Esta es una pregunta que no se suele hacer entre practicantes; parece que fuera casi un tema tabú. Sin embargo, es bastante frecuente que surjan atracción y sentimientos amorosos de alumnos y alumnas hacia sus profesoras o profesores. Hemos encontrado en internet un consultorio en el que se responde bastante bien a esa «incómoda» pregunta. Esta es la traducción que compartimos.
Responde Agni, columnista anónima de la web Seattle Yoga News, encargada de un consultorio sobre lo que sucede dentro y fuera de la esterilla en el mundo del yoga. Es practicante y profesora de yoga con varias décadas de experiencia. Eligió este pseudónimo porque espera ayudarnos a quemar los obstáculos hacia la alegría y la libertad.
La consulta:
«Soy un chico y disfruto mucho de mi clase con una profesora. A lo largo de las semanas, he ido a su clase cada vez con más frecuencia y solemos quedarnos luego un rato a conversar. Sé que es soltera. Estoy enamorado de ella, pero no quiero hacerla sentir incómoda o estropear nuestra relación. Al mismo tiempo, no quiero ignorar lo que siento por ella. ¿Qué sugieres que haga?».
La respuesta de Agni:
Ah, la atracción… ¡La verdad es que puede interponerse en la práctica de yoga! Yo me he sentido atraída por dos de mis profesores de yoga (un hombre y una mujer, así que gracias por la consulta). Una se siente bien; el sentimiento te atrapa y te lleva de calle.
Es posible que consideres el yoga un ejercicio o una actividad informal, pero es una filosofía muy antigua con pautas éticas muy claras. Quienes comparten esta práctica están en condiciones de fomentar un gran crecimiento y transformación en la vida del practicante, no muy diferente del papel de un sacerdote o consejero espiritual. Los efectos profundos de esta práctica puede dar lugar a una dinámica de poder, de la que en ocasiones todos hemos visto abusar, en propia experiencia o a través de noticias.
No estoy sugiriendo que coloquemos a los profesores de yoga en un pedestal ni que se les prohiba relacionarse con los estudiantes. Pero no es apropiado que un profesor de yoga se involucre románticamente con uno o una de sus alumnos. Considera lo que pensarías si tu profesora comenzara a salir con un estudiante de la clase… No es esto lo que esperamos cuando nos apuntamos a practicar yoga.
Hay varios caminos que podrías seguir para lograr lo que dices que quieres evitar: que tu profesora se sienta incómoda o poner en peligro “la relación”. Lo primero que quiero proponerte es que conviertas esa atracción en una práctica. La palabra tapas proviene de la raíz tap, que significa cocinar, transformar a través del calor. En yoga, solemos hacer posturas de yoga exigentes para crear tapas. Pero, por supuesto, podemos llevar ese esfuerzo fuera de la esterilla. Por ejemplo, cultivamos tapas también cuando vamos contra corriente de los hábitos o deseos que aportan calor o fricción.
La atracción por tu profesora es un sentimiento, no un hecho sólido e inmutable. Podría decaer con el tiempo si no se alimenta desde ese ego tuyo que desea agradar a tu encantadora y flexible profesora de yoga. Sigue yendo a su clase si quieres, pero alimenta tu práctica, no tu enamoramiento. Vuélvete más devoto del yoga que de tu sentimiento. Quédate y deja que las emociones vayan y vengan. Obsérvelas mientras surgen y desaparecen durante la meditación. Mira lo que sucede… Te sorprenderías.
Por otro lado, también yo soy una romántica. Odiaría interponerme en lo que podría ser la pareja perfecta entre tú y el objeto de tu amor… Por ello, tienes otra opción. Si realmente deseas intentarlo, rompe la relación maestra/alumno y cambia de profesor. Espera unos meses y comprueba si todavía sigue viva la atracción tras ese tiempo; entonces, puedes proponerle salir, pues has cambiado la dinámica: te acercas a esa mujer como alguien conocido, no como su alumno de yoga. Has permitido que desaparezca en su papel de profesora antes de verla como posible pareja. Y puedes que hasta consigas una cita….
El articulo original: https://seattleyoganews.com/i-have-a-crush-on-my-yoga-teacher/
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