«La comprensión evidencial de que con la muerte no termina todo, de que la conciencia sigue existiendo en otras dimensiones de la realidad, de que esa conciencia ha tenido experiencia en otros cuerpos, en vidas anteriores, de que somos una chispa inmortal, un ser de luz eterno que está atravesando una experiencia humana, transforma por completo nuestra visión de la vida, de su sentido, su sacralidad, su propósito». Compartimos esta entrevista que nos remite Bibiana Ripoll.
Vicente Merlo es el autor de un libro reciente: Eres inmortal (Siglantana). Doctor en filosofía, ha vivido varios años en la India, especialmente en el áshram de Sri Aurobindo en Pondicherry. Fue socio fundador de la Sociedad Española de Estudios Índicos y Orientales (SEIO), así como de la Asociación Transpersonal Española (ATRE).
Es autor de una veintena de libros, entre los que podemos destacar: El yoga integral de Sri Aurobindo (Siglantana), Meditar en el hinduismo y el budismo, Espiritualidad transreligiosa, Meditar es descansar en el ser: meditación esencial y meditación integral, Del Rap a la Meditación: conversaciones entre hijo y padre y Buscadores de sentido: guía para el explorador psico-espiritual.
Pregunta: ¿Qué te inspiró a escribir sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM)?
Vicente Merlo: Escuchar a varias personas la descripción de su ECM me impactó, comencé a leer sobre ello y, más tarde, a impartir algunos cursos.
P: ¿Y sobre la inmortalidad del alma?
V. M.: Me llevó a escribir sobre ello mi propia búsqueda interior a través de la filosofía primero, del hinduismo después, del budismo más tarde y, finalmente, de las enseñanzas esotéricas contemporáneas. Siempre he tenido la impresión de que nos jugábamos mucho con la respuesta a si las ECM eran auténticas.
P: ¿Cuál es tu opinión sobre el escepticismo que rodea a las experiencias cercanas a la muerte?
V. M.: Lo entiendo perfectamente, pues pasé por esa etapa de identificación con el paradigma cientificista, materialista, reduccionista, desde el cual algo así como las ECM es impensable, incomprensible, inaceptable. Pero justamente la investigación científica de los últimos 50 años está mostrando que las hipótesis ofrecidas desde ese escepticismo a la hora de explicar las ECM (anoxia, hipoxia, efecto de ciertas sustancias químicas, epilepsia del lóbulo temporal, alucinaciones, expectativas personas y culturales, etc.) son totalmente insatisfactorias e insuficientes.
P: ¿Cómo explica que la conciencia exista independientemente del cuerpo?
V. M: Las ECM, pero también otros muchos fenómenos llamados “paranormales” o “parapsicológicos”, no encajan en el modelo dominante, presentan “anomalías” inexplicables. El materialismo (monista o emergentista) pone de manifiesto una relación de la conciencia con el cerebro muy distinta de la defendida por las neurociencias: la telepatía, la clarividencia, la visión remota, la precognición, la proyección extracorpórea, los recuerdos verificados de vidas anteriores, por tanto la reencarnación, el fenómeno de las “canalizaciones”. Todo ello se explica mejor con la teoría del filtro, formulada ya por William James y Frederic Myers y defendida hoy por científicos como Pim Van Lommel, Bruce Greyson, Eben Alexander, etc. El cerebro no sería el productor de la conciencia, ni esta un epifenómeno, un subproducto de aquel, sino una especie de válvula reductora, un filtro que solo permite pasar una mínima cantidad de información. En algunos de los fenómenos indicados, la conciencia individual puede tener acceso al campo de la conciencia infinita, al campo akáshico, al vacío cuántico, al espacio no-local, a la realidad no-dual de la que somos partes, hologramas de la totalidad.
P: ¿Cuál crees que es el impacto más significativo de las experiencias cercanas a la muerte en la sociedad actual?
V. M.: El poder transformador que tienen en la mayoría de quienes pasan por ella: la pérdida del miedo a la muerte, que se revela como solo un tránsito a otro estado de la conciencia, del sujeto autoconsciente o alma. La transformación positiva y duradera que puede observarse: una mayor sensibilización y respeto hacia la naturaleza, hacia los animales, un mayor cuidado amoroso y compasivo de las demás personas, el despertar de ciertas facultades hasta entonces no activadas (visión áurica, visión remota, clariaudiencia, capacidad de sanar a otros con energías sutiles, etc.).
P: ¿Cómo crees que la comprensión de la muerte puede influir en la forma en que vivimos nuestras vidas?
V. M.: La comprensión evidencial (o la creencia firme) de que con la muerte no termina todo, de que nuestra conciencia sigue existiendo en otras
dimensiones de la realidad, de que esa conciencia ha tenido experiencia en otros cuerpos, en vidas anteriores, de que somos una chispa inmortal, un
ser de luz eterno, que está atravesando ahora una experiencia humana, transforma por completo nuestro visión de la vida, de su sentido, de su sacralidad, de su propósito.
P: ¿Crees que la ciencia puede ser una aliada para dar credibilidad a las ECM?
V. M.: Sí, creo que está llamada a serlo, que está avanzando cada vez más. Pero, al mismo tiempo, no se trata de seguir manteniendo al método científico como el único modo de conocer la realidad (esto es la creencia del cientificismo), sino de descubrir otros modos de conocer cómo son las cosas, para no depender tanto de la ciencia, que es un fantástico método pero con limitaciones que va descubriendo.
P: ¿Qué pasa cuándo mueres?
V. M.: Al morir, la conciencia anímica pasa a otra dimensión menos material, menos densa, y dentro de este “cosmos multidimensional” en el que vivimos se dirige con una precisión matemática, según su frecuencia vibratoria a ese nivel o plano de la realidad que coincide con su vibración anímica y sutil (de los cuerpos sutiles: emocional y mental, que durante un tiempo sigue llevando consigo): el plano astral (inferior, medio o superior), el plano mental (en sus distintos subplanos), el plano anímico o plano de la esencia, etc. Y allí, siguen una serie de actividades. Tras reencontrar a los seres queridos fallecidos (como sucede también en las ECM) y a ciertos guías y maestros, se revisa la vida pasada, para aprender de ella (como en las ECM), y uno tiene la ocasión de entrar en lugares como templos de sanación energética, aulas de aprendizaje, templos universidades de sabiduría, en los que se puede investigar, leyendo los registros akáshicos, donde queda registrado todo cuanto ocurre, o asistiendo a las enseñanzas de maestros de sabiduría y compasión, para ir preparando también la vida siguiente, si el alma tiene que volver a encarnar (como en la mayoría de los casos) o decide hacerlo (quizás para continuar sus experiencias o para enseñar a otros en el mundo físico-material, encarnado de nuevo). La riqueza de esos mundos superiores resulta inimaginable para nuestra comprensión actual.
P: ¿Qué te gustaría que los lectores se llevaran consigo después de terminar tu libro?
V. M.: La esperanza en que la muerte no es final de nuestra existencia personal, la confianza en el sentido de la vida, el anhelo de saber cada vez con mayor claridad el propósito que guía todo cuanto sucede, la gratitud por intuir que nos hallamos en un universo extraordinario que se encamina hacia una existencia más libre, luminosa, amorosa, compasiva y creativa que la que generalmente estamos viviendo ahora.