¿Puede el yoga ayudar y lograr una transformación en personas que están experimentando vivencias de marginación del sistema establecido como válido? Estos son los resultados de mi trabajo tras analizar el impacto de la práctica de yoga en quienes se encuentran en procesos de exclusión social. Escribe Mayte Illán Martínez.
Hace más de una década descubrí los múltiples beneficios que aporta la práctica de yoga. Con la inquietud de adentrarme por la senda de esta disciplina milenaria, realicé una formación de instructora de yoga en la Escuela de Yoga Dhyana de Murcia, que dirige Juan Ortiz. Uno de los requerimientos de dicha formación era realizar un trabajo que profundizara en alguna faceta relacionada con la práctica de yoga.
Inmersa en la espiral del ajetreado ritmo diario, el yoga me ha brindado la oportunidad de recrearme en la quietud y en ella escuchar mi cuerpo. Así he aprendido a conocer sus límites y fortalezas, a tomar conciencia de la importancia de la respiración, a equilibrar el cuerpo al compás de la mente, a serenar mis emociones volviendo la mirada hacia el interior. He conectado con mi verdadera esencia entrando en una dimensión más espiritual y generando una transformación interior que se completa cuando se proyecta en el exterior, al ser compartida con los demás. Es entonces cuando doy lo mejor de mí misma enfocándome en la mejora colectiva.
El impulso de cruzar y conectar dos caminos, yoga y exclusión social, vino motivado por mis más de 30 años de formación y experiencia profesional en el ámbito del Trabajo Social, en contacto directo con personas que han vivido procesos de vulnerabilidad y/o exclusión social y mi experiencia personal como practicante de yoga.
Desde esta trayectoria profesional y personal surge la cuestión de si la práctica de yoga puede ayudar y lograr una transformación en personas que están experimentando vivencias que las sitúan socialmente fuera del sistema establecido como válido. Por ello, centré el objetivo de mi trabajo en analizar el impacto de la práctica de yoga en quienes se encuentran en procesos de exclusión social.
Indagando, en una primera consulta de las publicaciones existentes, detecté la existencia de experiencias en algunos centros penitenciarios, en institutos de educación secundaria con alumnos de educación compensatoria, con personas con discapacidad física (limitaciones leves de la movilidad corporal), discapacidad sensorial (personas invidentes), menores diagnosticados con trastorno del espectro autista, etc. Necesariamente tuve que acotar con el fin de profundizar en algunas de ellas.
Para poder realizar un trabajo de campo que le diera riqueza al estudio, opté por experiencias a las que tuviera fácil acceso por la cercanía geográfica. Por ello, el objeto de estudio se centró:
–Por un lado, en personas que se encuentran cumpliendo penas privativas de libertad en centros penitenciarios y asisten a clases de yoga en las dos prisiones de la Región de Murcia.
–Por otro lado, en adolescentes con trayectoria de fracaso escolar que recibían clases de yoga en el medio educativo-formativo, en el Ayuntamiento de Murcia.
Yoga en centros penitenciarios
He de poner en valor la colaboración de los profesores de yoga que, tanto en el ámbito penitenciario como en el educativo, me facilitaron acercarme a las experiencias y obtener información directa e indirecta (a través de ellos). Mi gratitud infinita.
Tras un rastreo bibliográfico y análisis de datos cualitativos facilitados por esos profesores de yoga que, de forma voluntaria, impartían clases a los internos/as de los dos centros penitenciarios más cercanos, expongo de forma resumida algunas conclusiones:
• El internamiento en centros penitenciarios tiene consecuencias y efectos en las personas que lo viven y dificulta en sí su proceso de reinserción social. Esas consecuencias pueden ser de tipo somático y psicosocial. La práctica de yoga dentro de la prisión atenúa algunos de esos efectos y facilita momentos de bienestar en las personas internas que acuden a las sesiones, dotándolas de herramientas para incorporar a su vida diaria dentro de prisión y cuando salgan de ella.
