Para ayudar a una amiga con cáncer investigó a fondo cómo el yoga podía ayudarla, y descubrió que el yoga ya se ofrecía como complemento en los mejores hospitales del mundo. Hoy colabora en varios proyectos para introducir esta disciplina en nuestro sistema sanitario. Ha escrito el interesantísimo libro Yoga para alejarnos del dolor. Es una entrevista YogaenRed.
Mireia Coma-Cros es licenciada en Filosofía, educadora social y practicante de yoga desde hace más de 30 años. Tras haberse formado extensamente como profesora en la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY), introdujo el yoga como intervención social en personas en riesgo de exclusión. Al constatar cómo esta práctica milenaria puede ayudar a los que más lo necesitan, se especializó con referentes internacionales en yoga y técnicas cuerpo-mente para cáncer, enfermedades crónicas y trauma.
Desde entonces, imparte clases en la Fundación Oncolliga, la Fundación Salut Plus, la Escuela de Cuidadores de la Fundación La Caixa y colabora con diferentes proyectos para introducir el yoga en el sistema sanitario, habiendo realizado centenares de sesiones para personas con diferentes condiciones de salud.
Mireia ha tenido la deferencia de responder a las preguntas de YogaenRed en esta interesante entrevista:
Pregunta: ¿Cuál fue tu motivación principal para especializarte en yoga para la salud?
Respuesta: Durante una época trabajé como educadora social en programas para personas sin recursos (pobreza extrema, violencia de género, marginación social, privadas de libertad, etc). Había empezado a practicar yoga en la adolescencia, sabía bien cómo actuaba e intuí que les podía ayudar. El impacto de las primeras sesiones fue tan positivo que, con el fin de proporcionar herramientas cuerpo-mente que facilitaran el desarrollo personal, decidí introducirlo como parte del programa. Tras algunos años compartiendo el yoga con diferentes colectivos en este tipo de situaciones, una amiga fue diagnosticada de un agresivo cáncer. Ver el gran sufrimiento físico y mental que le causaba me llevó a preguntarme si había evidencia científica que demostrara los beneficios del yoga en personas con diferentes situaciones clínicas. Constatar que se ofrecía en los mejores hospitales del mundo y que la presencia en nuestro sistema sanitario era mínima me motivó a formarme con referentes internacionales y especializarme para poderlo promover aquí.
P: ¿Estás de acuerdo en afirmar que el yoga es una terapia y cómo lo explicarías?
R: La RAE define terapia como “el tratamiento de una enfermedad o cualquier otra disfunción”. En este sentido el yoga, aunque tiene efectos terapéuticos obvios, no es un tratamiento sino una práctica holística que ayuda a gestionar la adversidad y a desarrollar la autorrealización del ser humano. Personalmente, pues, no considero que el yoga sea una terapia, aunque comprendo que, con el fin de conceptualizar y dar visibilidad a esta nueva rama enfocada a la salud, se haya acuñado el término “yogaterapia”.
En 2014 la Universidad de Harvard, junto con otras universidades, publicó una interesante investigación en la que describía los mecanismos a través de los cuales el yoga estimula la salud. Creo que ilustra muy bien su forma de actuar, así como sus positivos efectos. En ella se explica que el yoga funciona como un sistema de autorregulación que, gracias a la conexión cuerpo-mente, genera unas sinergias entre dos redes cerebrales. Una se denomina top down (de arriba abajo) y es la responsable de regular procesos cognitivos como los pensamientos y las emociones y transmitir esta información al cuerpo. La otra recibe el nombre de bottom up (de abajo a arriba) y funciona en sentido contrario, lleva la información obtenida por los receptores del cuerpo, como por ejemplo la relativa al sistema nervioso o al sistema cardiovascular, al cerebro para que pueda ser procesada. La concentración (dharana) sería un ejemplo de técnica top down y la regulación de la respiración (pranayama), de bottom up. Estas sinergias hacen que el yoga, a través de su inteligente metodología, tenga la capacidad de identificar patrones fisiológicos, emocionales, cognitivos y conductuales nocivos y substituirlos por alternativas más positivas y saludables. Por ello, concluyeron, es “un potente agente de cambio” que promueve la salud. Personalmente me identifico más con este tipo de enfoque.
P: El yoga tradicional es inseparable de su sentido trascendente y espiritual. ¿Cuál es tu posición respecto a utilizar algunas de sus técnicas para fines exclusivamente de salud y bienestar?
R: Para mí el yoga es una práctica sagrada y, por ello, intento aplicarlo siempre con el máximo rigor. Esto implica que cualquier sesión, aunque sea corta, debe incluir posiciones o movimientos, relajación, regulación de la respiración (en determinadas poblaciones clínicas sin retención o simplemente conciencia respiratoria) y meditación. Si las técnicas del yoga se utilizan de forma aislada y esto sirve para ayudar, me parece fantástico, pero entonces debe indicarse para no generar confusión.
P: ¿Debería de haber una formación especializada que capacitara para aplicar el yoga a los problemas de salud? ¿Qué nivel formativo entiendes que sería deseable?
