Yoga nos puede ayudar a transitar los problemas, las situaciones de enfermedad, las dificultades emocionales; facilita la resolución de muchas dificultades de diversas maneras, pero no es la actividad en sí misma lo que nos va a ayudar sino lo que hagamos cada uno de nosotras/os en nuestra propia vida, con o sin yoga. Escribe Pablo Rego.
No es lo mismo hablar del ego que trascenderlo. En la actualidad hay muchas personas que empiezan a practicar yoga y también enseñantes. Comienza a verse un movimiento muy fuerte de guiar o comunicar desde «el personaje del profesor o instructor de yoga”, quedando relegados la experiencia, el autoconocimiento y todo el tiempo que ello requiere para conseguir, por lo menos, la consciencia de quiénes somos y desde dónde es mejor transmitir y comunicar yoga.
Proliferan los cursos de formación y la aparición de enseñantes de yoga en todo el mundo, a lo que hay que sumar la fuerte influencia de las redes sociales. En grupos virtuales, en foros o en el seno de instituciones –algunas de reconocimiento internacional–, a través de la publicidad o la comunicación, puede verse la oferta de un “yoga infalible” a través del cual se pueden resolver todos los problemas.
Aferrándose a la imagen, pero también a la competencia y abusando del marketing aplicado al yoga, surgen guías, maestros o enseñantes que nunca tienen problemas en su vida y que comparten o difunden la actividad desde ahí, evitando mostrar cualquier dificultad existencial para que nadie sospeche que yoga no es infalible.
Yoga nos puede ayudar a transitar los problemas, las situaciones de enfermedad, las dificultades emocionales; nos puede ayudar a resolver muchas dificultades de diversas maneras, pero no es la actividad en sí misma lo que nos va a ayudar sino lo que hagamos cada uno de nosotros en nuestra propia vida, con o sin yoga.
Todos somos, en esencia, iguales
Pueden notarse esfuerzos grandísimos por disimular situaciones personales, problemas de relaciones, enfermedades y cualquier tipo de cosas que nos pasan a todos, siendo o no profesores o instructores de yoga, ya que la existencia nos afecta de igual manera porque somos seres humanos viviendo en la tercera dimensión. Todos tenemos nuestro karma y nos toca experimentar situaciones de dolor, pérdidas, enfermedades, lesiones, etc.
También observamos que se condena la posibilidad de lesionarse practicando yoga, algo que puede pasar, que debemos tratar de evitar, pero de lo que nadie está exento. Lesionarse practicando yoga físico es algo que siempre pasó y seguramente va a seguir pasando porque nada nos asegura que lo que hagamos no vaya a tener relación con algún tipo de situación energética que desconocemos.
Yoga es muchas cosas; también es testigo de aquello que vamos aprendiendo cada día y de cómo el camino del aprendizaje, que tiene que ver con el cuerpo físico pero también con lo emocional, con lo energético, con la conciencia, en ningún caso nos va a evitar, si nos toca, lesionarnos. Seguramente, si no podemos hacerlo de otra manera, así aprenderemos cuáles son nuestros límites o qué posturas que no nos hacen bien tenemos que dejar para hacer otras en su lugar.
Es muy importante que quienes enseñamos yoga recordemos que ante todo somos seres humanos y que todos somos esencialmente iguales. Tengamos en cuenta que por alguna razón estamos cumpliendo esta función, desarrollando esta actividad o adoptándola como profesión, lo que habla mucho de la necesidad que tenemos, quienes enseñamos yoga, de practicar y de estar en profunda relación con la disciplina, incluso más que otras personas.
Primer aprendizaje: trascender el ego
Como enseñantes, si no aprendemos a asumir que quien está viviendo la experiencia en primer lugar es uno mismo y que eso nos puede llevar incluso a la enfermedad, no podemos enseñar desde la verdad y honestamente. Por lo tanto es muy importante bajarnos del pedestal al que podamos estar subidos, ser tolerantes con nosotros mismos, con los alumnos y con todos aquellos que decidan adentrarse en el camino de la comunicación, transmisión o enseñanza de yoga.
Si queremos enseñar a un grupo de practicantes es muy importante hacer ese trabajo interior como guías, trascendiendo el ego, recordando que somos seres conscientes de luz, encarnados, con karma y que nuestro karma nos está llevando a realizar esta actividad.
Enseñar o transmitir yoga debe tomarse como una actividad kármica. Cada uno hace su camino, empieza donde le toca, sea donde sea. Cada cual recorre su propia historia y realiza su propia experiencia. Si este tránsito nos lleva a conflictos emocionales, a enfermar o a lastimarnos, no es culpa de nadie ni hay que disimularlo de ninguna manera sino incorporarlo, transitarlo e ir también con esa circunstancia como parte de la propia verdad existencial.
Cuando yoga se transforma en un medio de vida y, por lo tanto, en una profesión necesaria desde lo económico o material, puede darse el hecho de que se intenten disimular las situaciones que se dan en la vida, como si eso fuera a hacer que las personas ya no practiquen yoga, teniendo en cuenta que el fenómeno trasciende cualquier decisión personal. Si nos aferramos a eso y queremos apropiarnos de yoga, estaremos olvidando que esta disciplina es muchísimo más grande que un ser humano, incluso que una generación completa de profesores o practicantes y que va a seguir estando presente cuando nosotros ya no estemos.
Hay que aprender a navegar y fluir en la marea, saber ser parte de la red que se va creando todos los días entre los practicantes, los profesores o instructores y entre todas las personas que de alguna manera están involucradas en la práctica de yoga.
©Pablo Rego. Profesor de Yoga. Terapeuta. Escritor Diplomado en Ayurveda.