La no-violencia es un tema crucial y central en el camino yóguico. Podríamos decir que todo lo que el yoga propone está basado en la consecución de un tipo de armonía cuyas raíces se alimentan de la evolución vital del ser humano. Una evolución que se construye a su vez a través de capacidades o valores que preexisten en la propia naturaleza, tanto en sentido individual como universal. Escribe Mayte Criado.
Somos seres equilibrados y por tanto pacíficos que generan guerras en sí mismos como consecuencia del proceso interior que nos ocupa en esta experiencia de ser humanos, mientras nos acompañan múltiples fricciones con las emociones, la psique, el carácter, las vivencias, la educación, la inteligencia, el ego, etc, etc. La guerra con uno/a mismo/a es un proceso de fricción e ignorancia. Cuando una persona no se conoce a sí misma y no tiene comprensión sobre dicho proceso, es violenta con facilidad.
La no-violencia es la máxima cima porque significa para el yoga varias cosas importantes:
1.- Convertir el proceso de fricción interior en un proceso de autoconocimiento.
2.- Transformar dicho autoconocimiento en un sistema de regulación a través de los valores o de los códigos que potencialmente forman parte de nuestra propia naturaleza.
3.- Generar situaciones justas desde el propio equilibrio interno. Situaciones justas serían aquellas que forman parte de una acción determinantemente: pacífica pero contundente. El yogui o la yoguini nunca mira hacia otro lado ni se vuelve inoperante o pacifista de “verlas venir”. No es el ejemplo de Gandhi o Madre Teresa, grandes referentes en el mundo del yoga.
4.- Derivar ese sistema de vida en liberación, equilibrio y armonía.
La energía de la vida funciona de forma que o bien se regula hacia la liberación o bien hacia la autodestrucción. Cuando alguien no conoce el funcionamiento de respuesta ante los estímulos de la vida, se produce un estrés violento y comportamientos compulsivos hacia uno/a mismo/a y hacia los demás. Conocer esos procesos es fundamental para el yoga. Por eso es importante que la práctica esté siempre fundamentada en el autoconocimiento que lleva a la paz. El que no se autoconoce no genera la dirección correcta de sus energías, y a su vez crea una violencia para sí y para el resto intentando manejar su realidad de forma impulsiva. Por eso siempre hay algo potencialmente destructivo en nosotros/as, excepto que se aplique un tipo de conciencia que impida dirigirse hacia ahí.
En los textos clásicos, como el Bhagavad Gita se pone todo esto de manifiesto de una forma compleja, pero si queremos simplificarlo podemos decir que en estos escritos se explica cómo las fuerzas de la naturaleza dirigen sus energías hacia una u otra dirección: el equilibrio (la paz) o la destrucción (la guerra). Dependiendo del nivel de conciencia que hayamos desarrollado sobre esa parte que ofrece el equilibrio dentro de nosotros/as mismos/as, así podremos regular los campos de la existencia donde las inercias de destrucción pueden manifestarse como conflicto y guerra.
Para mí, la conclusión central e importante es que la práctica del yoga no solo contribuye a crear una sociedad menos violenta, sino que precisamente nos ofrece las herramientas para la consecución del máximo equilibrio: la paz que, a su vez, responde en nosotros/as de manera activa y justa ante las situaciones que nos presenta la vida.
Mayte Criado es fundadora y directora de la Escuela Internacional de Yoga.
Pregunta: Y tú, lectora o lector, ¿cuál es tu reflexión, basada en tu experiencia? Publicaremos tu opinión si escribes a info@yogaenred.
Más información: ver AQUÍ el vídeo del ‘Encuentro de Yoga’ que dedicamos a «La no-volencia en el Yoga»