La experiencia de ser lo que somos: he ahí la meditación. Tan simple como profunda, tan necesaria como urgente en un mundo dormido y extraviado. Una meditación sin corsés ni credos, «con la mente calma y el corazón abierto». Nos lo cuenta Julián Peragón (Arjuna), que acaba de publicar Estar en el mundo (La necesidad de la meditación), editado por Kairós.
Después de sus anteriores obras, Síntesis del Yoga, y Meditación Síntesis, Arjuna, como es conocido entre alumnos y compañeros, en esta ocasión ha decantado, directamente desde el corazón, esencias de sabiduría de 40 años de vida en el yoga concentradas en lo más nuclear y valioso de éste: la meditación.
Pregunta: ¿Qué es lo que añade este nueva publicación a los libros anteriores?
Respuesta: Es un libro mucho más íntimo y parte directamente de mi experiencia durante estas cuatro décadas que conozco el yoga y la meditación. Intento reforzar el esquema inicial de siete etapas meditativas haciendo especial hincapié en los obstáculos emocionales y psicológicos con los que nos vamos a encontrar en la práctica.
Mi visión de la meditación es un tanto poliédrica, creo que tenemos que verla desde el aspecto energético, psicológico, filosófico, pero también místico. También creo que necesitamos un lenguaje más flexible, más moderno y más claro para delimitar todos los matices de la meditación, que son muchos. Siempre dije que la meditación era el corazón del yoga, y lamentablemente en la deriva de este hacia formas mucho más físicas parece que la meditación, que se basa en un encuentro entre energía y conciencia, quedaba fuera de juego.
Me nutro, como es lógico, de los yogasutras y de la Bhagavad Gita, entre otras muchas fuentes, pero también de la nueva conciencia acerca de la plasticidad de nuestro cerebro. Necesito, como occidental, entender cada etapa y cada aspecto, por mínimo que sea, del proceso de toma de conciencia y, sin entrar en erudición, intento utilizar un lenguaje claro y preciso sin perder, por ello, la profundidad de la experiencia.
P: ¿Qué es lo que te ha llevado a escribir este libro, cuál ha sido el motor de arranque?
R: El punto de partida ha sido la crisis, la personal pero también la colectiva. Fue escrito en el momento álgido de la pandemia en la que parecía que el mundo entero se venía abajo y yo mismo me encontraba en una encrucijada de vida. En el confinamiento tienes todo el tiempo para practicar yoga y meditación, y también de reflexionar hacia dónde vamos como sociedad. Siempre he visto la ciencia del yoga como una filosofía de vida, pues miles de años de tradición dejan un poso de sabiduría que podemos utilizar en estos momentos críticos.
También me daba cuenta que la misma práctica meditativa te sume en una crisis existencial porque te pone delante de las narices tu vida entera vista del derecho y del revés. No hay lugar para esconderse, hay que ser valiente para sentarse a meditar cada día y respirar las ilusiones pero también las desilusiones, los aciertos y los fracasos, los encuentros y los desencuentros.
Tenía ganas de plasmar en un libro que las crisis de todo tipo son grandes oportunidades de cambio. Por un lado se respiraba en el ambiente el deseo profundo de nuevos aires, pues nos dábamos cuenta que la sociedad de consumo que prometía felicidad era pura ilusión; pero por otro lado, también había un deseo de volver a lo de siempre, a la normalidad, al confort y a la seguridad. Me daba cuenta que la crisis sanitaria arrastraba a la económica y ésta a la política, a la medioambiental y especialmente a la crisis de valores. Tenía claro que la respuesta a la crisis planetaria la tenemos que buscar dentro, en el arte de vivir, de volver a la simplicidad, de recuperar los recursos que tenemos a mano y potenciar las redes solidarias. El cambio, como ya intuimos, empieza por uno mismo.
Pregunta: ¿Por qué el título de Estar en el mundo, si es un libro de meditación?
Respuesta: Es un libro de meditación pero en el fondo es un libro que habla de la vida y que trasciende la misma práctica de meditación, porque no sólo explico la importancia de sentarse en el cojín (o la silla) para encontrar la serenidad del espíritu sino, y aquí lo importante, qué ocurre cuando te levantas del cojín y retomas tu vida. Estar en el mundo es nuestra realidad, no la podemos obviar, y es necesario destilar lo que nos dice la filosofía perenne para fluir con las circunstancias de vida.
Lo que nos dice la tradición es que ese sufrimiento, que es del mundo pero que resuena en lo personal, tiene una salida inteligente. No podemos eliminar la contundencia de la vida pero sí ese énfasis emocional y cognitivo que le añadimos al hecho de vivir. Los sabios de la antigüedad nos recordaban que sufrir es opcional. Y lo que hago en el libro es desmenuzar las raíces del sufrimiento con un lenguaje actual y con muchas metáforas para que se entienda que la respuesta nunca es complicada, a veces es tan simple que no atinamos con ella.