• El voluntariado de instructores/profesores de yoga que imparten clases en las prisiones se va consolidando paulatinamente. A su vez, los centros penitenciarios se hacen eco de los beneficios que la práctica les reporta a los internos facilitando el desarrollo de la misma. Las valoraciones que hacen las personas que acuden a las clases de yoga son positivas, poniéndolo de manifiesto en una actitud de gratitud hacia el profesor/a, de respeto a los compañeros durante la clase, de reconocimiento de los beneficios a nivel físico, a nivel psíquico y a nivel emocional que les aporta, durante la hora y media aproximada que dura la sesión una vez por semana.
• En lo que coinciden quienes imparte las clases de yoga en el medio penitenciario es que este es un acto de amor en el que ellos reciben mucho más de lo que dan.
Yoga en el fracaso escolar
Con respecto a adolescentes con trayectoria de fracaso escolar que han recibido clases de yoga en el medio educativo-formativo, los resultados obtenidos (tras la consulta de publicaciones, el análisis de los datos cuantitativos y cualitativos obtenidos de los alumnos de los programas de Cualificación Profesional Inicial (actualmente Formación Profesional Básica), la aportación de las profesoras que impartían yoga y de la observación directa) fueron los siguientes:
• El sistema educativo-formativo español ha ido previendo diferentes apoyos para alumnos/as que no logran seguir el ritmo de los contenidos impartidos en el aula. Aun así, por la insuficiencia y/o ineficacia de dichos apoyos, por motivos personales de los estudiantes, que son internos y externos al propio sistema educativo, algunos/as se van quedando fuera de la ruta reglada.
• La valoración de los alumnos/as fue positiva con respecto a las clases de yoga que recibieron, ya que en un alto porcentaje (por encima del 75%) reconocieron beneficios físicos y psíquicos: les ha permitido calmar el ritmo acelerado del día a día, su estado de ansiedad, de ira y frustración, muestran respeto por los compañeros y por las profesoras, el ambiente en clase es sereno en adolescentes rodeados de conflictos personales y problemas sociales.
• Por parte de las profesoras de yoga, el balance de la experiencia también fue bueno, ya que consiguieron mantener en el alumnado un alto nivel de motivación: asistencia regular a clase, implicación por parte de los alumnos en avanzar en la mejora de la construcción de ásanas, de control de las técnicas de pranayama, en la incorporación de mensajes positivos a la hora de expresar cómo se sentían, etc. Para ellas fue un reto cuyo éxito resultó incuestionable.
Para finalizar, concluir afirmando que el impacto de la práctica de yoga en personas que se encuentran en un proceso de exclusión social es muy positivo dado que:
–Les permite detenerse y centrar el foco de atención en algo diferente a la espiral de problemas o dificultades en los que se sienten envueltos/as, logrando momentos de bienestar y, en algunos casos, conlleva una transformación interior.
–Favorece la flexibilidad, no sólo de sus cuerpos, sino también de sus mentes, distendiendo tensiones físicas y suavizando rigideces mentales, con la toma de conciencia de la importancia del control de la respiración.
–Inician un proceso de desidentificación con el mundo exterior, lo que les permite acercarse a la esencia del sentido de su existencia y a experimentar la interconexión con quienes les rodean, al compartir experiencias gratificantes.
–Incorporan en su día a día momentos de silencio para dirigir la mirada hacia dentro, para sentirse, para escucharse, para conocerse mejor. La práctica de yoga va dejando un poso en ellos/as a nivel interno, lo que les resulta útil en el momento presente y para el resto de sus vidas.
Se confirma, por tanto, la hipótesis planteada desde el inicio, constatando que la práctica de yoga favorece tanto el proceso de reinserción de las personas internas en centros penitenciarios como el de adolescentes con trayectoria de fracaso en el sistema educativo reglado.
Me he animado a compartir estos dos ejemplos, pero seguro que hay multitud de experiencias en otros ámbitos, en los que el impacto del yoga en los procesos de vulnerabilidad/exclusión social es muy positivo. ¿Conoces más experiencias? ¿Te animas a compartirlas?
Mayte Illán Martínez. Profesora de yoga y trabajadora social.