Impresiones de un peregrinaje a la India 5: Tres lecciones y un olvido

2024-11-27

En su peregrinaje a la India, Yatra, camino sagrado a lo divino, Gopala, profesor de Yoga Sivananda, nos cuenta cómo fue la última narración del Bagavathan, antes de salir a las cuatro de la mañana en tres autobuses camino de Rudraprayag… Una trayectoria que resultó, en su conjunto, toda una fuente de aprendizajes.

peregrinaje


oṁ kr̥ṣṇāya vāsudevāya haraye paramātmane॥
praṇata: kleśanāśāya goviṁdāya namo nama:॥

ॐ कृष्णाय वासुदेवाय हरये परमात्मने॥
प्रणत: क्लेशनाशाय गोविंदाय नमो नम:॥

Me inclino ante el Señor Krishna, el hijo de Vasudeva y el Alma Suprema (Paramatman),
Quien destruye las aflicciones de los devotos y es conocido como Govinda

Una y otra vez repetimos el mantra más poderoso de Krishna, lo repito en mi propia presencia. Y lo hago desde la platea de la sala, separado físicamente por una altura. No me encontraba muy bien, luego te lo cuento, y opté por presenciar la última lectura del Purana algo alejado. Esto me ofreció una perspectiva de pájaro, diferente a la de estar sobre suelo. Cada vez me centro más en la repetición de corazón. Me desgajo de lo mental, de lo intelectual. No es fácil, pero hoy, debilitado por la diarrea, es posible.

En esta última oportunidad en Vrindavan de escuchar música y palabra védica, las flores tienen una presencia especial. Es el fin de fiesta, pleno de color y de olor.

Los pandits que ayudan en la ceremonia que dirige Sri Venugopal Goswami lanzan miles de pétalos de flores hacia los que allí nos encontramos cuando repetimos el mantra. Bañarme en flores es una experiencia única.

Así vuelan las flores: ver aquí

Hay una alegría especial en el ambiente que provoca que solo sea posible bailar y bailar. Brazos hacia el cielo y pies en la tierra, más en el cielo que en la tierra. Color, olor, canto y todos los instrumentos a la vez sonando en este instante. Dicen que este mantra y especialmente en esta ceremonia de flores te vincula con el amor incondicional de Krishna, te protege de las adversidades, alivia las aflicciones y te regala paz interior y una comprensión más profunda de lo divino. Con tantas ventajas, mejor no dejar pasar la oportunidad. Canto y al final de la ceremonia camino por las alfombra de flores en la que se convierte la sala.

Por aquí camino: verlo

Un olvido y primera lección

Igual recuerdas que cuando visité el templo Govind Dev Ji me quedé paralizado cuando se descorrieron las cortinas que protegen a Govinda. Así fue. Se quedaron grabadas en mi retina las miradas atentas de las devotas, mi atenta mirada en las suyas. Pero omití, puede que por vergüenza, que tuve allí una de las tres importante lecciones que hoy comparto contigo. El mandir, templo, tiene una norma estricta: “Está prohibido tomar fotos del altar”. No puede evitar  intentarlo, afortunadamente sin éxito. Un devoto que vio mi intento me dio un manotazo para obviarlo. Merecido. Lección aprendida. Cuánto aprendizaje. Primera lección.

Segunda lección, un médico mago

Dicen que enfermar en la India es parte de lo que se viene a aprender a estas tierras. Nuestros cuerpos europeos no están adaptados a las condiciones locales. Venimos de una asepsia muy desarrollada, pero con inconvenientes cuando nos desplazamos a entornos donde estos niveles son diferentes. No había sido mi caso. Nunca había enfermado en la India en mis viajes.

En la meditación de la noche no me sentí fresco. Me costaba mantenerme quieto, la mente bulliciosa se centraba en unos suaves sonidos que procedían de mi intestino. Acepté que algo pasaba, nada mejor. En breve mis líquidos querían tomar protagonismo y el tracto digestivo empezó a hacer de las suyas por arriba y por abajo. Al día siguiente no lo dudé: llamar al médico local y no intentar utilizar los medicamentos que siempre llevo para estas emergencias.

Se presentó en mi habitación a media mañana, con su maletita y una agradable sonrisa. Yo, postrado en la cama, después de una noche toledana. No recordaba que pudiera salir tantas aguas de mi ahora resentido cuerpo. Me auscultó, tomó mis pulsos con esmero, me observó y dijo: «Estás deshidratado». No me sorprendió. El virus había hecho de las suyas.

