Este libro que nace de la preocupación de un profesor de filosofía al ver que sus alumnos adolescentes están siendo adoctrinados por una generación de youtubers neomachistas. Su diagnóstico es claro: si no realizamos con urgencia una pedagogía de las políticas de igualdad que aclare y arme argumentalmente a los ciudadanos, los tópicos machistas se acabarán imponiendo y las conquistas en materia de género serán desmanteladas en los próximos años. Edita: Letrame. PVP: 16,15€
Feliciano Mayorga Tarriño es filósofo y escritor. Ha publicado numerosas obras, entre las que destaca La fórmula del bien, El mito de la colmena, Repensar la democracia, Ateísmo sagrado y Equilibrio interior, esta última junto a su pareja Coral Revilla. Se dedica a la docencia desde hace 30 años. Recientemente ha decidido aumentar su actividad en las redes sociales, bajo el pseudónimo de @filosofomanchego7579, para frenar el avance del neomachismo.
Celia Sánchez le ha entrevistado y en YogaenRed nos parece de mucho interés compartir lo que explica este profesor.
Pregunta: ¿Por qué el título Retórica de un pene asustado?
Feliciano: Yo también he sido educado en el patriarcado, por lo que estoy convencido de que bajo esta agresividad misógina late un miedo a los cambios que se están produciendo, cambios propiciados por el cuestionamiento de los roles tradicionales de lo masculino y lo femenino. El problema es que, en vez de reconocer y gestionar honestamente este miedo, la masculinidad hegemónica opta por ponerse a la defensiva y tratar de mantener el control a toda costa. Lo hace mediante el uso de un discurso en apariencia ecuánime y racional, pero transido de resentimiento.
P: ¿Se está afrontando de una manera efectiva la actual ofensiva patriarcal contra el feminismo?
R: Es cierto que se ha avanzado mucho en políticas de igualdad, como prueban leyes tan importantes como la LIVG o Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual, pero en mi opinión no se está trabajando lo suficiente en dar a conocer los argumentos que las sustentan, sobre todo en redes sociales. No debemos olvidar que estas son el principal, a veces único, vehículo de información y formación de nuestros jóvenes. Estamos fallando en la pedagogía. No por casualidad el ‘Barómetro Juventud y Género’ indica que uno de cada cinco chicos entre 15 y 29 años niega la violencia machista.
El bando patriarcal está mucho más activo y motivado en las redes. Tal vez el feminismo se ha relajado debido a la sensación de triunfalismo que proporciona controlar las instituciones. Pero si no se invierte la tendencia podemos estar a las puertas de un golpe de estado patriarcal, que arrase con las conquistas de género de la última década.
P: En tu libro hablas siempre de neomachismo, ¿qué lo diferencia del machismo tradicional?
R: El machismo tradicional justificaba la desigualdad de género mediante la afirmación de la superioridad natural del varón sobre la mujer, que sancionaba en las leyes. Hoy pocos se atreven a sostener públicamente esa afirmación. El argumento ahora es que las desigualdades que observamos no son discriminatorias al resultar de elecciones libres de hombres y mujeres, debidas a nuestros diferentes programas biológicos. Las mujeres prefieren la conciliación; los hombres, el éxito profesional. Ninguna ley les obliga a optar por jornadas parciales, a vender su cuerpo por dinero o a autoexcluirse de los puestos de responsabilidad en las empresas. Es lo que autoras feministas denominan el mito de la falsa elección.
P: ¿Estás de acuerdo con la frase: “La violencia no tiene género”?
R: Este es uno de los mantras más repetidos del neomachismo, que no resiste un mínimo análisis. Pues si en una sociedad compuesta por dos grupos heterogéneos en una proporción del 50 %, uno de ellos, sea por raza, sexo o inclinación sexual, tiene doce veces más probabilidad de sufrir violencia y el otro doce veces más probabilidad de ejercerla, es que existe una violencia estructural —racial, machista u homófoba— por parte de un grupo sobre el otro. Con más razón, si existe una ideología supremacista que la respalda y una historia de dominación. Si el género de la víctima y el agresor fueran completamente ajenos al motivo de la violencia, los porcentajes rondarían en torno al 50%.
P: ¿Establecer cuotas de género en la Policía o la Guardia Civil no supone ir contra el principio del mérito y tratar con condescendencia machista a la mujer?
