Desde siempre se ha atacado al yoga desde ciertos estamentos de la ciencia, la medicina y la iglesia con fiereza y argumentos deformados si no falsos. Cuando una ofensiva contra algo se lleva al descrédito radical, casi siempre oculta intereses espurios y luchas de poder. Ahora les está tocando al mindfulness y la meditación… Escribe Pepa Castro.
A más popularización, más ruido, más detractores, más información tóxica. Mentir no está penalizado y puede dar buenos réditos, como bien sabemos por la actualidad. Siempre ha sido así, pero ahora se utiliza la difamación con tal soltura que hablar de ética, de criterio o de sensatez de juicio parece ingenuo y hasta aburrido.
Ciñéndonos a las polémicas que han rodeado y rodean al yoga y la meditación, en YogaenRed nos ponemos siempre del lado del equilibrio y la sensatez. Pensamos que el yoga, como cualquier método creado para favorecer el bien, mal utilizado puede tener consecuencias indeseables. Es evidente. Desde una lesión física a un trauma psicológico, no es posible garantizar seguridad total en nada.
Un instructor apenas formado, una intención equivocada, un propósito oportunista… Todos hemos conocido ejemplos extremos de los efectos perniciosos que tiene la sobreexplotación comercial de las técnicas de yoga. Y lo mismo sucede con la práctica meditativa, que es aún peor conocida por la población en la profundidad y variedad de sus tradiciones y técnicas.
Una de sus versiones modernas, el mindfulness o atención plena, lleva tiempo siendo desacreditada desde flancos muy diferentes, incluso desde el de la meditación tradicional (no hay más que entrar en internet e investigar un poco). Sin duda, el éxito (comercial, académico, social) del mindfulness tiene que ver con la virulencia de estos debates sobre su legitimidad, sus riesgos, sus aplicaciones cuestionables…
También en relación a esto, en YogaenRed buscamos la ponderación. Antes de emitir juicios radicales, apelamos a que se observe bien cada caso, su contexto, que se documente y se valore. Sabiendo siempre, evidentemente, que no hay rosa sin espinas, que nada es perfecto, y que ni el yoga ni el mindfulness, métodos que han demostrado sobradamente sus beneficios (cada uno según su naturaleza y fines), pueden ser denostados en sí mismos por lo que hagamos con ellos, errónea o inmoralmente, quienes los utilizamos.
Nos ha tocado vivir tiempos muy complejos, con mucha información y opinión contradictoria e interesada, cuando no tóxica, y se hace absolutamente necesario llevar la luz de la conciencia a cada intención y enjuiciamiento en todo lo que escuchamos y leemos. Internet puede ser sin duda una gran ayuda para recabar información y documentar, pero siempre apoyándonos en nuestra conciencia ética, intuición y criterio equilibrado.
Como cierre os dejo la conclusión, en este sentido, del libro de Historia del yoga de Alistair Shearer (Ed. Trotta), que es de lectura apasionante por la cantidad de datos interesantes que aporta. En el apartado ‘El mindfulness está de moda’ se dice (el subrayado es nuestro):
“… ¿Meditación de efecto placebo? (…) algunos investigadores no tienen la menor duda y son radicalmente críticos. Miguel Farias es uno de ellos. Siendo profesor adjunto de Psicología Cognitiva y Biológica en la Universidad de Coventry, ha hallado que la práctica puede inducir la manía, la depresión o la psicosis, haciéndose así eco de una acusación, que ya había sido formulada años atrás contra otras técnicas de meditación. (1)
Sea cual sea el sistema que se emplee, la moneda de la meditación tiene siempre dos caras: la técnica por sí misma y la persona que la utiliza. Esta es la razón por la que toda práctica genuina ha de ser aprendida directamente, y de uno en uno, con un profesor adecuadamente calificado que pueda monitorizar el progreso del alumno e ir haciendo los ajustes que juzgue necesarios. La enseñanza real es siempre una interacción humana, una ósmosis psíquica, y aunque la tecnología educativa ha empezado a prescindir del encuentro de una persona con otra, los gurús virtuales no son ni mucho menos lo mismo. La aplicación Headspace, con sus meditaciones guiadas de diez minutos, tiene más de tres millones de usuarios en todo el mundo, y posee en este momento un valor superior a los 25 millones de libras. Por muy popular que sea, la enseñanza remota de las técnicas para alterar la mente, sin el bucle de retroalimentación que supone la monitorización personal, puede ser, según Farias, un asunto arriesgado. Existe un número creciente de pruebas según las cuales hasta una sesión de tres días en Headspace sin supervisión puede ser muy peligrosa para las personas vulnerables (2). No obstante, la propagación de la instrucción digital continúa buen ritmo; hasta la respetada revista budista Tricicle ha dirigido hace poco un curso de mindfulness online«.
(1) Véase Miguel Faris y Catherine Wikholm, The Buddha Pill: Can Meditation Change You? Warkins, London 2015.
(2) Dawn Foster, «Is Mindfulnnes Make Us Ill?, The Guardian, 23 de enero de 2016.
Conclusión: La popularización, la moda y el consumismo engullen todo lo que encuentran a su paso. Somos las personas las que tenemos que cuestionar nuestras motivaciones y tomar decisiones informadas y responsables.