R: En los últimos años la práctica de yoga ha crecido a un nivel casi exponencial. Este crecimiento ha hecho aumentar también el número de formaciones, que actualmente son muy variadas en términos de duración, contenido y exigencia al alumno. Cuando una persona ve su salud amenazada y su bienestar reducido suele sentirse más vulnerable, no solo a nivel físico sino también a nivel psicológico. Esto conlleva una gran responsabilidad por parte del profesor. Para poder hacer frente a ella es necesaria la solidez de una buena formación especializada y el compromiso por parte de éste con una práctica diaria. Por esta razón considero imprescindible que las personas que quieran dedicarse a esta especialidad tengan, además de una buena formación de base, conocimientos adicionales sobre aspectos relativos a la pérdida de salud como fisiología y anatomía, el funcionamiento del trauma, las características de las condiciones específicas en la que intervienen, acompañamiento paliativo, etc. Afortunadamente cada vez hay más formaciones adicionales de calidad (online y presenciales) que los proporcionan.
P: ¿En qué campos de la salud cuerpo-mente crees que el yoga aporta claramente más beneficios?
R: Según la explicación proporcionada por Harvard el yoga tiene la capacidad de promover una transformación positiva en las funciones fisiológicas, psicológicas, emocionales y conductuales. Si tiene la potencialidad de modificar todas estas variables, significa que sus efectos pueden llegar a un gran número de campos distintos. Me gustaría, sin embargo, destacar uno que nos afecta especialmente como sociedad y para el cual el yoga resulta una práctica excelente: el estrés. Su prevalencia es tal que los expertos lo consideran una epidemia.
Un estudio realizado en los Estados Unidos entre 2006 y 2009, por ejemplo, reveló que entre el 60%y el 80% de las visitas médicas está relacionada con este fenómeno. Hay abundante evidencia científica que demuestra cómo empeora todas las variables físicas y psicológicas. Está relacionado con la aparición o exacerbación de condiciones como la hipertensión, la insuficiencia cardíaca, las enfermedades autoinmunes o enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. El gran desequilibrio que genera se encuentra detrás de la depresión y la ansiedad, ambas condiciones de salud que lideran las causas de incapacidad en el mundo. Hace aumentar la severidad de la mayoría de los problemas clínicos e incrementa todos los tipos de dolor, etc. El yoga resulta una práctica excelente para reducirlo porque hace que disminuyan los dos mecanismos que lo activan: el sistema nervioso simpático y el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal. Investigaciones realizadas por el Instituto Nacional de Salud de los EE.UU. demuestran que el yoga reduce el estrés en más del 80% de los practicantes.
P. ¿Y en qué patologías o trastornos se ha demostrado ser más eficaz?
R: La condición clínica en la que más se ha investigado es el cáncer. Solo en 2013, por ejemplo, se publicaron más de una docena de revisiones sistemáticas y metaanálisis sobre los beneficios del yoga para personas en esta situación. Esto ha hecho que, según una investigación realizada en 2016, en esta fecha se ofreciera en el 70% de los grandes centros oncológicos de los EE.UU. y se recomendara en el 90%. Al ser una tendencia en aumento, ahora deben ser muchos más. Actualmente la American Society of Clinical Oncology recomiende el yoga para reducir la ansiedad, el estrés y la depresión y mejorar la calidad de vida en personas con cáncer.
Aparte de los estudios que demuestran la eficacia del yoga en otras condiciones como por ejemplo el dolor crónico, el estrés o el estrés postraumático, es interesante observar también lo que podríamos llamar “investigaciones indirectas”, es decir, aquellas en las que no se estudia específicamente el efecto del yoga en conjunto sino de uno de sus componentes y que demuestran resultados satisfactorios. Por ejemplo, una investigación realizada por la S-VYASA University en Bangalore (India) analizó todos los estudios realizados entre 1988 y 2016 sobre el efecto de la respiración lenta de yoga en las variables autonómicas y cardiovasculares. La conclusión fue que las mejora y que, por lo tanto, podría ser útil para la prevención y gestión de los problemas cardiovasculares.
Otro interesante ejemplo de esta “investigación indirecta” es la realizada sobre la intercepción, la conciencia de las sensaciones corporales que promueve el yoga. Los neurocientíficos la definen como la capacidad que nos permite percibir los estados fisiológicos del cuerpo, evaluarlos y emprender las acciones necesarias para modificarlos. Recientemente está recibiendo un creciente interés por parte de la ciencia, que incluso han pasado a considerarla un sexto sentido, por la relación que tiene con la salud mental y la potencialidad de las prácticas contemplativas orientales para promoverla.
P: ¿Cómo te parece que valora la sociedad el uso del yoga para prevenir y mejorar la salud? ¿Y la medicina oficial?