R: Todo lo que salga de la horquilla 60/40 entre hombres y mujeres, salvo que se explique por diferencias biológicas objetivas como la potencia física, puede interpretarse como una violación del principio de igualdad de oportunidades. Eso quiere decir que las mejores han tenido menos oportunidades —menor motivación, falta de referencias, mandatos culturales que vinculan la protección a los hombres, etcétera— que los mejores de acceder a un puesto de Policía o Guardia Civil. Por lo que las cuotas, cuando son proporcionadas y temporales, no violan el principio del mérito, ni se puede hablar de condescendencia sino de justicia. Lógicamente, lo que no se discute es que las pruebas han de garantizar la idoneidad para el puesto de los seleccionados, al margen de su género.
P: ¿No es llevar las cosas demasiado lejos que se puedan sancionar los piropos callejeros? ¿Cuál es el límite de lo punible?
R: Esta es otra de las medias verdades del neomachismo. La Ley de Garantía Integral de la Libertad Sexual pena el acoso callejero, es cierto. Pero un piropo, más allá de la descortesía que supone evaluar el cuerpo de una persona desconocida sin su consentimiento, no es necesariamente acoso. Solo se considerará delito cuanto se trate de un comportamiento o una proposición de índole o connotación sexual que pueda resultar humillante, hostil o intimidatoria para la generalidad de personas. Pues lo contrario comportaría dejar al sentimiento subjetivo y particular de quien lo sufre la presencia o no del nuevo delito. Es cuestión de sentido común.
P: ¿No se está estigmatizando la masculinidad, calificándola de tóxica?
R: Partamos del hecho de que para el feminismo la masculinidad es una construcción social, igual que la feminidad. Por lo que no existe una única forma de masculinidad. Hay muchas formas de ser hombre y de ser mujer. Es cierto que en la masculinidad tradicional o patriarcal, que es la que ciertamente se identifica como tóxica, se potencian rasgos que pueden calificarse de poco saludables como la dominancia, la violencia o la depredación sexual. U otros que aun siendo positivos como el coraje o la ambición profesional no están compensados con cualidades mal llamadas femeninas como la ternura, la empatía o el cuidado.
P: ¿Cuáles son las causas del repunte de violencia sexual, en algunos casos por parte de menores y de forma grupal?
R: No me cabe duda que un factor esencial es el acceso cada vez más precoz a la pornografía por parte de las nuevas generaciones, en torno a los 11 años, según algunos informes, y la falta de una educación afectivo-sexual. Cuando hablamos de pornografía no hablamos de sexo explícito, sino de vídeos donde la violencia contra mujeres y niñas no solo está normalizada sino erotizada. En la pornografía más consumida, el acceso al cuerpo de las mujeres, de manera individual o grupal, sin su deseo y/o consentimiento, es considerada una práctica excitante. Los niños aprenden de ese modo a no sentir empatía hacia sus compañeras.
P: Te has enfrentado a famosos youtubers neomachistas como Roma Gallardo. ¿Cuál ha sido tu experiencia? ¿Te ha merecido la pena?
R: Todo lo que ayude a contrarrestar la influencia que estos youtubers tienen sobre los adolescentes de nuestro país, entre ellos mis alumnos, merece la pena. Hablamos de canales que actúan como auténticos monetizadores del odio y el miedo, gente que ha encontrado un nicho de mercado en el antifeminismo. El inconveniente de enfrentarse abiertamente a ellos es que provoca el aumento de sus ingresos y visibilidad, pues se nutren de la polémica. A lo que se suma un riesgo para la propia salud mental, pues quienes les plantan cara se convierten en objeto de un acoso sistemático por parte de oleadas de haters. Yo mismo he sido insultado, ridiculizado y escarnecido por estos youtubers en sus directos ante cientos de miles de seguidores. Lo pasé mal, pero lejos de retirarme, decidí retar al
más popular y fanfarrón de todos a un debate público, que por supuesto no aceptó, lo que sirvió para que mis alumnos abrieran los ojos.
P: ¿Crees que están en peligro las leyes de igualdad vigentes? ¿Existe riesgo de retroceso?
R: Por desgracia es lo que creo. Está ocurriendo en todo el mundo. No basta con escribir buenos libros de feminismo, no basta con ocupar las instituciones, no basta con educar en los colegios (que en temas tan cruciales como este no se hace), también hay que hacer pedagogía en las redes sociales. Ese es el mayor reto en la actualidad para contener el reflujo patriarcal. Y llevar el debate de las redes a las aulas de los institutos. Si no revertimos la tendencia, en un par de legislaturas un alud de nuevos votantes, adoctrinados por líderes neomachistas, se decantarán por políticas antifeministas.
Celia Sánchez – mayo de 2023