Pregunta: En uno de los capítulos haces una diferencia muy clara entre moral y ética…
R: Como antropólogo entiendo que la moral viene de muy lejos y absorbe a lo largo de los siglos sesgos patriarcales, sexistas, puritanos, clasistas… que se imprimen en cada uno de nosotros, en la educación y en las relaciones, casi como un mandato de funcionamiento para evitar demasiados roces y desequilibrios. La moral nos permite vivir en sociedad pero tiene un corto alcance a la hora de darnos respuestas, ante la velocidad de cambios sociales y personales que estamos viviendo.
En cambio, la ética, tal como yo la entiendo, parte más de una comprensión profunda de que las fronteras que nos separan de nuestros semejantes son fronteras del miedo. Sólo una ética reparadora que apuesta por otorgar a todo ser la dignidad de vivir puede salvarnos de un descalabro social y personal. Tenemos que apoyarnos en la responsabilidad de nuestros actos y en una sabiduría de vida, desde la más profunda compasión por el sufrimiento ajeno.
Pregunta: Hablas del proceso meditativo como de una escalera que hay que subir etapa tras etapa. ¿Cuáles son los elementos principales de este proceso?
R: En realidad el territorio meditativo es un territorio abierto donde cada uno debe encontrar su forma de sentir. El objetivo es tan sencillo que muchas veces nuestro ego, tan interesado por las metas difíciles sólo aptas para «los mejores», no lo acaba de entender. Basta en meditación estar presente manteniéndose en la espontaneidad del ser sin pretender nada, sólo ser testigo de la realidad que aparece fuera y que se refleja dentro. Por eso la meditación no es un camino de aprendizaje sino de soltar todo acúmulo que sobra, todo añadido que estorba, toda pretensión innecesaria.
En este no-aprendizaje propongo estar en quietud en una postura cómoda; dejarse sentir el cuerpo desde el interior; respirar plácidamente sin esfuerzo. Más sencillo imposible. Y aquí empieza la introspección, replegando los sentidos y atendiendo a todo lo que surge, ya sea una sensación, emoción, sentimiento, pensamiento o intuición. Reconocer y aceptar esa vida interior es en realidad toda una proeza porque solemos embestir contra todo aquello que no aceptamos de nosotros mismos o consideramos que no es presentable para nuestra autoimagen.
La pregunta clave en meditación es ¿quién soy yo?, pregunta que nos ayuda a desidentificarnos de emociones y pensamientos. La experiencia meditativa es transmental, y no es necesario nuestro andamiaje intelectual para sentir y comprender la realidad. Por eso buscamos de entrada colocarnos en la posición de testigo, en el núcleo del Sí Mismo que puede contemplar la vida sin necesidad de poner en la ecuación nuestro juicio acerca de cómo son o deberían ser las cosas que vivimos.
Pero sobre todo la meditación es recalar en la experiencia que no es una experiencia (una paradoja más del camino) de la infinitud del Ser en danza con lo Absoluto, tenga el nombre que tenga en nuestra cosmovisión. En una palabra, todo se resume en ser lo que somos, ni más ni menos.
P: ¿Qué mensaje quieres dar al final de tu obra?
R: Básicamente que la experiencia meditativa nos lleva a cultivar una sabiduría en el vivir. Intento desmitificar lo que se entiende por iluminación y remarco que, sea lo que sea, no se puede adquirir porque no es una cosa, sino una oleada de claridad que va y viene, un sentimiento de amor que crece y decrece, y que nadie se ilumina porque no hay nadie cuando nos convertimos en un canal en medio del misterio. Creo firmemente que el camino espiritual nos lleva a la sabiduría y que hace falta mucha bondad, humildad, honestidad, ecuanimidad y compasión para poder vivir en medio de las ilusiones del mundo sin ser tentado por ellas.
P: Entonces, ¿es necesaria la meditación, tal como remarcas en el subtítulo del libro: La necesidad de la meditación?
R: Es necesaria y urgente. Un mundo viejo va cayendo porque sus presupuestos no pueden contener un despertar masivo en nuestras sociedades, pero un nuevo mundo todavía está en pañales. No sabemos quiénes somos ni qué queremos. Fascinados por una tecnología atrayente, controlados por un sistema omnipotente, azuzados por un individualismo salvaje que nos niega un futuro estable y un planeta sostenible, merecemos la oportunidad de dar una respuesta. La meditación nos ayuda a clarificarnos y a discernir lo que es esencial de lo anecdótico.
Pero sobre todo es necesaria una meditación que no esté lastrada por tradiciones encorsetadas, que sea sencilla, fácil, inteligible, sin credos, sin protocolos complicados, sin gurús encumbrados, que sea tan sencilla como quedarse quieto, en silencio, con la mente calma y el corazón abierto.
Todo mi esfuerzo consiste en invitar honestamente a la meditación. Om shanti. Paz a todos los seres.
Julián Peragón. Antropólogo. Profesor de Meditación y Formador de profesores de la escuela Yoga Síntesis.