El Yoga Restaurativo es una excelente oportunidad para “restaurar” la relación entre acción y relajación. El ritmo inadecuado de la vida diaria, los efectos del agotamiento, las dolencias y algunas emociones como el miedo, convierten la acción en tensión y la capacidad de relajarse en dejadez o desidia. Escribe Mayte Criado
Son tiempos en que lo vital se ve desestabilizado por muchos motivos; las energías que el cuerpo despliega comienzan a moverse en los extremos, en los excesos y en el desequilibrio. Regularlas a través de un yoga que proponga la ralentización en los movimientos, la posibilidad de abrir lo que está cerrado a través de posturas pasivas y semipasivas con soportes, es fundamental.
El Yoga Restaurativo pretende evitar y/o aliviar las condiciones que terminan por generar esas situaciones tan actuales que se identifican con la depresión, la tensión crónica, el dolor de espalda o la pérdida del sentido de la vida.
Las prácticas y las enseñanzas de yoga tienen que ver con el desarrollo de un estado de presencia y un contacto directo con aquello que somos y con la realidad de nuestras vidas. No importa si lo que somos en el presente está plagado de confusión, negación, cansancio o dolor. Dar la espalda a esa realidad cambiante es negar de alguna manera nuestra naturaleza humana. Lo más importante, es que dicho contacto con nosotros/as mismos/as, a través del reconocimiento o la toma de conciencia de nuestra propia existencia, es la vía que nos proporciona las claves de una verdadera transformación.
En este sentido, el Yoga Restaurativo tiene como principal objetivo proporcionarnos un contacto profundo con las sensaciones que nos devuelven la capacidad de comprender y generar las actitudes que restablecen el espacio para que algo se mueva y cambie. Se trata de parar. Todo lo que propone un yoga auténtico trata de enseñar a detenerse y a ofrecernos el tiempo para mirar lo real que hay en nuestras vidas. Por tanto, el Yoga Restaurativo comienza allí donde la pasividad del cuerpo genera oportunidades para sentir resistencias o dolor. Nos brinda propuestas para darnos el tiempo necesario de recuperar el sentido de la relajación, reconquistar la serenidad y obtener equilibrio físico, energético, emocional, mental e interior.
Despiertos y relajados
La sesión de Yoga Restaurativo, tal y como yo la concibo, es precisamente una ocasión para recuperar el sentido de aquello que nos beneficia de forma concreta, según las propias peculiaridades, las características funcionales y fisiológicas que tengamos, los patrones que hayamos creado mientras nos hemos defendido del malestar, e incluso según las dolencias que se hayan podido generar en nuestras vidas.
Vivimos un mundo que nos exige, casi continuamente, esfuerzos y actitudes extremas, también en relación al dolor, al cansancio y a los retos personales y sociales. Estamos viviendo una situación muy compleja en estos momentos en el mundo. Muchas veces, nos encontramos incluso realizando un gran “esfuerzo para parar o para activarnos”, como si se tratara de un ítem más en la lista de retos y deberes a cumplir durante el día. Todos coincidimos en ello, es decir, todos acusamos parecidos bloqueos e igual agotamiento. Creo que las claves que el yoga nos da para recuperar los mecanismos orgánicos que nos devuelven la vivencia de la serenidad, o que nos proporcionan la capacidad de responder a la vida con salud, ecuanimidad y libertad, son más importantes que nunca. El Yoga Restaurativo se propone como una vía para actualizar estos recursos y reconectar con la capacidad vital de estar en la acción con relajación y en la relajación sin colapso.
Sabemos que la habilidad para relajarnos es completamente natural en un ser humano. Incluso la fuerza de gravedad se convierte en una gran aliada del cuerpo cuando soltamos la actividad muscular. Pero en cierto modo, hemos perdido el contacto con ese potencial orgánico del descanso reparador. También hemos perdido las sensaciones que identifican la tan “buscada” paz mental.