La sorpresa vino luego cuando me dijo que iba a hacerme una transfusión de suero. Sí allí mismo. Me asusté, te confieso que me asusté al ver que sacaba su instrumental: botella grande de suero, jeringas y agujas. ¿Aquí una transfusión? ¿A mí? Salió de la habitación, volvió en unos minutos con una percha que colgó del cabecero de la cama con esparadrapo. La botella de suero enganchada en la percha con cinta adhesiva. Toda una ñapa eficaz. Estuve hora y media observando las gotas que iban pasando desde la botella a mi sangre. El doctor no se movió de mi lado. Su compañía, su calor, su palabra y lo que hubiera añadido al suero, no me lo contó, me recuperaron en pocas horas. Nunca un médico me había dado tanto en tan poco tiempo y de manera tan eficiente. Individualizó en sobres de papel marrón los medicamentos que me entregó. Con dibujitos de soles y de lunas que con cuidado esbozaba, para distinguir las horas de su ingesta. Todo un arte.

Su presencia silenciosa, esa percha y el goteo del suero siguen en mi retina. Sencillez, imaginación y adaptación al medio. Segunda lección aprendida

Tercera lección, autogestión y nunca mejor dicho

Ir de Vrindavan a Rudraprayag, nuestro siguiente destino, es tarea de titanes, como viajar en una montaña rusa, bueno, india. Autobús y carretera. Aún en construcción en muchas de sus partes. Vamos ascendiendo, primero por la madre Ganga y después por el Alakananda, una de sus dos fuentes. Ascendiendo y en ocasiones casi trepando por los vericuetos de una superficie entre asfalto y tierra. Muchos tramos dan miedo. Miras hacia abajo por la ventanilla y el cauce del río parece estar en un abismo. Miras hacia arriba y la montaña te muestra su alma: piedras, rocas y tierras que están vivas y te hablan. Te dicen: estamos aquí y nos gusta movernos.

Confianza en la pericia de los conductores y observación del presente son dos buenas medicinas para las veinte horas que dura el trayecto para 500 kilómetros. Hay mucho tiempo para meditar.

De repente escucho un desprendimiento. Las piedras, las rocas y la tierra se desplazan por la ladera de la montaña. Vienen  por la derecha, alcanzan la carretera y la bloquean de inmediato. Diez metros por delante de mi autobús. A la izquierda el abismo y al fondo el río sagrado. Todo se para con el estruendo. El camino se desmorona. Observo. Es una zona en obras de las decenas que nos encontramos. Mi primera observación: toca bendecir que el alud no haya caído sobre nosotros. La segunda: toca esperar y generar paciencia, esa virtud que tengo tan descuidada.

Pese al bloqueo de la carretera no hay sensación de nerviosismo entre conductores y viandantes; en la India son cientos los que caminan por las carreteras. Como si pasara todos los días: pasa. No tarda una excavadora en comenzar a retirar el desprendimiento, somos afortunados, viene de una obra cercana. Va cargando el camión. Los vehículos se van acumulando en los dos sentidos del viaje. Observo. Nadie se molesta en el exterior del autobús.

Puedes ver aquí el alud desde el autobús

En el interior nos toca recuperarnos del susto y aprender, sobre todo de la tranquilidad con la que todo parece ir resolviéndose. Después de una hora hay un carril despejado por donde apenas pasa un coche, alud a derecha y a izquierda. Los dos sentidos de la circulación quieren iniciar la marcha pero no hay espacio para todos. La motos, muchas motos, quieren saltar las primeras. Pero hay que dar marcha atrás en varios vehículos. Nadie llama a la policía, probablemente no llegaría a tiempo, nadie grita ni se molesta. No hay servicios de emergencias. Los conductores se van organizando sin prisas. El retroceso de mi autobús no hace sino incrementar la admiración por cómo se resuelve la situación. En nuestra querida Europa habría generado tremendo caos, noticias en la prensa y sobre todo búsqueda de responsables.

La autogestión de los seres humanos es posible cuando generas santosha, contento y la aceptación de que todo está en transformación constante y sobre todo la montaña. Sin pánico, sin servicios de emergencias, sin culpa y sin prisas. Tercera lección aprendida.

Hemos llegado a Rudraprayag, cerca de la confluencia del las dos fuentes del Ganges, el Alakananda y el Bhagirathi. Cenar algo ligero; no faltan los chapatis que hacen nada más llegar para los yatris. Todo recién cocinado. Cenar y dormir tras veinte horas de observación de cómo los seres humanos construyen pueblos y carreteras que los comuniquen en cualquier lugar del universo.

Merecido descanso.

Gopala es profesor de los Centros de Yoga Sivananda Vedanta.
La peregrinación: Para celebrar mi jubilación como gerente del Consejo general  del Poder Judicial, he decidido sumergirme en un peregrinaje a la India del Norte con swamis, profesores y estudiantes de los Centros de Yoga Sivananda Vedanta. Por el mero gusto de compartir te lo iré contando, no como un diario narrativo del viaje, sino como un surgir de experiencias personales.  Así nace “Impresiones de un peregrinaje a la India”. Gracias a YogaenRed por hacértelo llegar.
www.sivananda.es
www.gopala.es
Puedes ver los detalles de los lugares del peregrinaje en https://www.sivananda.at/es/sivananda-yoga-yatra/