Esta serie de artículos de José Manuel Vázquez pretenden enriquecer el significado de la palabra yoga basándose en la evolución del contexto en el que se ha utilizado, desde sus orígenes hasta el hoy. Quizás sea una manera de recordar la profundidad del término en tiempos en que al yoga se le asocia más al fitness que a una psicología ética del autoconocimiento.
Según Harimoto (2020), la palabra yoga en sus orígenes connota cierta dificultad o esfuerzo. Como sustantivo ya forma parte del protoindoeuropeo con el significado de arnés o enganche para los caballos, yugo que unce o ata dos elementos (Mayrhofer, 1976).
Su significado se amplía al ser emparejado con el término ksema (descanso, paz, asentamiento), haciendo de esta forma referencia al esfuerzo o a las condiciones previas necesarias para desplazarse a tierras más fértiles donde asentarse (Pontillo y Neri, 2019). Este término compuesto yoga-ksema aparece en el Taittriya samhita védico para referirse a la acción que tiene un propósito especifico. Con el pasar de los siglos, el término yoga asumirá ambos significados: el de movimiento y el de estabilidad, el de método o forma y objetivo último.
Los rituales descritos en los textos védicos (1500-600 a.C.) aparecen como un tipo de acción que dirige y controla la energía del fuego. El rito es un acto controlado que comienza con la construcción del altar (agnichayana). Las llamas son contenidas, uncidas (anim yunakti), sostenidas con una finalidad. Las ofrendas (samadhi yate) son el combustible necesario para ascender a las regiones celestiales del sol, origen de la luz y la vida. Un sabio védico es aquel que unce los versos con firmeza, para poder viajar a los confines de la tierra.
El acto de uncir en el contexto védico puede ser interpretado de forma simbólica como el amarre del conjunto de fuerzas dispersas y opuestas, que mantiene la continuidad cíclica de la vida (noche-día, invierno-primavera, muerte-vida) asegurando de este modo el retorno de la luz y el orden a un mundo oscuro y caótico. El cultivo ritual del fuego asegura el regreso de la luz. El orden solar se preserva a través de acciones concretas. La acumulación de acciones garantiza el renacimiento de la luz. Dejar de hacer equivale a morir.
Posteriormente esta perpetuación del ciclo de la vida dejará de interpretarse de forma positiva y será entendida como esclavitud. Al nutrir la vida (a través de la acción) inevitablemente se alimenta también la muerte. En este nuevo contexto semántico, al yoga, además de pedirle que nos otorgue el poder “mágico” de controlar las circunstancias adversas, también se le requerirá que nos conceda el poder para trascender el tiempo cíclico samsárico (moksha) en el que el hombre vive atrapado. La función del yoga entonces será llevarnos a una realidad última que no esté sometida al cambio continuo, para liberarnos del dolor de existir.
Notas bibliográficas:
–Harimoto, K. (2020). How yoga became yoga: Yoga and meditation up to the classical period. In Routledge Handbook of Yoga and Meditation Studies, 65-79.
–Mayrhofer, M.1976. Kurzgefasstes etymologisches Wörterbuch des Altindischen. 3. H.Heidelberg.
–Pontillo, T. y Neri, C. (2019). The case of yogakṣema/yogakkhema in Vedic and Suttapiṭaka Sources. In Response to Norman. Journal of Indian Philosophy, 47, 527-563.
José Manuel Vázquez. Formador de profesores certificado por la American Yoga Alliance. Desde 2001 dirige su escuela de yoga, Yoga Orgánico. Desde el 2010 dirige una formación basada en estos principios. Es autor de Los valores terapéuticos del yoga (2012), Manual de yoga para occidentales (2017) y Yoga Orgánico (2023) (los tres en Alianza Editorial).