Permanecer despiertos y al mismo tiempo relajados es todo un reto. Poder atender a tanta incertidumbre, y en muchos casos, a tanto trabajo y sufrimiento, sin perder la fortaleza y la calma, nos parece estar a la altura solo de grandes yoguis o personas especiales. Sin embargo, deberíamos tener el tiempo de poder acceder a eso que llamamos mundo interior, incluso en la simplicidad del contacto con lo que sentimos. Tendríamos que ofrecernos un tipo de cuidado que nos dejara ir disolviendo los impedimentos y los extras que añadimos al dolor y a los miedos, para que por sí mismos se sustituyan por claridad, lucidez y armonía. Entonces estaríamos en condiciones de responder en el cuerpo y en la mente con todos sus potenciales orgánicos, inherentes a nuestra naturaleza. Ello nos haría sentir plenamente restaurados y presentes. Este es el proceso de desarrollo de la conciencia que el Yoga nos propone.
Reconexión sensible con lo vital
El método de Yoga Restaurativo que yo misma he creado y enseño, propone una reconexión sensible con lo vital. Busca generar el equilibrio perdido entre las cadenas nerviosas simpáticas y parasimpáticas; se ocupa de ralentizar los tiempos que dedicamos a identificar sensaciones; nos ayuda a profundizar sobre aquello que verdaderamente está actuando en nosotros en un momento dado, y que nos impide un estado más relajado y armonioso. En la medida en la que damos espacio a esta vivencia, tanto el cuerpo como la mente se llenan de conciencia, es decir, de vida.
El Yoga Restaurativo propone posturas, movimientos y formas sensibles para estirar y estimular el cuerpo cancelando cualquier atisbo de exigencia. El objetivo es generar conciencia sensorial, memoria orgánica y revitalización de lo natural y de lo coherente en nuestro organismo. El sufrimiento humano se convierte en muchos casos o se acompaña del dolor físico o de las enfermedades, y siempre, de las emociones y los condicionamientos que causan la esta desconexión vital, el desequilibrio orgánico y el desgaste energético.
Para el método que propongo de Yoga Restaurativo, esta desconexión puede hacerse presente trabajando con las sensaciones y creando inteligencia sobre ellas a través de las posturas pasivas. Cuando una persona no siente o no se permite sentir o incluso añade sus emociones a las sensaciones del cuerpo, se inhabilitan sus capacidades vitales. Pero el ser humano tiene recursos naturales que los ritmos de la gran modernidad le está arrebatando. Nunca paramos. Funcionamos como si algo en nosotros estuviera olvidándose de reconocer, en nuestras respuestas internas, aquello que nos aligera o nos sana. Tanto es así, que hemos llegado al punto de normalizar el dolor y la infelicidad.
Consideramos el sufrimiento como una fuente de aprendizaje, pero en cierto sentido, nadie se lleva bien con el sufrimiento y no siempre implica una enseñanza de la cual salimos más sabios. Muchas veces, el sufrimiento nos instala en un bucle sin salida. Otras tantas, no contamos con herramientas para afrontar situaciones que sobrepasan nuestra comprensión.
Recuperar la escucha de lo que somos
El esfuerzo mental que el sufrimiento impone, así como el propio proceso de atravesarlo para llegar a una aceptación verdadera, está acompañado de luchas internas e incluso de autoimposiciones que logran el objetivo de incorporarnos a una nueva actitud de vida, pero nos deja exhaustos y, yo diría, autoengañados. Por una parte, la mente intenta –y consigue– generar la actitud requerida, pero, por otro, el cuerpo no pierde en ningún momento el sentido de rechazo ante tal autoexigencia y elaboración. La memoria de aquello que en la mente se desea olvidar o transformar de manera obligada y autoimpuesta, se queda presente en el cuerpo que responde a la realidad por su cuenta. Sería magnífico si pudiéramos tratar de conectar con las señales y los mensajes del cuerpo. Algo así como poder ofrecer la propia presencia allí donde el cuerpo habla. Es una forma de autocuidado que se torna una práctica profunda de conciencia.
Ya ha quedado más que demostrado que todos poseemos capacidades naturales para generar conciencia sobre lo que somos y sobre lo que sentimos, pero nos empeñamos en darnos la espalda a nosotros mismos. El Yoga Restaurativo es, en la práctica, una vía sensacional para devolvernos a la escucha de lo que somos y de la propia realidad.
Mayte Criado. Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga.
Más información en el Curso de Especialización de Yoga Restaurativo de la EIY
→Online, Inicio el 19 de febrero: Ver AQUÍ
→Intensivo de Semana Santa, presencial en Madrid. Inicio el 28 de marzo: Ver AQUÍ