Si soy un ser de luz, ¿por qué no recuerdo nada de mi pasado? ¿Por qué no puedo utilizar mi energía luminosa ni mi lúcida inteligencia? ¿Por qué soy esclavo de una mente material que me controla y condiciona?
¿Soy o no soy un ser luminoso? Esa es la cuestión. Escribe Pedro López Pereda
En cierta ocasión, durante un sueño lúcido, se me apareció el ser inmaterial de una persona muy querida para decirme que su cuerpo físico estaba gravemente enfermo. Cuando le conté ese sueño a mi pareja decidimos suspender parte de nuestras vacaciones y prepararnos para lo que iba a acontecer. Sabíamos por experiencia que aquello iba a ser real y que en pocas semanas tendríamos que pasar una dura etapa de hospitales, de falta de sueño y de profunda aflicción emocional.
Poco tiempo después nos llegó la fatídica llamada de los servicios de urgencia sanitarios, de manera que salimos hacia el hospital y comenzó una etapa de operaciones y convalecencias que ocasionaron un serio menoscabo en la salud y en el aspecto de aquella persona. Todo esto me hizo preguntarme: si como vi en mi sueño, en nuestro interior somos un increíble ser de luz, ¿por qué tenemos tantas limitaciones?
La respuesta de Patanjali
Aquella dura experiencia nos sirvió para comprender mejor el significado del sutra 50 del capítulo III de los aforismos de Patanjali: “Solo por el conocimiento de la conciencia de la diferencia entre chitta (la sustancia mental) y purusha (el ser) sobreviene la supremacía sobre todos los estados y formas de la existencia…”.
Aquella etapa de mi vida me ofreció la posibilidad de tomar conciencia de la cuestión que abordamos en este artículo, la gran diferencia que existe entre nuestras envolturas: aquello que sufre, que se deteriora, que vive en el tiempo, que enferma… y aquel ser luminoso, sensible, inteligente que irradia amor y tiene la imagen más hermosa que podemos imaginar.
Analogía del cuarto oscuro: el origen de nuestras limitaciones en el plano físico
Para comprender mejor por qué los seres humanos estamos tan limitados nos tenemos que trasladar al año 1604 cuando Kepler publicó su tratado sobre la luz: Ad Vitellionen Paralipomena. En este tratado definió y expuso sus conclusiones sobre el cuarto oscuro. Con el tiempo, este cuarto oscuro se convirtió en una clara analogía de nuestra existencia en este plano tan alejado de la luz:
Para crear la oscuridad (el cuarto oscuro), la Luz se dividió en las tres gunas que configuraron el universo físico: Tamas (la energía de la luz roja), Rajas (la sensibilidad) y Sattva (la inteligencia sensible a la luz). En este cuarto oscuro podemos trabajar con un haz de supraconciencia o, lo que es lo mismo, podemos experimentar la luz.
Pero en este proceso es esencial entender que si un ser de luz entra directamente en un cuarto oscuro, todo el material fotosensible quedaría velado, inservible. Por este motivo, cuando nos encarnamos en este plano físico, lo primero que hacemos es someternos a un proceso de “aislamiento” con el fin de proteger de nuestra exposición luminosa todo ese material fotosensible que configura Sattva:
Nace Annamaya, nuestro cuerpo físico
Podemos decir, por consiguiente, que los seres de luz que entramos en este plano físico recibimos un “baño” completo de luz roja de baja frecuencia (la más alejada de la luz blanca en el espectro visible, que afecta muy poco al material fotosensible) y que se materializa en un cuerpo físico formado en la evolución de nuestro universo para resguardar toda nuestra esencia luminosa y formar Annamaya, nuestra primera envoltura.
Annamaya dispone de todo lo necesario para experimentar la luz de forma tangible, de manera que incluso podemos tocar una imagen luminosa plasmada en un soporte (fotografía, monitor…), algo inalcanzable en nuestro plano superior. También podemos trasladar esas imágenes por aire o por cables a diferentes monitores en todo el planeta.
Pero Annamaya también tiene la capacidad de generar pensamientos y sentimientos, de controlar cómo aprendemos y cómo recordamos, y hasta nos permite ser autónomos, movernos y alimentarnos…
Origen de Pranamaya, la energía física
Lo siguiente que descubrimos al pasar al cuarto escuro es esa energía en forma de luz roja que configura la segunda envoltura, Pranamaya. Al no poder utilizar la infinita energía luminosa (velaría todo), el plano oscuro se cubre de esta energía básica compatible con el material fotosensible de Sattva, como ocurre en un cuarto oscuro de fotografía con su tenue luminaria rojiza.
Esta energía tamásica, se transformó en la materia que encontramos en este universo físico.
Aparece la sutil mente: Manomaya
Posteriormente, en el cuarto oscuro, nos encontramos con un extenso “carrete fotográfico” con miles y miles de secuencias e imágenes capturadas en su “película”, que denominamos Manomaya, la mente. Estas imágenes conforman todo lo vivido por miles de generaciones previas y configuran nuestro mundo emocional, nuestra dicha y nuestro sufrimiento, y son la base de nuestros instintos, de nuestros hábitos y de nuestras creencias.
