Savasana o relajación profunda es mucho más que un método para aliviar las tensiones neuromusculares y desestresarse. Es un viaje hacia adentro a través de la completa detención del cuerpo, que va conduciendo a la de los alborotados procesos mentales. Al detener el cuerpo, la calidad de consciencia es distinta. Escribe Ramiro Calle.
La mente se encaja en el cuerpo y la sensación de ser y estar se acentúa, puesto que no hay pensamientos que nos lleven hacia afuera. Sentir el cuerpo desde la ecuanimidad siempre es una práctica saludable, que coopera en la integración cuerpo-mente y armoniza la unidad psicosomática. Por otro lado, todo lo que nos ayude a romper y superar determinados automatismos, coopera de manera extraordinaria en la evolución de la consciencia y la independencia de la mente.
La persona interesada en el despertar consciente, tiene que aprovechar todo aquello que pueda servirle en esta dirección. Por el cuerpo, más allá del cuerpo; por la sensación, a la fuente de la sensación; por los pensamientos, al pensador y más allá del pensador. El cuerpo se utiliza para recoger la consciencia y evitar que algo la desvíe.
He practicado hatha-yoga a lo largo de más de medio siglo y es una técnica que nos permite conectar con otro tipo de frecuencia, si de verdad se trata del hatha-yoga original y no de yogas atléticos o de inventos yóguicos como el «yoga a 40 grados», que no causan el menor beneficio y sí muchos perjuicios, aparte de no tener el menor contenido psicoespiritual, lo que ya desacredita a estas formas de yoga en cuanto que no son auténtico yoga.
En el hatha-yoga el cuerpo nos ayuda a percibir sensaciones burdas y sutiles, a trabajar de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro, a establecernos en la energía del observador atento y sosegado. Trabajamos conscientemente sobre el cuerpo para ir a la esencia nutritiva del mismo. El cuerpo es un gran acumulador de energías, una réplica del universo. Lo que está afuera está adentro; lo que está adentro está fuera. El cuerpo nos permite trabajar en su crisol para realizar una especie de alquimia tranformadora. Es una oportunidad que no se debe desaprovechar.
Tras mi gravísima enfermedad, que me llevó al umbral de la muerte y que he relatado con minucia en mi libro En el límite, había adelgazado 22 kilos, se había reducido alarmantemente mi función respiratoria y estaba totalmente desmusculado, hasta tal punto que todo movimiento me causaba lesiones musculares. El equilibrio de mi cuerpo era precario. Después de haber estado casi un mes en la UCI, atado muchas veces de pies y manos, en cuanto fui trasladado a planta, comencé a retomar mi sadhana. Consistía en: alimentarme muy bien, caminar por el pasillo de la planta sin descanso, hacer ejercicios de pranayama, efectuar prácticas de relajación muy profunda y, cuando por fin pude, comenzar a ejecutar los asanas o posturas de yoga.
La aventura de autoexplorar el cuerpo
Tambien hacía ejercicios de detención consciente, y trataba de sentir mi cuerpo en la mayor profundidad posible. El trabajo consciente sobre el cuerpo me fue de colosal ayuda, tanto física como mentalmente. Hay un gran secreto que consiste en sentir el cuerpo sin reaccionar. De nuestras envolturas, el cuerpo es la energia más densa. Explorar el cuerpo es toda una aventura constructiva.
El asceta menospreciaba el cuerpo, el yogui lo revalorizaba. Este cuerpo es, ciertamente, manantial de placer y de dolor, y por eso mismo trabajar con él es un banco de pruebas para desarrollar esfuerzo correcto, atención vigilante y firme ecuanimidad. Pero hay que evitar el apego al cuerpo, que antes o después decaerá, enfermará y morirá. Hay un ejercicio que consiste en ir sintiendo el cuerpo físico o denso, el cuerpo sutil, el cuerpo mental y emocional, para situarse más allá de esos ropajes psicosomáticos y conectar con la realidad más profunda.
Shankaracharya nos decía: «Que el sabio, despojándose de sus disfraces, se sumerja completamente en el Ser que impregna todo, como el agua en el agua, el éter en el éter, la llama en la llama».
Se trata de autoexplorarnos para llegar a la fuente de nosotros mismos.
En la práctica del hatha-yoga se trabaja con la atención vigilante y serena. El cuerpo deja que la vida pase por él. El mismo cuerpo se utiliza para retrotraer la atención sobre uno cuando se dispara hacia lo exterior. En tanto el cuerpo no enferme irreparablemente, no sospechamos siquiera la fuerza de que dispone. Si el cuerpo está mejor conscienciado, nos aporta una energía extra que nos será muy util en el ejercitamiento por el despertar interior. Como dicen los yoguis, se va pasando de lo denso a lo sutil y de los sutil a lo ultrasutil; de lo sensible a lo suprasensible. Si el cuerpo lo disponemos para ello, deja que la energía estancada pueda eclosionar. Mucha de su energía se disipa a causa de una motricidad mecánica exagerada, por todo tipo de automatismos somáticos y mentales y porque el prana, utilizando el término yóguico, se estanca y no fluye de modo natural.
Cualquier actividad física que se ejecuta con consciencia rinde en los distintos planos o envolturas de la persona. Si camino, camino; si corro, corro; si me extiendo, me extiendo; si tiro al arco, tiro al arco y si hago escalada, hago escalada. La mente atenta, el cuerpo en apertura, viviendo orientado hacia el ser, aprovechando toda energía que nos ayude a estar más vivos y evolucionar.
Ramiro Calle es pionero de la enseñanza del yoga en España, disciplina que imparte desde hace más de 30 años en el centro de Yoga Y Orientalismo «Shadak». Es el más importante escritor orientalista de este país y uno de los más importantes de toda Europa. Autor de numerosas obras, ha estudiado en profundidad los efectos terapéuticos de las psicologias orientales y de los aportes de la meditación al psicoanálisis, la psicoterapia y la neurociencia. https://www.youtube.com/results?search_query=ramiro+calle
Todos sus libros en la Biblioteca Ramiro Calle de Editorial Mandala:
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