La fuerza y la flexibilidad son dos caras de la misma moneda. Desconocer lo que determina estas facultades hace que se produzcan desequilibrios o sobresfuerzos a la hora de querer progresar, llevándonos a ir más allá de los límites o persiguiendo estándares físicos que probablemente no sean los nuestros. Escribe Pablo Rego.
Los cuerpos que gozan de una estructura tendente a manifestar fuerza verán limitada su flexibilidad. Y, a la inversa, quienes sean más flexibles encontrarán limitaciones desde en el ámbito de la fuerza. Desde el punto de vista meramente físico existe una naturaleza estructural en todos nosotros que viene dada por nuestra herencia genética.
En lo referente a la práctica de la actividad física, si desarrollamos excesivamente la fuerza perderemos flexibilidad y si nos enfocamos en el desarrollo de la flexibilidad, nuestros músculos y articulaciones van a perder capacidad para expresar fuerza. Evidentemente, siempre, especialmente en yoga, se trata de compensar y encontrar el equilibrio.
La fuerza y la flexibilidad naturales están dadas en cada uno de nosotros por los elementos que constituyen nuestras estructuras físicas. Si tomamos como referencia la sabiduría del Ayurveda, la ciencia médica milenaria hermana de yoga, los elementos agua, tierra, fuego, aire y éter están distribuidos en cada uno de nosotros de una manera particular para conformar el cuerpo, pero también las conductas y elecciones a través de las cuales vamos desarrollando nuestras acciones en el camino de la vida.
Alguien de naturaleza física flexible, muy probablemente demuestre una mayor habilidad para adaptarse a los cambios e incluso sea de aquellos que busquen provocarlos. Mientras que las personas con mayor rigidez podrán sostener situaciones dificultosas con más fortaleza, pero muy probablemente tendrán menos habilidad natural para cambiar.
No sólo somos lo que la naturaleza (o el karma) nos dio
Existen factores ambientales que van a condicionar nuestra tendencia a la fuerza o a la flexibilidad. Es sabido que si durante los primeros años de la vida los seres humanos practicamos actividades que nos ayuden a desarrollar la flexibilidad, a lo largo de nuestras vidas tendremos la posibilidad de expresar ese elemento con mucha más naturalidad que si comenzamos a trabajar en ello en la adultez. Yoga, pero también danza o gimnasia artística, entre otras actividades, practicados en la niñez provocarán siempre una tendencia natural a la flexibilidad. Mientras que, por ejemplo, la práctica de actividades como el fútbol o cualquier deporte que implique correr o choque físico, sin la concepción de agregar al entrenamiento sesiones de elongación, nos aportará desde el comienzo de nuestras vidas mayor resistencia física pero menos flexibilidad.
También existen factores como la alimentación que condicionarán estos aspectos del cuerpo físico, ya que los alimentos que ingerimos también tienen unas estructuras dadas por sus elementos constitutivos que se combinarán con los de nuestros cuerpos reforzando o compensando la fuerza y la flexibilidad. A modo de simple ejemplo, podemos citar que alimentos como la carne roja reforzarán la fuerza pero también la rigidez, mientras que los vegetales o las semillas nos darán mayor tendencia a la flexibilidad.
A lo largo de la vida, más allá de lo que nos haya tocado en suerte y lo que sea que estemos destinados a hacer por nuestro karma, tendremos la oportunidad de adoptar unos hábitos que repercutirán en nuestros cuerpos. Además de lo que hagamos desde el punto de vista de la actividad física (incluidos sedentarismo y actividades laborales), también nuestras emociones y pensamientos o ideas harán que desarrollemos flexibilidad o rigidez, resistencia física o un cuerpo con tendencia al rápido agotamiento de las energías.
Evidentemente, tareas repetitiva o un estrés permanente nos darán menos flexibilidad en algunas o todas las partes del cuerpo, provocando también rigideces emocionales y de conducta. Mientras que el desarrollo de actividades creativas o que nos mantengan alejados de situaciones de tensión emocional, nos permitirán manifestar mayor flexibilidad.
En la práctica de yoga
Las consideraciones descritas más arriba son muy importantes a la hora de practicar yoga físico, ya que todos esos factores, o muchos de ellos, pueden estar afectándonos, especialmente al comenzar nuestra práctica.