Estas “imágenes” mentales nos afectan profundamente y solamente las superamos cuando las “revelamos con la luz de la ampliadora” (la supraconciencia) y con ella las gestionamos.
Emerge la revelación: Vijnanamaya y Anandamaya
En el núcleo de nuestro cuarto de revelado se encuentra nuestro centro de trabajo, Vijnanamaya, donde se encuentra la ampliadora computarizada que proyecta con su luz las imágenes de la mente al papel fotosensible o las digitaliza (aquí se experimente la relación de Sattva con la supraconciencia). Esta “reveladora”, que tiene una fuente de luz del plano superior, es la que llamamos Anandamaya y origina las revelaciones (las canalizaciones, las intuiciones…) que nos ayudan a descubrir y mantener nuestro camino de autorrealización.
Llegamos a la cuestión: ¿Por qué no recuerdo nada de mi pasado como ser espiritual? ¿Por qué pienso con la mente y no utilizo mi inteligencia luminosa?
Como ya hemos comentado, al entrar en el cuarto oscuro me encarno en ese sorprendente “piloto automático” que son mis envolturas y me olvido de mi esencia. Recordemos que lo primero que hacemos es someternos a un proceso de “aislamiento” total con el fin de proteger de nuestra exposición luminosa al material fotosensible de Sattva, recibiendo un “baño” completo de energía roja de baja frecuencia que se materializa para cubrir toda nuestra esencia luminosa.
Los efectos de este aislamiento son los siguientes:
– Me muevo, obro y actúo con una energía de baja frecuencia compatible con el plano oscuro.
En este universo, utilizar una energía superior sería similar a aplicar directamente una energía de alta tensión en la red eléctrica de nuestras casas: lo quemaría todo. La energía luminosa solo se puede utilizar a través de Pranamaya, nuestro transformador, cuando los chacras han alcanzado un nivel de armonización moderado.
– Utilizo la memoria física, ya que es necesaria en un plano de tiempo-espacio donde existe un pasado que recordar, pero que no se necesita en el plano superior donde vivimos un presente eterno. Este punto es difícil de imaginar, comprender y explicar dentro de este mundo físico. Es como si un personaje de dos dimensiones tuviese que comprender que es un volumen.
– Empleo constantemente toda la información que necesito de la mente física.
Para garantizar mi supervivencia, manomaya (la mente) guarda todas las referencias genéticas de miles de generaciones. Sin esos datos no sabríamos de que modo andar, que comer, como respirar o actuar… y lo que es más importante, con toda seguridad no habría sobrevivido nuestra especie al proceso evolutivo del plano físico.
– Razono con una inteligencia limitada que me permite integrarme y convivir con el resto de la naturaleza, creciendo de forma ordenada en conciencia física y supraconciencia. Nuestro desarrollo rajásico y sáttvico se relaciona directamente con el proceso evolutivo del nacimiento de una conciencia física (rajásica) y la expansión de la supraconciencia (sáttvica).
Integrarnos en un “avatar” formado de envolturas protectoras, es un sistema seguro para experimentar un medio físico extraño y ajeno, pero tiene como contrapartida que me separa totalmente de nuestra verdadera esencia luminosa. Esta contrapartida nos permite empezar desde cero en el este proceso que nos lleva a darnos cuenta de que nos estamos damos cuenta.
El nacimiento del yoga
Gracias a los conocimientos recibidos a través de su propia evolución, los primitivos maestros descubrieron nuestras envolturas y tuvieron acceso a las revelaciones del pequeño flujo de luz que nos llega del plano superior. De esta forma, desarrollaron técnicas eficaces que les conectaban o unían, a modo de puente, con su propio ser:
- Observaron su entorno, desarrollaron ásanas que mantenían flexible y “permeable” la capa de luz roja materializada que cubría nuestra esencia luminosa, lo que les permitía ser conscientes de su verdadera esencia.
- Con estas posturas abrieron en su cuerpo físico espacios que activaban sus chacras, a la vez que les permitía ejercitar conscientemente la respiración y ascender sus logros a Sahasrara.
- Paralelamente, fomentaron la atención y descubrieron la meditación para cohabitar en paz con su mente, expandir su supraconciencia y forjar el puente que les uniría directamente con el ser.
De esta manera, en este plano físico se abrió la posibilidad de poder pensar desde el propio ser, de identificarnos con él, de conectar con la sabiduría universal y de utilizar de forma controlada la energía luminosa para crecer y evolucionar conscientemente. A esa disciplina se la denominó yoga y se alcanza cuando somos capaces de convertir en luz lo que ya era luz y de restringir las fluctuaciones de nuestra mente, que nos dominan y nos impiden avanzar por el camino de la iluminación.
Pedro López Pereda. Creador del centro Namaskar de yoga y autorrealización en la línea de Antonio Blay. Presidente de la Fundación Yoga y de la Asociación Yoga Meditativo. Miembro de la Asociación Nacional de Profesores de Yoga. Maestro de Reiki.
Ha publicado, entre otros libros: El mandala oculto (2017), El cuenco vacío (2018) y Las leyendas del Yoga. El origen mitológico de la meditación, el pranayama y las posturas de yoga (2021).