estar completamente cómodo con tu postura, probablemente necesitarás fortalecer los músculos de la espalda, mejorar la consciencia de tus hábitos al estar sentado durante las horas de tu vida en las que no meditas y de este modo no deshacer lo que estás construyendo y practicar regularmente la meditación sentada. Te ayudará realizar posturas de hatha yoga que te enseñen a usar la pelvis, las articulaciones de la cadera y la espalda de forma saludable. Con el tiempo, podrás mantener la postura con poco esfuerzo y te resultará cómoda y estable. Ahora supongamos que has adoptado la postura de meditación y puedes permanecer en ella con bastante comodidad. Tu cuerpo se va asentando poco a poco y sientes que surge una sensación de quietud. Se relaja.

Al relajarse el cuerpo, toma consciencia de tu respiración. La respiración fluye por la nariz a un ritmo uniforme y natural. Está impulsada por las contracciones del diafragma, que expanden los lados de la caja torácica inferior y la parte superior del abdomen con cada inspiración. Observa cómo fluye la respiración y realiza cambios sutiles hasta que se vuelve profunda, suave, uniforme, silenciosa y sin pausas. La respiración lo nutre sin esfuerzo, una y otra vez.

Luego, a medida que la respiración se vuelve constante, viaja sistemáticamente por el cuerpo, llevando tu consciencia a los músculos, articulaciones, superficies y espacios internos principales. Este proceso generalmente comienza en la parte superior de la cabeza, continúa hasta los dedos de los pies y regresa a la coronilla. Durante este viaje, la sensación de quietud física continúa desarrollándose y la respiración se hace más profunda, manteniéndose constante y suave.

Con los ojos cerrados, el espacio más evidente es el que ocupas en tu postura sentada. A medida que te relajas, tu cuerpo se convierte en un espacio dentro de un espacio. Lo percibes casi como vacío, como si fuera un espacio, descansas en ese espacio más vasto. Ahora deja que tu respiración fluya hacia este espacio mientras inspiras. Deja que la inspiración parece expandirse dentro de ti hasta que todo el espacio se llene. A medida que espiras, tu respiración se encoge dentro de ti como si estuviera desapareciendo en el centro de tu corazón, en la parte superior del diafragma. Al pulsar regularmente de esta manera, la respiración se expande, llenando el espacio en el que descansa tu cuerpo y luego vaciándolo. Respiras como si todo tu cuerpo respirara. De esta forma, uno de los efectos de la práctica es que el flujo de la respiración se vuelve más sutil. A medida que este proceso sucede, te liberas de la mente, tu sistema nervioso se regula y tu mirada se vuelve aún más hacia el interior. Más allá de los sentidos. Esta es la esencia de pratyahara; el retiro de los sentidos.

Los frutos de la meditación

Como dijo el sabio Vyasa, la meditación yóguica nos lleva hacia dos frutos: primero, desarraiga las viejas formas inconscientes kármicas de conocimiento o percepción; y segundo, conduce a la adquisición de una nueva consciencia cuya naturaleza es más compasiva, limpia y sin juicio, somos más dhyana –meditación– (la séptima rama).

Esta es la progresión natural de la meditación: nos lleva del cuerpo a la respiración, de la respiración a los sentidos y, finalmente, de los sentidos a la consciencia más allá de la mente y cuerpo. Ya no hay diferencia entre mi camino, tu camino y el camino de los demás. Somos samadhi, la octava rama; somos unidad, donde el espíritu y el corazón laten fusionados.

Denis Criado es formador senior en la Escuela Internacional de Yoga. Autor de tres libros publicados por la editorial Kairós: Cuerpo Consciente, hacia un Yoga integral; Danza del amor, el fluir del Vinyasa Yoga, y la más reciente publicación: Las Cuatro Artes, sabiduría yóguica para una vida consciente y plena.

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