La falta de flexibilidad suele ser un tema recurrente en Occidente debido a los hábitos de actividad física desde la infancia, la alimentación y el estilo de vida. Es común encontrar personas con poca flexibilidad y mucha rigidez. Como ya dijimos la rigidez no es sólo física sino también emocional y mental. Por lo que es normal que alguien como poca flexibilidad física tenga una actitud tozuda con respecto a querer alcanzar determinados objetivos, pero una dificultad manifiesta para poder hacerlo. Entonces es fundamental trabajar primero en la actitud para que sea posible avanzar en esa búsqueda, sin provocar lo contrario de lo que se pretende alcanzar.
Tomando en cuenta una nomenclatura del yoga terapéutico que determina unos grados de flexibilidad dados por el ángulo que pueden llegar a tomar nuestras articulaciones, especialmente el que forman las piernas y el tronco. Por ejemplo, partiendo de una base de un cuerpo sentado con el tronco y las piernas formando un ángulo de 90°, habría de 1 a 5 al apoyar el tronco sobre las piernas. O como una postura de Paschimotanasana o Pinza completamente cerrada. Es importante destacar que naturalmente, con la práctica sostenida de yoga, podremos avanzar dos grados.
Con la fuerza ocurre lo mismo. Si nuestra naturaleza es de mucha flexibilidad, lo que más nos va a costar serán las posturas de fuerza, sobre todo el sostenerlas en el tiempo. Probablemente también nos cuesten las posturas de equilibrio, ya que para realizarlas es necesaria la fuerza. Pero también, como dijimos anteriormente, quienes tienen tendencia a la flexibilidad tienen facilidad para los cambios, y estos suelen darse primero a nivel mental, lo que dificulta la concentración, que es un elemento a tener muy en cuenta para conseguir equilibrio, no sólo en las posturas sino también en las actividades corrientes de la vida o para entrar en la meditación.
Lo que más cuesta es lo que más necesitamos practicar
Si bien existen muchas combinaciones de estructuras físicas y psicológicas, la fuerza y la flexibilidad están presentes en todas las prácticas físicas de yoga. Cuando nos encontramos con ellas nos estaremos encontrando con nuestras capacidades o dificultades para desarrollarlas o reducirlas. Y es en esos momentos en los que tenemos que estar atentos para capitalizar esos pequeños desafíos que se transformarán en aprendizajes.
Si en medio de una práctica nos encontramos con una postura en la que vamos a darle al cuerpo la oportunidad de ser más laxo, tendremos que tener tolerancia y llevarlo hasta su extremo natural con cuidado y paciencia, utilizando la respiración para relajar la musculatura mientras la postura se va tornando más profunda.
Si llegamos al punto de tener que sostener una postura de fuerza o equilibrio, tendremos en cuenta la concentración y aprovecharemos toda la energía para sostener el asana, dejando de lado las quejas o el impulso para huir de la situación.
Veremos que todo aquello que surge en medio de la práctica de yoga tendrá su correlación con circunstancias de la vida cotidiana, con nuestras capacidades de sostener situaciones, de cambiar, de adaptarnos o de avanzar cuando sea necesario; todos episodios que requerirán de nuestras fuerzas o de nuestra flexibilidad. Pero también, como debe ocurrir en la práctica de yoga, debemos reconocer nuestras capacidades naturales y adquiridas para no ir más allá de lo que la realidad física nos permite, para no lesionarnos o encontrarnos en situaciones de difícil retorno o de una resolución que requiera conocimientos o herramientas que no hemos llegado a conseguir.
Reconocer todos estos elementos nos ayudará a evitar caer en la frustración cuando en nuestro imaginario nos veamos en posturas de una flexibilidad imposibles para nosotros y queramos alcanzar estándares que están fuera de nuestro alance, por ejemplo, tratando de imitar a practicantes más flexibles o imágenes ideales que abundan en estos tiempos en Internet.
De igual manera ocurre si lo que nos cuesta es sostener posturas de fuerza que muchas veces se exponen como una demostración de destreza física, pero que nada tienen que ver con lo que nosotros, como practicantes de un yoga consciente, constructivo y de desarrollo personal y espiritual, deberemos trabajar en el día a día.
Un yoga consciente comienza con el reconocimiento del estado en el que estamos cuando vamos a practicar. El cuerpo físico que manifiesta nuestro universo emocional, la actividad mental o lo que hagamos cada día en el mundo material son elementos que crean nuestro ambiente fundamental de práctica. Con ello debemos trabajar para avanzar en lo necesario en busca del mejor equilibrio para cada uno de nosotros.
Pablo Rego. Profesor de yoga. Escritor. Terapeuta. Diplomado en Ayurveda.
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