La consciencia ética, vacuna contra la insensibilidad social

2021-12-20

Apenas se habla de ética en el lenguaje cotidiano. Hacer referencia a la ética o la moral como guía de conducta en esta sociedad suena a viejuno, a sermón, a desfase. Simplemente, el término ha perdido presencia y sentido en las relaciones de convivencia. Ahora sufrimos las consecuencias. Escribe Pepa Castro.

ACNUR

En la imagen, portada actual del sitio web de la Ong ACNUR

Hablar de rectitud o integridad moral quizás pueda comprenderse mal, pero todos lo entendemos de sobra cuando decimos que el comportamiento ético se basa en actuar como desearíamos que actuaran con nosotros, y no hacer lo que no queremos que nos hagan (a uno mismo o a nuestros seres queridos).

Amarás al prójimo como a ti mismo. De todos los preceptos morales probablemente sea éste el más vulnerado. Todas las filosofías y religiones nos exhortan a vivir en paz de corazón y rectitud de propósitos; es una aspiración que reside en la profunda fibra sensible del ser humano. Y no se trata tanto de seguir ciegamente mandamientos, leyes, sutras o reglas como de cultivar, desde la consciencia, el impulso y la voluntad de priorizar la armonía en nuestras relaciones.

La huida no es el camino

Las virtudes personales y los valores sociales que hacen posible, no ya el amor o la fraternidad sino al menos la paz, la empatía y el entendimiento con los demás, no están siendo, sin embargo, cultivados ni promovidos en nuestro tiempo; no hay más que remitirse al clima de desencuentro y violencia que se refleja en los medios de comunicación y redes sociales.

Y no es tan fácil sustraerse del todo al influjo de esa atmósfera que va impregnando nuestro tejido social hasta hacerlo cada vez más insensible hacia el otro.

¿Qué hacer? ¿Lucha o huida? Me inclino por la reflexión como respuesta, una reacción menos primaria que nos debemos a nosotros mismos como los seres inteligentes que supuestamente somos.

Admitamos que incluso en los corazones más blancos hay sombras, heridas no curadas, prejuicios por ignorancia, rastros de egoísmo, silencios cómplices, grietas de resentimiento… Sorprenderles in fraganti cuando aparecen, a la luz de la linterna de la consciencia –ese darse cuenta al que nos faculta el yoga–, es necesario para empezar a transformar nuestras zonas sombrías en claridad.

Necesario, pero no suficiente.

Además del trabajo interior hay un trabajo hacia afuera por hacer. Mi deseo de transformación no puede acabar en mí si no me mueve a dar lo mejor de mí. La transmisión de consciencia (que no de doctrina), la reflexión, la escucha y la conexión entre nosotros son muy importantes para contrarrestar, en la medida de lo posible, la influencia negativa de los mensajes del “todo vale” a fin de ganar dinero, audiencia, fama, rentabilidad, poder… esos dioses supremos que están eclipsando los genuinos valores y transformándonos en una sociedad frívolamente individualista y desconectada de sus valores más humanos, tales como la integridad, la compasión, la empatía o la solidaridad.

Defender la dignidad del ser humano

La honestidad con uno mismo nos obliga a ser coherentes; no podemos aferrarnos a un hermoso ideario de nobles valores si lo incumplimos o ignoramos según sople el viento de la oportunidad. Amar no es un ritual; no es tanto abrazar y sonreír al otro como poner toda la vigilancia posible en respetarlo. Y respetar la dignidad de los demás implica también defender la de aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos por razones de vulnerabilidad o exclusión.

Mostremos nuestro rechazo a la crueldad infiltrada en los valores del sistema; a la insolidaridad hacia los más débiles; a la insensibilización hacia el dolor ajeno; a la manipulación de la verdad; a la ocupación del espacio público por voces que nos enfrentan en su propio beneficio.

Esas influencias oscuras que crecen cuando nos dividen y más aún cuando nos acallan, no deben impedirnos expresarnos. Y tampoco el miedo al “qué pensarán de mí” o la soberbia del “estoy más allá de eso”.

Hablar por hablar es ruido, pero hablar con conocimiento y valentía resulta necesario en estos momentos de desorientación moral. Nuestras palabras pueden brotar de la inspiración del yoga y también de otros caminos generadores de consciencia como la educación en valores, la espiritualidad, la creatividad o la cultura en sus múltiples vertientes. (1)

No hay que caer en la trampa de la discordia estéril pero tampoco dejarnos intimidar, para poder recuperar el derecho a expresar nuestro criterio y a ampliar la consciencia sobre lo que nos preocupa del momento actual, con palabras honestas, medidas y respetuosas. De lo contrario es fácil quedarse en un estado de falsa armonía a título personal que conduce no a la paz, sino probablemente a la nada.

Pepa Castro es cofundadora de YogaenRed.

(1) Permitidme compartir una hermosa cita de un texto de Eugenia Castro, mi hermana, profesora de Humanidades, que nos sitúa en la Odisea de nuestro tiempo:

(…) Si lo que se pretende es que las personas valoren más el envase que el contenido, sobra el viejo ideal grecolatino de la “areté” y basta con enseñar, al modo sofista, ciertas habilidades para conseguir el éxito. Si el objetivo es fabricar productores/consumidores de egos frágiles y vanidosos, incapaces de ver más allá de su propia imagen, está de más la reflexión filosófica y la reflexión moral. Si lo que se desea es una sociedad sin capacidad crítica, mediatizada por los fogonazos digitales, la manipulación informativa y la lengua como garrotazo, el fomentar el gusto por la belleza y por la verdad con la lectura de los clásicos es, incluso, contraproducente.

Deslumbrados por los adelantos de la técnica y, a la vez, atemorizados por algunas de sus consecuencias que casi aceptamos como inevitables, defendemos las Humanidades como un elemento de resistencia y contrapoder para boicotear la fabricación de ciudadanos en serie.

En esta travesía incierta, mar adentro, que es la vida, sin brújula y sin saber leer las estrellas, no va a ser fácil que las nuevas generaciones puedan hacer frente a los naufragios, enfrentarse a los monstruos Escila y Caribdis y encontrar, finalmente, el camino de regreso a casa.