Es una patología muy común la de juzgar y condenar, como si nos costara infinitamente ponernos en la situación de las otras personas. Todos incurrimos en esta negativa actitud, que se realimenta socialmente y se automatiza. Escribe Ramiro Calle.
Mi amor por mi gato Émile es inconmensurable, como saben las personas que han leído mi libro Lo que aprendí de mi gato Émile. Me lo dio todo y me enseñó mucho. En numerosas conferencias y entrevistas declaré: «Quien más me ama es mi gato Émile, porque no me juzga». Y es que todos tenemos una neurótica tendencia a juzgar, que a veces disculpamos utilizando el más grotesco de los eufemismos cuando decimos: «No es juicio; es descripción».
Es una patología muy común la de juzgar y condenar, sin ponernos a menudo en la situación de las otras personas. Todos incurrimos en esta negativa actitud, que se realimenta socialmente y se automatiza. En mi obra Los mejores cuentos espirituales de Oriente y Occidente incluyo un ejemplo muy significativo:
En una localidad de la India el juez enferma y debe ser llevado al hospital de otra ciudad. Mientras el juez está ausente, alguien pone una demanda contra otra persona. Hay que juzgarla, pero ¿quién puede hacerlo?
El alcalde de la localidad recurre a un yogui que vive retirado en su ermita a unos kilómetros. Para no desairar a los lugareños, el yogui acepta ser juez por un día. Cuando el juicio tiene lugar, primero interviene la parte demandante y tras exponer su alegato, el yogui-juez le dice: «Tiene usted razón».
Después interviene la parte demandada, y el yogui-juez le dice: «Tiene usted razón». Entonces, realmente indignado, el escribano levanta la cabeza y protesta: «Señoría, pero ¿cómo ambas partes, la demandante y la demandada, pueden tener razón?». Y entonces el yogui- juez dice: ·»Señor escribano, es verdad, tiene usted razón».
Cuando uno empieza a conocerse a sí mismo, a través de la autovigilancia y la meditación, empieza a ser más indulgente y comprensivo con los demás, pero sobre todo comienza a percatarse de que no somos jueces de profesión. Así que permitidme que insista en ello: nadie me ha querido tanto como mi gato Émile, que no me juzgaba y me amaba aceptándome como soy. Por eso él era un yogui y yo un aprendiz de yogui.
Ramiro Calle es pionero de la enseñanza del yoga en España, disciplina que imparte desde hace más de 30 años en el centro de Yoga Y Orientalismo «Shadak». Es el más importante escritor orientalista de este país y uno de los más importantes de toda Europa. Autor de numerosas obras, ha estudiado en profundidad los efectos terapéuticos de las psicologias orientales y de los aportes de la meditación al psicoanálisis, la psicoterapia y la neurociencia. https://www.youtube.com/results?search_query=ramiro+calle
Todos sus libros en la Biblioteca Ramiro Calle de Editorial Mandala:
https://www.mandalaediciones.com/autores/ramiro-calle.asp