Sencillo homenaje al yoga modesto

2023-05-22

A veces la persecución de lo mejor no nos permite apreciar lo sencillamente bueno. Les pasa también a los practicantes avanzados de yoga cuando se dejan arrastrar por la ambición de ir «más lejos» en una carrera de desafío físico e incluso espiritual. Mientras tanto, los practicantes sencillos, liberados de tal tentación, disfrutamos con admiración de las grandes ganancias de nuestro yoga modesto. Escribe Pepa Castro.

homenaje

Yo al yoga no lo adopté en un momento oscuro de mi vida, ni me refugié en él por una crisis personal. No es el yoga para mí estado, necesidad, escudo o santuario. Y no es tanto guía existencial como acompañante discreto que está ahí incluso cuando no lo practico y que emerge cuando lo necesito sin invocarlo. Como el amor del bueno, es espontáneo, libre, basado en el mutuo respeto y sabe extraer lo mejor de mí tanto como aceptar mis sombras.

Primero por un accidente que me ocurrió hace unos meses y luego debido a un problema de salud de un familiar, nuevamente he sido consciente del valor de la compañía del yoga para quienes lo tenemos en nuestras vidas. A diferencia de cualquier ejercicio físico o deporte, el yoga se instala dentro y modifica tu sensibilidad para cuidar y cuidarte. A mí el yoga me enseña a mantener la calma en los momentos más críticos, incentiva mi paciencia y atempera –si no siempre, muy a menudo– mi genio reactivo. Pero además, pone en marcha otros socorros físicos y mentales de que dispongo sin saberlo.

En general creo que no somos conscientes de la cantidad de recursos que nos ofrece el yoga incluso aunque seas un humilde practicante, y uno de ellos es precisamente la consciencia de humildad.  A veces, en mi trato con expertos y profesores, he notado que en su papel de receptores de un legado filosófico denso y complejo, quizás han perdido parte de esa frescura perceptiva de los primeros años del practicante, que tanto valora lo (aparentemente) modesto… o quizás sea que el papel de profesor hace sucumbir fácilmente a la tentación de ascender a un nivel superior de evolución. Así, con frecuencia olvidan que no les pedimos instrucciones para gobernar nuestras vidas ni requerimos tanto de su erudición como de su experiencia práctica, y que no siendo ovejas descarriadas ni colegiales, venimos a buscar yoga para que sus semillas se desarrollen en nosotras/os por sí mismas, si así ha de ser.

Esos recursos “modestos” que enseña el yoga tienen, como bien sabemos, mucho que ver con aprendizajes derivados de la autoobservación, del despertar de la plena sensibilidad del cuerpo, del descubrimiento de los efectos de la respiración consciente sobre la regulación del estado emocional, del poder sanador del silencio interior, de la flexibilidad resiliente ante los obstáculos… Todo eso, a través de las posturas pero más allá de ellas, hacen del yoga un sistema de reeducación de la salud física y mental, y como tal ejerce un poder protector muy importante que yo he agradecido infinitamente en estos últimos meses y que espero seguir agradeciendo indefinidamente mientras lo albergue en el corazón.

La mejor compañía

Para quienes entramos ya en edades avanzadas, haber recuperado la funcionalidad del cuerpo, no padecer dolores, resistir bien el esfuerzo, tener claridad mental, buen ánimo, capacidad de adaptación y trato afable es una enorme bendición que debemos a la práctica asidua de yoga. Si a eso le unimos otras derivadas de tipo más refinadamente espiritual, miel sobre hojuelas.

No siempre somos conscientes de la erosión que, con los años, puede sufrir la salud de una persona que lleva una vida sedentaria y atrapada buena parte del día por las pantallas y las redes sociales. El estrés derivado de esa sobreestimulación continua y cotidiana, unido a una dieta precaria y al sueño inducido artificialmente, es en buena parte causa del aumento de accidentes cardio y cerebrovasculares en nuestra época.

Y sí, sé que es mucho simplificar, pero me atrevo a decirlo: el yoga es la mejor compañía para no sucumbir a esa y muchas otras amenazas de nuestros tiempos.