El conocimiento ausente (I)

2024-01-30

Este artículo es preludio del libro de Simon G. Mundy Yoga, más allá de la mente pensante, y fue publicado en inglés en septiembre en la web oficial de Graham Hancock (el original en inglés puede verse al final del texto). Escribe y traduce Simon G. Mundy.

SimonGMundy copia

«Debido a que la ciencia tiende a estar tan compartimentada –con los científicos concentrando el foco de atención en áreas únicas, incluso aspectos únicos, de la investigación– permanece fragmentaria e inconexa, careciendo de las conexiones más amplias y generales. Si un número suficiente de personas se hace con media docena de supuestos todavía no conectados en las ciencias ¡el mundo entero podría cambiar!». Dimovic 1990 Londres.

Tuve la inmensa suerte de tener el padrino más brillante, innovador e ingenioso. Dedicó 67 años de su vida laboral a investigar incansablemente en la física, las matemáticas, las ciencias de la vida, la filosofía y la psicología, sin perder nunca su pasión por el arte, la música, la conversación amena y los buenos chistes. Después de una comida con amigos en la casa de los Dimovic en Serbia –tras la marcha de los invitados– él se quedaba relajándose en la sobremesa con los miembros de la familia y, bromeando, repasaban juntos cuáles de los queridos invitados cumplían los requisitos para unas «vacaciones» en una de las tres islas visibles en el mar Adriático desde el ventanal del comedor.

La primera isla se llamaba «la isla de los emocionales«, es decir, para todas esas personas que tienen la costumbre de alterarse continuamente por cualquier cosa y cuyos trastornos emocionales les impiden ver las cosas con claridad y objetividad.

La segunda isla se llamaba «la isla de los debes», es decir, para aquella gente que tiene la costumbre de decir a los demás «deberías hacer esto» o «deberías hacer aquello». A esta isla se añadían los criticones y los quisquillosos.

La tercera isla, la más pacífica, era la de los perezosos, los desmotivados, los que pierden el tiempo, los incapaces de hacer algo creativo y que se contentan con dejar que otros remen el barco de la vida.

Además, más lejos y fuera de la vista –lo que implica un mayor grado de destierro– había una cuarta isla especialmente reservada para los “ganadores de discusiones” –esas personalidades intratables de todos los ámbitos de la vida y profesiones que no están interesadas en absoluto en descubrir la verdad de las cosas, sino únicamente en ganar el argumento y promover su propia agenda y punto de vista.

 A cada una de estas islas, estos cuatro tipos de personalidad fueron «enviados» en sentido figurativo para divertirse interactuando entre sí, mientras que los que permanecían en tierra firme se dedican a la seria tarea de «averiguar la verdad de las cosas hasta donde esto es posible».

 ***

 Cualquiera que esté libre de estos cuatro rasgos de carácter, que reflexiona seriamente sobre las cosas, tarde o temprano llega a la convicción ineludible de que al ser humano –al menos por lo que se sabe de los registros pasados y presentes– le faltan varias piezas de vital importancia del rompecabezas del autoconocimiento.

Parece haber un conocimiento olvidado o una falta de comprensión que, a pesar de toda la inteligencia, toda la magia tecnológica y científica, mantiene a la inmensa mayoría de la gente encerrada en repetidos episodios de autoengaño y comportamientos negativos. Por comportamiento negativo entendamos el mal uso y abuso de nosotros mismos, de otras personas, del Mundo Natural de plantas, animales, insectos y todos los demás seres vivientes con los que compartimos el planeta e interactuamos. Las consecuencias de este mal comportamiento generalizado se extienden incluso al aire que respiramos, al agua que bebemos, a los ríos y a los grandes océanos.

Cualquiera que reflexione profundamente sobre el comportamiento de los seres humanos en este planeta –tanto el propio a partir de la experiencia subjetiva directa como del conocimiento objetivo obtenido de las historias pasadas y presentes de otras personas, comunidades y naciones– ha de ver que existe una contradicción flagrante y una continuada incoherencia entre lo que repetidamente anunciamos como lo mejor para nuestros intereses colectivos –orden, paz y armonía– y lo que en realidad ocurre con demasiada frecuencia –desorden, conflicto y desarmonía.

A modo de justificación o explicación, algunos pensadores señalan que la competición y el conflicto son la norma en la interacción humana, y no los intervalos de «paz», que con demasiada frecuencia se utilizan como pausas para preparar el siguiente conflicto.

