Libros/ Yoga: una historia de amor de 25 años, fragmento de ‘Piensa bien y acertarás’

2024-11-06

Este es un libro, Piensa bien y acertarás, con un subtítulo muy oportuno en estos días: Compasión, mindfulness y otros refugios para mantener la esperanza en el mundo de hoy. Su autora, Natalia Martin Cantero, nos obsequia con este fragmento que nos hace desear seguir leyendo el libro. Ed. Plataforma. PVP: 16,15€

piensa bien

Enseñé mis primeras clases de yoga en la charcutería. No es que hiciéramos la postura del perro boca abajo entre jamones y chorizos; llamábamos así a una pequeña sala en el segundo piso, encima de un mercado en un barrio popular de Madrid donde se colaba un tufo carnívoro que procurábamos ocultar —malamente— con incienso y velitas perfumadas. No se me ocurre un espacio más desafiante para la práctica de yoga. Con su suelo de gélidas baldosas blancas, luz escasa que entraba por ventanas diminutas y mal selladas y paredes desconchadas, este espacio ofrecía un amplio abanico de incomodidades.

Que las clases continuasen por espacio de dos años me parece, visto en retrospectiva, milagroso. El entusiasmo que sentía por esta práctica y las ganas de compartirla me llevaron a empapelar las farolas del barrio para conseguir un número suficiente de alumnos y así pagar el alquiler de la sala y la canguro a cargo de mi hija. ¡La ilusión mueve montañas!

De la charcutería pasé a dar clase en un pequeño gimnasio exclusivo en la zona de Huertas, en el centro de Madrid, y de ahí a un estudio de yoga en el distrito de Chaoyang, una de las zonas más internacionales de Pekín, con cambiadores provistos con bañeras de hidromasaje, crema hidratante de marca y botellas de agua con o sin gas (…).

Hay muchos mitos sobre yoga, para muchas personas la puerta de entrada a la espiritualidad. Después de cerca de veinticinco años de aventuras en la práctica, creo que hay tantas formas de entenderlo como practicantes, y que se puede convertir en lo que tú quieras. Seguro que puede decirse algo parecido de otras disciplinas cuando uno tiene un largo recorrido con ellas y las va haciendo suyas. Mi esterilla es el lugar donde puedo refugiarme, allá donde esté, y también mi propio laboratorio que me permite hacerme preguntas importantes, sin miedo y sin tener que dar cuentas a nadie más que a mí misma. ¿Qué es lo que se está cociendo ahí dentro, cuando me siento contenta y triste a la vez? ¿Qué son estas emociones, esos pensamientos, esas paradojas que me regala la vida? ¿Cómo están afectando mis hábitos a mi salud? ¿Con quién y por qué me comparo? ¿Qué es lo que no cambia? ¿Qué es lo que de verdad me importa?

Las asanas o posturas de yoga son un molde para el autoconocimiento, para hacerse esas preguntas y encontrar respuestas que no llegan desde la mente compulsiva sino desde el cuerpo, que siempre está en el presente. El cuerpo no rememora ni anticipa. A través de la observación de ese paisaje exterior que son las posturas puedes recoger información importante sobre lo que está ocurriendo dentro de ti: tu tono emocional, energía, apertura de corazón. De todo eso puede informarte la práctica de yoga si estás dispuesto a ello.

Como los patines de los niños, que se alargan según va creciendo el pie, el yoga se va adaptando a tu cuerpo. Nos acompaña cuando somos jóvenes, fuertes y ágiles, y también está ahí en el declive de esa energía y fortaleza. «El cuerpo es mi templo, y las asanas son mis oraciones», decía B. K. S. Iyengar, fundador del estilo clásico que lleva su nombre. La práctica de yoga es, por tanto, una expresión de amor al cuerpo, y también de gratitud. Es esa intención lo que lo define, y el proceso de escucha para traer a la superficie la verdad interior.

Algunas posturas que eran inaccesibles inicialmente se vuelven fáciles con el tiempo, mientras que otras marcan el límite de lo posible y ofrecen una gran resistencia. Este es un terreno muy fértil. El yoga nos enseña que, con frecuencia, los lugares donde encontramos más resistencia —diferentes para cada uno— son también aquellos donde descubrimos la mayor liberación: el aprendizaje llega a confrontar los asuntos más problemáticos para nosotros, y salir de nuestro pequeño mundo fundamentado en gustos y aversiones. Alcanzar un espacio donde no estás, constantemente, tratando de librarte de las cosas que no te gustan y de atraer las que te agradan procura una enorme libertad. Las posturas de yoga sirven para caminar en esa dirección porque te sacan fuera de tus hábitos, de esa forma fija de moverte, compararte, evaluar, relacionarte. La práctica de yoga también funciona como un espejo en el que reconocer nuestras tendencias a la competitividad, al control o a la pereza. Todo esto se refleja en la esterilla.

Me maravilla comprobar una y otra vez cómo el simple acto de extender la esterilla allá donde esté es con frecuencia suficiente para modificar mi punto de vista, mi predisposición para afrontar las cosas y, en última instancia, mi estado de ánimo. «Practica y todo lo demás llegará», dice una de las máximas más conocidas. Puedo hacer algo para cambiar, recoger fuerzas y transformarme que solo depende de mí. He aquí un refugio verdadero y seguro.

Natalia Martín Cantero es periodista y docente universitaria. Profesora de yoga e instructora del Entrenamiento para el Cultivo en la Compasión.
Autora de Piensa bien y acertarás, que puede adquirirse en las librerías.