Conversamos con Swami Satyananda Saraswati: «Meditar por meditar es un engaño»

2023-07-17

La práctica de meditar se ha popularizado hasta el punto de convertirse en un producto de consumo, que es lo más radicalmente opuesto a su naturaleza sagrada de puerta de entrada al silencio. En esta conversación, Swami Satyananda Saraswati nos lleva a corregir esos malentendidos y a comprender con precisión qué es meditación. Escribe Irene Jimeno.

Swami Satyananda

La meditación –dice Swami Satyananda Saraswati– es la práctica mediante la cual vamos aquietando la mente y los sentidos, así como su relación con el mundo externo, hasta que llegamos al espacio de no pensamiento. Es en este espacio de no pensamiento donde empieza plenamente el proceso meditativo y el reconocimiento de los mundos internos.

P: Meditar se ha puesto de moda en Occidente, igual que el hatha-yoga o el kirtan…

S: La meditación es un acto sagrado y es parte de un camino espiritual. Hoy está de moda meditar por meditar y se venden todo tipo de prácticas de meditación para sentirse algo mejor. Esto es desvirtuar completamente la esencia de la meditación. No meditamos para encontrarnos un poco mejor, ni para relajarnos y evitar tensiones, ni para ser más eficientes en el trabajo. Esto es un engaño tremendo.

Meditamos porque es una parte crucial de un intenso proceso de autoconocimiento. Toda meditación que no esté dirigida a este crecimiento interior es un producto de consumo más. Si no está acompañada de una cosmovisión, si no hay una iniciación ni la certeza de a dónde queremos llegar con ella, no servirá de nada. Quizás nos tranquilicemos durante unos minutos y vivamos como seres amansados, pero no iremos mucho más allá. La auténtica meditación es siempre parte de un sagrado camino espiritual de autoconocimiento.

P: ¿De qué debe acompañarse esta práctica?

S: La meditación debe ir acompañada de una enseñanza que nos hable de la verdadera naturaleza del ser humano y de su divinidad inherente, y que nos dé una verdadera concepción del cosmos con la que sacralizar el mundo. También debe ir acompañada de disciplina, desapego, una intensa observación de nuestra mente y de la cantidad de pensamientos que la debilitan, así como de un gran conjunto de prácticas y observancias que hacen del momento meditativo un acto de poder. Si no acompañamos nuestra meditación de todo esto y la vivimos en medio de una vida disoluta, aunque nos sentemos a meditar, no habrá ningún avance real en nuestro estado de conciencia.

P: ¿Qué importancia tiene el maestro en este proceso?

S: El maestro otorga una enseñanza, unas pautas y una iniciación al discípulo. En la iniciación tiene lugar una transmisión de energía (shakti), que irá transformando, acompañando y ayudando al discípulo en su proceso. Un maestro pertenece siempre a un linaje y cada linaje de maestros tiene una determinada energía (shakti) o poder benéfico que potencia la meditación.

P: ¿Qué es lo que más ayuda al meditador?

S: Su gran soporte es su determinación, su fuego interior. Otro gran soporte es sacralizar su vida, así como su capacidad para cuestionar el mundo moderno y sus mil mentiras (como el condicionamiento de los medios de comunicación) e ir a la tradición para conocer los textos sagrados, las pautas de conducta y la sabiduría de los maestros que han transitado ese mismo camino previamente.

P: ¿Con qué dificultades se puede encontrar el meditador?

S: La primera dificultad es la inercia, la pasividad, ser incapaz de seguir la disciplina que la meditación requiere: no poder levantarse, por ejemplo, a las cinco o a las seis de la mañana, ni de acostarse un poco más tarde para meditar antes de irse a dormir, ni de practicar con regularidad. Parece que siempre hay algo más importante que la meditación. Cualquier cosa que nos ocurra es una excusa para retrasarla o posponerla, sin embargo para ir al médico o a cualquier otro compromiso, siempre tenemos tiempo.