En el pasado ha habido una serie de hombres y mujeres iluminados que dedicaron sus vidas a mostrar lo que podríamos estar haciendo en lugar de lo que estamos haciendo. Pero como grupo, estas personas excepcionalmente sabias parecen haber sido desterradas erróneamente a la “isla de los debes”.

Para justificar los ciclos perpetuos de conflicto, estos pensadores dicen: «bueno, es la ley de la selva: o ellos o nosotros; de todas formas, descendemos de los primates, ¿no es así? Mirad! ¡Ved cómo todo en el Mundo Natural se aprovecha y se alimenta el uno del otro!».

 De hecho, tanto en el mundo natural como en el humano (al menos en el nivel individual ordinario) la cooperación y la armonía son mucho más la norma, mucho más prevalentes, que la competición y el conflicto.

En el reino animal parece que, si los humanos no interfieren, toda la Naturaleza se lleva bien y florece en un equilibrio dinámico complejo, en constante ajuste pero perfecto. Los recientes confinamientos por el virus de la gripe en distintas partes del mundo han demostrado de forma inequívoca lo resiliente que es la Naturaleza si se la deja a su aire sin que interfieran las actividades humanas, incluso durante periodos de tiempo relativamente cortos:

  • delfines nadando en plácidos puertos
  • jabalíes deambulando despreocupadamente por las silenciosas calles de ciudades
  • aves exóticas posándose en tranquilos balcones suburbanos
  • águilas y buitres sobrevolando parques urbanos libres de humanos dando de comer a patos y cisnes.

 Desde una perspectiva de varios años en lugar de meses, la vida salvaje ha florecido de forma asombrosa en la zona prohibida de Fukushima tras la catástrofe nuclear del tsunami en Japón. Este delicioso florecimiento de la Naturaleza sin interferencias es aún más evidente en un periodo de tiempo más largo en la tierra de nadie entre las dos Coreas, llamada Zona Desmilitarizada de Corea (KDZ, por sus siglas en inglés). Se trata de una franja de tierra que cruza desde un lado de la península coreana, cerca del paralelo 38, hasta el otro lado. Esta zona tampón entre los dos países ha servido involuntariamente de escaparate de lo que ocurre cuando se deja a la Naturaleza a su aire durante más de 50 años. La KDZ tiene 250 kilómetros de largo y unos 4 kilómetros de ancho. A pesar de algunos incidentes e incursiones, esta importante zona ha permanecido inalterada, libre para evolucionar según el impulso inteligente e innato de la Naturaleza a optimizar. Se rumorea extraoficialmente que está «a punto de convertirse en un Jardín del Edén».

El DIM y la tendencia Dim

En la Naturaleza existe –desde las cosas más grandes hasta las de tamaño más diminuto– un principio ordenador que, en términos de mecánica, se señala en las 3 leyes de Newton. Estas leyes son de las más importantes en la física práctica y fundamentales para comprender la mecánica clásica. Llamarlas leyes del «movimiento» es un poco confuso para los estudiantes, porque lo que describen en realidad es el comportamiento de las cosas entre colisión o en colisión. En realidad, todas las cosas están siempre en movimiento, incluso cuando se dice que están relativamente quietas o en reposo. A menudo se ignora la presencia de la oscilación, la vibración y la rotación –así como el medio en el que todo esto tiene lugar–, pero eso no lo suelen indicar. Tampoco en psicología o fisiología se discute el funcionamiento de la 2ª y 3ª leyes de Newton, aunque el antiguo concepto indio del karma –la base de toda inteligencia moral y ética– parece originarse precisamente a partir de tal comprensión y conocimiento.

Este principio ordenador de la Naturaleza ha sido descubierto y estudiado tanto por investigadores antiguos como modernos. Se le ha dado muchos nombres. En algunas ciencias se le llama homeostasis. Pero la homeostasis no se limita a las situaciones fisiológicas y a la mecánica del equilibrio (leyes de Newton). Su acción es básica, fundamental y omnipresente en lugar y tiempo. La fuerza de su acción, su inteligencia, su influencia, su empuje, por lo que podemos deducir, es tan constante e implacable como la fuerza de la gravedad o las mareas de los océanos. De hecho, la gravedad es una de sus manifestaciones más evidentes.

