Focalizar la atención en un punto determinado, contar respiraciones, hacer visualizaciones, percibir sensaciones, observar los pensamientos, las emociones, son técnicas que captan con facilidad el interés del practicante, pero sus resultados no son el estado de meditación propiamente dicho. Escribe Emilio J. Gómez.
“Las técnicas son un medio, nunca un fin”
Swami Digambarananda
Dhyana, la meditación, se corresponde a un estado que se encuentra más allá de la mente al que no es posible acceder a través de técnicas. Las denominadas “técnicas de meditación” son en realidad técnicas de focalización de la atención y se corresponden con Pratyahara, la interiorización y el aislamiento sensorial. Pero, ¿cómo es, cómo funciona el mundo de las técnicas de meditación?
Para responder a esta pregunta tenemos que ser sinceros porque el 100 % de tales técnicas empleadas en el Radja yoga se realizan a través de la propia mente, y prácticamente todas tienen el mismo objetivo: aquietar la mente, llegar a detenerla, pararla. Sin embargo, en la superficie del lago de la consciencia siempre va a existir el oleaje mental, caracterizado por la agitación y el movimiento… Se trata de la propia mente, cuya naturaleza es la acción.
Se busca el despertar del sueño con unas técnicas generadas en el mismo sueño. Jugar el juego de las técnicas es continuar en el sueño. Es mantener viva la idea de que se hace algo, cuando quizás –y sólo quizás– no haya nada que hacer. Tratar de detener la mente a base de técnicas es como “lavar sangre con sangre”, como diría Sri Ramana Maharshi.
Sin embargo, a la mente le gustan los retos y al ego creer que hace algo importante o de provecho. De este modo, se obtiene una ilusoria sensación de utilidad. Por ello, focalizar la atención en un punto determinado, contar respiraciones, hacer visualizaciones, percibir sensaciones, observar los pensamientos, las emociones… son técnicas que captan con facilidad el interés del practicante, pero sus resultados no son el estado de meditación propiamente dicho.
Calmar la mente
Ciertamente, calmar la mente o incluso llegar a detenerla es toda una proeza, no cabe ninguna duda. Pero no es el objetivo final de la práctica de la meditación sentada y en quietud, característica del Radja yoga. La naturaleza de la mente es el dinamismo, no la quietud. Por este motivo, salta de un objeto a otro sin cesar, esa es su naturaleza: el movimiento continuo. Y de ingenuos sería ir en contra de la naturaleza de la mente.
De hecho, la mente puede incluso llegar a comprender el trabajo al que se ve sometida al solicitarle quietud y silencio, y esperar pacientemente el sonido de la campana que indique el final de la práctica de meditación para continuar, con más intensidad si cabe, el discurso previo a la meditación.
La práctica del yoga, y por consiguiente de la meditación como una de sus ramas principales, es el despertar de la consciencia. En la mente habrá contenidos o no, estará calmada o alterada, habrá paz o guerra… No importa, dará igual, porque lo importante es la consciencia que se obtiene en cada momento sobre aquello que sucede.
La atención
“Estar atento, mantener la atención…”. Es cierto que en cuanto se oyen tales sentencias se les concede un alto valor de apreciación. Es como si en su interior estuviese contenido un gran secreto largamente olvidado en la noche de los tiempos, como si en la atención estuviera el sentido y significado último de algo profundo y misterioso que se desconoce. De alguna manera así es.
La atención es la llave que abre la puerta de la concentración, la cual da acceso al espacio de la meditación. Atención + concentración = meditación. Esa es la gran fórmula y en su resolución estriba el desvelamiento del gran secreto. Así pues, practicar la atención y su desarrollo hasta convertirla en concentración no sólo es necesario, sino también imprescindible.
(Continuará en un próximo capítulo)
Quién es
Emilio J. Gómez, profesor de yoga de la escuela de yoga Silencio Interior.
info@silenciointerior.net