Si este primer obstáculo ha sido superado, el siguiente obstáculo con el que se encuentra la persona que ya medita regularmente es la falta de perseverancia. La meditación es una práctica para toda la vida: un mes no es nada, ni tampoco cinco años, ni quince; es un proceso en el que nos vamos puliendo hasta convertirnos en algo maravilloso y divino.

Para eso es crucial la constancia. A lo largo del camino puede haber momentos de exaltación interior, pero también habrá momentos en los que, según las influencias a las que esté sometida la mente, seremos incapaces de salir del mundo de nuestros pensamientos. Aquí debemos ser pacientes y constantes. Nunca debemos juzgar la meditación por su fruto instantáneo, en función de si nos produce una experiencia o no. Lo más poderoso de esta práctica es la constancia. De ella surge un fruto que crece lentamente y que puede transformar nuestro estado interior de forma sorprendente.

P: ¿Nos podría hablar sobre el samadhi?

S: En el samadhi más elevado no hay ningún pensamiento, no hay ningún objeto meditativo: lo único que permanece es la Conciencia absoluta. Sujeto y objeto desaparecen en el mar de la Conciencia y el yogui también desaparece allí. Se trata del centro del centro, la luz de la divinidad.

P: Algunos textos hablan del sahaja samadhi: cuando la meditación se manifiesta en el día a día…

S: Sí. Cuando el yogui experimenta un primer estado de samadhi sin objeto (nirvikalpa samādhi) repetidamente y se establece en este estado de gran aquietamiento y reconocimiento de su plenitud, esto genera una poderosa impresión (samskara). Los textos mencionan que esto destruye muchas impresiones latentes (vasanas) que le atan al mundo mental y externo. Este estado de plenitud se va manifestando cada vez más y el yogui, progresivamente, percibe una menor diferencia entre cuando está sentado y absorto en meditación y cuando está mirando el cielo, comiendo una fruta o caminando. Este estado interior se mantiene siempre y la plena conciencia del yogui se sostiene de forma natural. Esto es lo que se denomina sahaja samadhi: cuando para este ser ya no hay diferencia entre ninguna actividad ni en la ausencia de actividad, en el proceso de interiorización o exteriorización de los sentidos, etc. Nada lo aparta de la plenitud que siempre está viva en su corazón.

P: ¿Entonces uno deja de ver el mundo como mundo?

S: En lugar del ver el mundo como mundo, el yogui percibe el mundo como lo más sagrado, como el cuerpo de la divinidad que nos rodea.

P: ¿La meta de la meditación es permanecer en esta esencia o silencio?

S: El yogui se absorbe en el silencio primero con esfuerzo, determinación y práctica, pero, poco a poco, este silencio le va absorbiendo a él. El yogui va viendo que su personalidad y su historia personal eran una concocción de la mente y, a medida que esta mente va desapareciendo en el silencio, la noción del pequeño personaje queda reducida a silencio. Desaparece en el silencio incluso la idea del supuesto camino espiritual y de la necesidad de alcanzar algo. Cuando hay un silencio total, ¿podrían seguir existiendo estas palabras? ¡No! Este silencio toma un poder tal que engulle toda la realidad ilusoria del buscador hasta que, finalmente, el yogui queda en el silencio y luego vive en el sahaja samādhi o estado de plenitud que mencionabas anteriormente. El yogui está en silencio cuando va a comprar naranjas, cuando está meditando, cuando está cuidando a su hijo… Sin diferenciación. Porque lo que el yogui es, lo que todos somos, de hecho, es el más sagrado silencio. La meditación es la puerta más directa para acceder a él.

Del 4 al 13 de agosto Swami Satyananda Saraswati guiará un retiro sobre “El corazón de la meditación” en Kailash Ashram (Zamora), que también podrá seguirse online. Una oportunidad para profundizar en el proceso de la meditación acompañados por un maestro de un linaje tradicional hindú con muchos años de práctica y una enseñanza directa y transformadora.

Más información e inscripciones: www.advaitavidya.org / inscripciones.advaitavidya@gmail.com / +34 670 57 99 73 (Girija)