El yoga es un camino de autoconocimiento que nos ayuda a superar obstáculos como la vergüenza y la culpa. A su vez, estos obstáculos pueden convertirse en puerta al reconocimiento de nuestro ser esencial, más allá de la autoimagen, del yo superficial con el que nos acostumbramos a identificar. Escribe Montserrat Simón.
En los Yogasūtra, Patanjali nos da una serie de elementos prácticos para aquietar la mente:
- La práctica constante de la meditación, fijando la atención en algún objeto, en la respiración, en el loto del corazón, etc.
- La desidentificación con respecto a los objetos y las ideas.
- Las prácticas ascéticas, el estudio y la entrega afectiva.
- Los ocho estadios del yoga: las restricciones, las observancias, la postura estable y cómoda, la respiración, el recogimiento de los sentidos, la concentración en un punto, el sostén de dicha concentración al que llamamos meditación y la visión contemplativa.
Al aquietar la mente a través de prácticas como la concentración en la respiración o en el loto del corazón, se disipa nuestra identidad con el cuerpo, los pensamientos, los objetos y las vivencias, de modo que sentimientos cómo la vergüenza y la culpa también se disuelven.
Patanjali menciona también cinco aflicciones que conforman la base de nuestro sufrimiento evitable. La primera de estas aflicciones es la ignorancia, es decir, la confusión nos lleva a tomar nuestro cuerpo, pensamientos y emociones como algo permanente cuando en realidad están en constante transformación y desconectarnos de la conciencia continua que pone luz en todo ello. Las otras cuatro aflicciones son: el sentido del yo construido desde la confusión, el deseo de lo placentero, la aversión hacia lo desagradable y el apego a la existencia.
¿Y dónde se ubican aquí la vergüenza y la culpa?
Veámoslo juntos. Recuerda un momento en tu vida en el que hayas sentido vergüenza. Trata de visualizar la escena: ¿qué sientes en el cuerpo?, ¿dónde lo sientes?, ¿había algo en ti que debía ser escondido?, ¿qué diálogos internos te haces en ese momento?
Al sentir vergüenza nos estamos identificando con algún rasgo y con una serie de pensamientos acerca de nosotros mismos y de los demás con respecto a nosotros: «me estarán mirando todos», «qué mal», «¿se habrán dado cuenta?»… Incluso hay sensaciones de vergüenza que no necesariamente las formulamos internamente de forma explícita, pero que tienen sabor a: «algo en mí es indigno de ser visto».
La vergüenza tiene una cualidad ontológica, lo que significa que nos lleva a creer que algo en nuestra esencia misma está dañado o es indigno de ser visto. Este sentido del yo, al que nos aferramos, es una construcción mental que distorsiona el reconocimiento de nuestra verdadera naturaleza. Sentimos vergüenza cuando nos identificamos con una imagen de lo que debería ser y rechazamos ciertas características de nuestra manifestación. Por supuesto, esto ocurre de forma muy rápida e inconsciente. Por eso, tomar conciencia de ello a través de la autoindagación y la contemplación resulta de gran ayuda para desactivar estos mecanismos.
Por su parte, la culpa, se origina de nuevo en la ignorancia. Sin embargo, no se refiere a un aspecto ontológico, sino al reconocimiento de una limitación rechazada. Siento culpa porque creo que me he equivocado, y en este sentido la culpa no tendría nada de negativo, sino que sería una señal que nos avisa de la necesidad de dar un nuevo paso en otra dirección o tratar de subsanar lo que se percibe como error. Ahora bien, la culpa se convierte en un elemento de sufrimiento cuando el sentido del yo se apropia de un ideal sobre cómo debería ser o debería haber sido una determinada acción. En lugar de aceptar la limitación en la forma de actuar y dar el siguiente paso, se queda dando vueltas, anclado en un yo ideal que rechaza la posibilidad de responder (la responsabilidad) ante un determinado hecho.
El sentimiento de culpa, cuando es proporcionado, indica que hay algo que necesita repararse. En cambio, se convierte en un obstáculo cuando nos apegamos a una autoimagen idealizada de cómo deberíamos haber actuado y, su contrapartida, una autoimagen de autodesvalorización por cómo lo hemos hecho. Aunque el sentimiento de culpa tiene que ver con una acción o comportamiento, cuando el sentido del yo se apropia de esa señal de aviso, lleva la culpa al plano de lo esencial, lo ontológico.
Puerta al conocimiento
Decíamos al inicio que los sentimientos de vergüenza y culpa se presentan como obstáculos, pero pueden ser también una puerta al reconocimiento de nuestro ser esencial. Esto ocurre cuando en lugar de rechazar estos sentimientos como algo negativo, interactuamos con ellos desde un lugar afectuoso y compasivo. Al acercarnos a ellos desde una contemplación amorosa, descubrimos su origen, lo cual implica darnos cuenta de la confusión sobre la que se construyen. Esta comprensión nos pone en el camino de la libertad de ser. Simplemente, ser lo que estamos siendo. Desde ahí, con o sin vergüenza, nos abrimos a todo lo que surge y nos reconocemos vivencialmente como la conciencia plena que ya somos, y a la que se han referido tantos sabios, como Patanjali.
Un retiro para empezar el camino
Si quieres dar un paso hacia el camino que lleva de la vergüenza y la culpa a la libertad de ser, ven al retiro que haremos del 1 al 4 de mayo en la Sierra de Gredos. Nos adentraremos en esta sabiduría a través de la reflexión, la contemplación, el yoga, el contacto con la naturaleza y la convivencia.
Tienes toda la información en: https://montserratsimon.com/actividades/retiros/, y un descuento especial hasta el 3 de marzo.
Montserrat Simón, licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona, postgrado en Historia de las Religiones por la Universidad de Barcelona y diploma en Sánscrito por la Banaras Hindu University. Estudió en India las tradiciones filosóficas más relevantes del hinduismo, de la mano de eruditos y de renunciantes. Profundizó en el vedanta no-dualista, cuyas fuentes siguen siendo un néctar que nutre su corazón.
Practica yoga desde el 2004. Actualmente, ofrece unas lecturas filosóficas semanales como camino de autoconocimiento, así como talleres y retiros que se convierten en un espacio de autoindagación. Autora de 50 perlas del yoga y el vedanta, publicado por Cydonia. Puedes leer más sobre ella y sus propuestas en www.montserratsimon.com.