R: Una investigación realizada por Cramer et al. (2015) reveló que casi el 80% de las personas que practican yoga lo hacen para mejorar su bienestar general y prevenir enfermedades o condiciones de salud perjudiciales. La gran mayoría de la población percibe el yoga como una práctica saludable para el cuerpo y la mente. Por otro lado, hay un número creciente de personas que buscan en las prácticas complementarias o alternativas las soluciones que sienten que el sistema sanitario no puede darles. La mitad de las personas con cáncer, por ejemplo, recurre a ellas, muchas veces sin informar a sus oncólogos, lo que puede conllevar un grave riesgo.
Aquí es muy importante aclarar la diferencia entre “complementario” y “alternativo”, no son intercambiables. Cuando decimos que una práctica o terapia es complementaria es que complementa el tratamiento médico. Cuando decimos que es alternativa, lo substituye. Es muy distinto. El yoga en personas con situaciones clínicas debe practicarse siempre de forma complementaria y con el conocimiento del médico.
Actualmente el 75% de los 50 mejores hospitales del mundo recomiendan yoga (ranking revista Newsweek). Aunque la evidencia científica que demuestra sus efectos está aún en la infancia, ésta ha sido suficiente para que todos estos hospitales promuevan su práctica. La situación en nuestro país es muy distinta, puesto que el yoga prácticamente no tiene presencia en el sistema sanitario, aunque las cosas empiezan a cambiar. Cada vez hay más médicos que practican y recomiendan esta disciplina. Una prueba es el magnífico prólogo que el doctor Joan Albanell, responsable del Servicio de Oncología Médica del Hospital del Mar y catedrático de oncología de la Universidad Pompeu Fabra, ha hecho de mi libro Yoga para alejarnos del dolor (editorial Arpa) y el soporte que éste ha recibido por parte de algunos médicos.
P: ¿Cómo crees que debería considerarse y utilizarse el yoga en la Sanidad pública española?
R: Creo que un primer paso sería que los profesionales sanitarios supieran exactamente cómo actúa el yoga ante situaciones de adversidad, cómo puede ayudarnos a alejar el dolor físico, psicológico y emocional y qué evidencia científica lo sustenta. En el libro lo explico bien. Luego sería muy interesante observar qué hacen otros sistemas de salud y estudiar la posibilidad de implementarlo aquí de manera similar. No hace falta inventar la rueda.
Un excelente ejemplo, debido a aspectos parecidos con nuestro sistema sanitario, es el del Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS), que en 2019 ha introducido el yoga de forma oficial bajo la forma de “prescripción social”. La tremenda presión que las enfermedades crónicas ejercen sobre este sistema (constituyen el 70% de su coste) ha hecho que opten por esta solución creativa y económica. Los médicos de atención primaria o los trabajadores sociales, cuando identifican a una persona con enfermedades crónicas o riesgo a sufrirlas y soledad, la derivan a un programa de yoga diseñado especialmente para este tipo de situaciones. La Universidad de Westminister realiza su evaluación y ya han obtenido conclusiones positivas.
Las personas que participan de este programa demuestran una reducción estadísticamente significativa del estrés, la ansiedad y la depresión. Se ha observado también una mejora en lo que denominan “patient activation”, que es la confianza de éste en la gestión de su propia salud (y que implica el paso de una actitud pasiva a una activa), en el bienestar general y en la conectividad social. Estas primeras investigaciones también han revelado una mejor salud general en el 45% de los pacientes y un retorno positivo a la inversión de 2,19 libras por cada libra invertida en el programa de yoga debido, principalmente, al menor uso de los recursos sanitarios.
P: ¿Qué opinas sobre ese binomio Ciencia/Yoga que con frecuencia se nos expone, desde la ortodoxia de un sector y del otro, como incompatibles?
R: El yoga es una disciplina holística que abarca la dimensión física, mental y espiritual del ser humano. Esto hace que haya algunos aspectos de la experiencia que conlleva que no puedan ser explicados bajo los parámetros del método científico. La Universidad de Oxford publicó en 2012 un libro titulado Oxford textbook of spirituality in healthcare donde se explica esta situación y que detallo en mi libro. Nos dice que el conocimiento espiritual y el conocimiento científico pertenecen a esferas distintas. El método científico, para definir aquello que es verdad, utiliza un enfoque nomotético. Está basado en el empirismo y se rige básicamente por tres criterios: el objeto de estudio debe poder ser falsificable, replicable y generalizable. Proporciona un conocimiento imprescindible en muchas áreas de la vida, pero no puede explicarlas todas.
La experiencia de trascendencia y transformación profunda que proporciona el yoga, por ejemplo, es una de ellas. Se trata de una experiencia que difícilmente es falsificable (nadie puede negar lo que siento), es única (lo experimento a mi manera) e irrepetible (probablemente no haya dos experiencias exactamente iguales). Estas dos formas de conocimiento, según mi opinión, no son incompatibles, sino que, precisamente por ser diferentes, son complementarias. La prueba de ello es que cada vez más hospitales lo reconocen y recomiendan prácticas como el yoga para abordar la complejidad y totalidad del ser humano.
Nota: El libro Yoga para alejarnos del dolor puede encontrarse en las mejores librerías.