La idea de la corporeidad o conciencia corporal, embodiment (que a veces se traduce como encarnación), está tomando enorme relevancia en el yoga practicado por mujeres. Asumido ya el concepto de empoderamiento, término muy popular y derivado también del anglofeminismo, queremos dejar constancia de que ese poder no nace del mundo de las ideas ajenas, sino de la misma corporeidad de cada mujer. Escribe Pepa Castro.
El yoga femenino (¿no va siendo hora de adoptar también ese nombre?) está muy unido a la práctica de la conciencia corporal. Este proceso implica interiorizarse y conectarse, a través de la atención, con lo que estamos sintiendo sin enjuiciarlo ni intentar controlar o cambiar esas experiencias físicas y emocionales. El yoga de inspiración en lo femenino nos enseña a las mujeres a estar presentes plenamente en nuestros cuerpos; conocer su fisiología, sus especificidades, sus ciclos, pero también su lenguaje a través de la observación; liberar su capacidad de expresión y movimiento; atender las sensaciones y las emociones en toda su complejidad: conocernos a nosotras mismas en libertad.
Las mujeres queremos ser dueñas de nuestros cuerpos, de sus sensaciones y emociones. Secularmente, el cuerpo femenino y su sensibilidad se han utilizado, explotado, ignorado o despreciado en la cultura patriarcal. Y ahora, cuando creemos tener el control de las decisiones sobre nuestra imagen, nuestro peso, nuestra salud y emociones, todo ello está siendo manipulado hasta el límite por las modas, la publicidad y las redes sociales.
Digamos no a la manipulación, y la más peligrosa es la que nos inocula el apego afectivo tóxico. Tu cuerpo no es florero ni incubadora, no es un objeto de consumo ni un proveedor de placer, no es máquina de servicios y cuidados, no necesita príncipes, ni héroes, ni guías. Cuando te sientas emocionalmente vulnerable, acude a tu cuerpo sensible e inteligente, y al yoga, que ambos te devolverán el presente, la fuerza y el equilibrio.
El yoga y el feminismo tienen en común, entre otras cosas, el movimiento hacia la liberación. La sala de prácticas puede ser la antesala de un cambio a esa sociedad igualitaria, más justa y humana que tantas y tantos deseamos.
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