Los Pasupatas (s. II-V) o seguidores de Pasupati (uno de los nombre de Siva, señor de las bestias), línea de ascetas heterodoxos, reinterpretan el valor más importante de la senda espiritual no como pureza sino como autonomía. Sus prácticas también recibieron el nombre de yoga. Escribe José Manuel Vázquez.
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Los Pasupatas (s. II-V) o seguidores de Pasupati (uno de los nombre de Siva, señor de las bestias) son los primeros en exponer formas que darán lugar a cultos esotéricos propiamente tántricos (s.VI) y que alcanzarán la complejidad y madurez intelectual con Abhinavagupta en el siglo X. Esta línea de ascetas heterodoxos reinterpreta el valor más importante de la senda espiritual no como pureza sino como autonomía. Sus prácticas también recibieron el nombre de yoga.
Una lectura profunda de sus métodos transgresores y performáticos revela un cuestionamiento de la estructura jerárquica, psicológica, ritual y moral en la que se ordena la realidad hindú; a partir del ideal excluyente de pureza, dicen, se niega el carácter inmanente del mundo. Los tántrikas, dentro de un marco teísta, revalorizan la experiencia humana como manifestación de una misma conciencia suprema. Ponen en tela de juicio lo “bueno” y lo “malo” como cualidades inherentes y acentúan su carácter proyectivo colectivo e individual. Desde su punto de vista, el reto final es descubrir la voluntad última presente en todo y reafirmarla en uno mismo. En este sentido, podríamos decir que proponen un yoga de la omnipresencia (salodito yogah).
La tradición tántrica de corte esotérico evoluciona hasta el Sivaísmo de Cachemira (s. IX-XI) donde se plantea como punto de partida la identificación con la divinidad, Siva (sivo bhuta sivam yajet), no el individuo. Ahondando en esta idea, Abhinavagupta, a propósito de la Bhagavadgita, aclara que la felicidad suprema (sukham uttamam), como resultado de la práctica del yoga, realmente es el sujeto de la acción; convirtiendo al practicante en el objeto de la práctica (tatra santa-cittam yoginam karmabhutam sukham kartrbhutam upaiti). El problema no es el mundo, sino la no comprensión de que la meta ya ha sido concedida como gracia desde el principio. Según los tántricas el ser humano es libre, pero no es consciente de ello. La conciencia paradójicamente deviene mundo y sumergida en él, se olvida de sí misma. No hay nada ajeno a la conciencia. La meta deja de ser la liberación, para pasar a ser la autonomía.
Defienden que por sí sola la práctica repetida (abhyasa) no sirve si no interviene el entendimiento. El juicio correcto (tarka) parece ser el único medio adecuado en lo que respecta a la conciencia suprema. Las técnicas del yoga son útiles en la medida que expanden la conciencia hacia la respiración, la mente y el cuerpo, de forma afirmativa y no excluyente. Aunque en las Upanisads ya se describen esquemas corporales sutiles relativos a los nadis o canales de energía (Katha Up.2.3.16, Prasna Up. 3.6-7) que serán clave en las técnicas internas del hatha yoga, realmente los textos de referencia del hatha yoga son muy posteriores. El Hathayoga Pradipika (s. XV-XVI) da relevancia al samadhi basado en técnicas corporales (asana, mudra) y respiratorias (pranayama). El Gheranda Samhita (s. XVII) describe gran parte de las asanas y técnicas respiratorias del hatha yoga. El Siva Samhita (s. XVII-XVIII) desarrolla un complejo sistema de control de alientos endógenos (vayus) y flujos de energía (nadis).
Bibliografía
Flood, G (2008). El cuerpo tántrico. Paidós Orientalia.
José Manuel Vázquez. Formador de profesores certificado por la American Yoga Alliance. Psicólogo y yogaterapeuta. Es autor de Yoga Orgánico (2023), Los valores terapéuticos del yoga (2017) y Manual de yoga para occidentales (2012) (los tres en Alianza Editorial).