Es esa fuerza del Mundo Natural que tiende a guiar las cosas hacia la mejor posición, hacia la posición de menor conflicto, hacia lo que llamamos «normal» o «correcto», hacia una posición de «equilibrio óptimo” dentro de las circunstancias y condiciones imperantes. Y luego mantiene esta mejor posición.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que lo que es «mejor» u «óptimo» puede tener poco o nada que ver con los juicios de valor o conceptos humanos sobre lo que es «mejor».

Es una dimensión adimensional** dinámica y cualitativa. Por eso hemos elegido llamarlo el DIM. Puede medirse, como en el caso de la temperatura corporal. O como en el caso de la gravedad. La tendencia Dim corrige activamente los desequilibrios y las perturbaciones a menos que lo impida una fuerza superior. Se puede ver que el DIM opera en toda la Naturaleza a todos los niveles –vibracional, elástico, mecánico, químico, eléctrico, electromagnético, nuclear, gravitacional– y por lo tanto también es observable a nivel psicológico, biológico, neurológico y orgánico.

La palabra y el concepto chinos del tao se acercan, pero resulta demasiado impreciso, y los escritores que lo utilizan parecen pasar por alto que el yin y el yang no son más que deformaciones del tao.

** por adimensional entiéndase independiente de tamaño o medición espacial. Apunta a lo cualitativo más que a lo cuantitativo aunque en algunos casos sea medible.

 Alinearse con DIM pues es la esencia de todo yoga

 Si no se interfiere con ello, si se le permite, esta inherente DIM y tendencia Dim tenderá a homologar el conflicto y la perturbación. Tenderá a calmar las condiciones de «excitación» –este aspecto se ve, por ejemplo, en las leyes relacionadas con la termodinámica. Su tendencia es calmar las cosas, llevarlas a un estado óptimo, guiarlas hacia la armonía, el no-conflicto, la facilidad, la tranquilidad, la quietud, el nirvana.

En Yoga más allá de la mente pensante  se apunta a un conocimiento perdido de psiquemecánica, cuyo desconocimiento incapacita a los seres humanos internamente para ver por dónde realmente van los tiros y en consecuencia nos impide externamente asumir y cumplir nuestro papel en el esquema de la Naturaleza –en el Mundo Natural– y, por tanto, de realizar nuestro completo potencial.

Los animales no parecen tener este problema, pero los humanos sí.

«La ubicuidad universal del código –su omnipresencia– no ha sido detectada por las ciencias, por lo que se ha pasado por alto su importancia central. La psicología apenas menciona el código y la codificación.”

«Si un número suficiente de personas se hace con unos cuantos sencillos supuestos que aún no están conectados en las ciencias, la psiquemecánica surgirá como una ‘nueva ciencia’ en la que el código –que hasta ahora no ha desempeñado ningún papel en la mecánica– jugará un papel de primer orden.” Dr. Nebosja Dimovic.

La mente pensante se ha mostrado a lo largo de la historia conocida como incapaz de resolver los problemas de su propia creación, manteniéndonos individual y colectivamente atrapados en ciclos repetitivos de comportamiento desarmónico y  abusivo de la Naturaleza, cuyas consecuencias son evidentes. Cuanto más inteligente se ha vuelto la mente pensante –y cuanto más se esfuerza por resolver el enigma intentando controlar e imponer por la fuerza un orden creado por la mente–, más profundamente se lía y se enreda en una red de ilusiones, permaneciendo completamente inconsciente de que el lenguaje –su propia y preciada herramienta de comunicación– tiene su origen en el autoengaño y en la deformación del Orden Natural de las Cosas.

(Continuará la segunda parte la semana próxima)

Nota: Este artículo se publicó por primera vez en septiembre de 2023 en la web oficial de Graham Hancock como Autor-del-mes bajo el título Missing Knowledge: a prelude to ‘Yoga Beyond the Thinking Mind’

(El libro:Yoga más allá de la Mente Pensante (Editorial Kairós, octubre 2023)

Simon G. Mundy cuenta con más de 50 años de experiencia en la práctica de yoga, meditación vipassana, taichí y chi kung. Es cinturón negro de karate goju ryu y shaolin del norte. Se graduó en el London Polytechnic y se diplomó en homeopatía. Es coautor con Ramiro Calle de varios libros sobre yoga, budismo y taoísmo.