El futuro del yoga: lo importante es seguir andando

2022-09-19

Quizás el desafío principal del yoga en el futuro próximo sea sobrevivir a su propio éxito manteniendo su naturaleza de camino espiritual de autoconocimiento. Por eso es muy valioso seguir transmitiendo hoy sus enseñanzas con perseverancia y honestidad. Escribe Pepa Castro.

yoga

Indra Devi en su estudio de yoga de Hollywood, 1952. Foto publicada por The Guardian en un incisivo artículo.

Conocemos que la dilatadísima historia del yoga es un relato de incesantes influencias del entorno donde no han faltado periodos de críticos cambios en sus enfoques fundacionales. Pero en la sociedad globalizada, masificada y polarizada de hoy día, los vientos toman enseguida fuerza de ciclones y no hay cimientos sólidos que se resistan a su empuje.

Innumerables son los factores que amenazan con desviar al yoga de su camino, y quizás, en ciertos aspectos, indefinidamente. Todos los que formamos parte de la comunidad yóguica hemos hablado de ellos hasta el aburrimiento, pero baste ahora con mencionar la práctica más habitual, ese “yoga físico” que no es sino una suerte de hatha yoga desvirtuado que se limita a la imitación de ejercicios corporales al modo de ásanas, y poco más.

No habría que confundirlo con lo que se da en llamar «yoga moderno», el que actualmente más se enseña en las escuelas y centros profesionales, y que deriva del impulso innovador de los grandes yoguis indios del siglo XIX y de la incorporación de avances en el conocimiento de la anatomía, la biomecánica, la neurociencia, etc.

A partir de que en el siglo XX el yoga moderno pusiera su foco en los efectos beneficiosos de las técnicas del hatha yoga sobre la salud y el bienestar, su éxito creció como la espuma, pues todo practicante que comprobaba en sí mismo la mejoría después de la práctica lo difundía en su entorno, creando una demanda exponencial de aprendizaje. El problema es que estos evidentes efectos secundarios del yoga fueron dejando relegada, hasta opacarla, su principal finalidad como camino espiritual de autoconocimiento. A estas alturas, que en nuestras sociedades la salud, la paz mental y la estética pasen por delante de las necesidades del espíritu, guste más, guste menos, no puede sorprender a nadie. (Los seres humanos somos de natural ambiciosos, impacientes y miopes, como bien sabían los sabios yoguis de hace milenios que se empecinaron en hallar una vía de liberación para ello).

Lo que sucedió después en el siglo pasado es bien sabido: pronto se vio que esa demanda rampante de yoga para el bienestar podía ser un negocio emergente, al calor del cual surgió una oferta comercial variada y colorida. Y por ahí hemos ido entrando todos, de alguna manera o de otra. Todas y todos. Porque pocos podemos sustraernos al empuje de los modos y las modas de la época que nos toca vivir.

La realidad es que el recorrido del yoga de camino espiritual a producto de bienestar pasa hoy por muchas formulaciones y enfoques, unos que no quieren renunciar al propósito original de descubrimiento interior  y otros instalados en sus beneficios prácticos. Honestamente, solo cada uno puede decidir en conciencia si una oferta de yoga (o derivada) es lo que necesita y conviene o no, si puede mejorar o transformar su vida, en qué sentido y con qué profundidad.

Primero un pie y luego el otro

Los caminos, aunque estén bien descritos en los mapas, se hacen y se descubren al andar. Son una experiencia en etapas sucesivas y progresivas que requieren como mínimo perseverancia y recursos, los que se llevan en la mochila y otros que se van revelando a medida que se va avanzando por el camino, más enjundiosos cuanto más nos acercamos a la meta.

El yoga, como tal camino, no descubre su poder el primer día ni el segundo, ni alcanzará la meta todo aquel que se inicie, ni tampoco quien recorra solo algún tramo. Pero lo importante es que la mayoría al andar nos vamos liberando de lastres y recogiendo aprendizajes y frutos, aunque finalmente acabemos perdiendo el norte o nos quedemos a la mitad del recorrido.

Pero obviamente lo primero y más importante es dar el primer paso. La intención mueve la mente, el corazón y los pies… que no es poca integración para empezar, y pronto se irá decantando y refinando al entrar en diálogo con la intimidad de cada cual cuando ya estemos caminando. Pero mejor si nos servimos de las guías.

Las guías mejoran y encauzan la experiencia

Las guías pueden ser buenos libros sobre yoga o buenas maestras. Lo digo en femenino porque ya son mayoría las mujeres formadas como profesoras de yoga, quienes por tanto tienen hoy en sus manos, como conservadoras y transmisoras de sus enseñanzas, el futuro del mismo.

Lo que se seguramente se nos pide a todos, como regla de juego honesto consustancial al propio yoga, es que caminemos conociendo en qué consiste realmente esto que llamamos yoga, cuál es su propósito genuino y con qué apoyos imprescindibles cuenta. Y lo malo es que no es fácil estar bien informados, pues cada vez resulta más penoso observar a través de internet la concepción pobre, utilitarista, frívola, fragmentada, distorsionada, etc, que reflejan las redes y medios de comunicación acerca del yoga. Por eso insisto en que la responsabilidad de las jóvenes profesoras de yoga en cuanto a respetar y mantener la integridad de los principios del yoga es enorme e imprescindible.Les deseo a ellas toda la fuerza, sensibililidad y sabiduría de que son capaces.

En una entrevista de 2007, el gran erudito del yoga Georg Feuerstein (1947-2021) le dijo a Swami Gopalananada: “El yoga contiene principios universales, pero para cada persona es un proceso único. Debemos tomar estos principios universales del yoga y hacerlos nuestros, y solo lo lograremos a través de nuestra propia personalidad, nuestro propio sistema de símbolos, etc. Todo lo que encontremos en el yoga debe traducirse a nuestros propios términos o no funcionará”.

Aprender y adaptar; ese es el secreto para perseverar en el camino. Y recordar, naturalmente. Para acabar comparto un lúcido escrito de Jose Carballal (@mysorehousemadrid) leído en su IG:

Recordar que el camino es distinto para cada persona que lo recorre.
Recordar que lo que te sirvió a ti no sirve necesariamente a la otra persona.
Recordar que lo que tú buscas no es siempre lo que otr@s buscan.
Recordar que hay tantas sensibilidades como distintas personas.
Recordar que detrás de cada cara y cuerpo hay una historia que no conoces y que siempre hay en ellas una buena dosis de sufrimiento.
Recordar elegir lo que creo que le conviene por encima de lo que el ego ansía… y recordar revisar mi creencia para poder constatarla.
Recordar que acompañar es mejor que llevar, sugerir es mejor que imponer y mostrarme, mejor que disfrazarme.
Recordar confiar más en la intuición que en las creencias.
Recordar que esto es para ell@s, no para ti. ES PARA ELL@S.
Recordar que aquí no eres el importante.
Sabemos muchas cosas, en cierta manera, lo sabemos todo. Pero lo olvidamos constantemente. Este camino, sobre todo a partir de un tramo, va sobre todo de recordar y recordar. También como profesores / as.

Pepa Castro es codirectora de YogaenRed.