En vista de los problemas de salud evitables que abundan entre los occidentales, debería de ser más fácil tomar conciencia de que la salud es un estado de equilibrio, no cuestión de suerte ni meta a lograr. Más bien es algo perdido a recuperar. El problema radica en que, siendo el equilibrio sutil, cuanto más nos alejamos de él, más difícil es regresar al punto de partida. Escribe Pablo Rego.
Son muchos los factores que nos han inducido, tras décadas de trabajo en tal sentido, a creer que “otros” son más responsables de nuestra propia salud que nosotros mismos: la fuerza del mensaje que propone el desarrollo de estructuras para el cuidado de la salud como algo genérico fuera de nuestro alcance; la ignorancia que se ha ido creando en torno a ser conscientes de nuestros estados internos y confiar en lo que percibimos; la publicidad de las empresas e industrias que se dedican a “fabricar salud”, como las clínicas privadas y los laboratorios, etcétera.
Aprendemos de economía, de cuestiones legales; averiguamos la lista de médicos de la cartilla de la obra social; nos preocupamos por los asuntos de los demás; sabemos de la vida de figuras públicas, etc. Todo ello es parte de la vida, pero nada puede ser más importante que aprender los caminos para encontrar ese punto esencial que es la salud perdida.
Nadie nos enseña que es una prioridad, más bien nos enseñan a perder la salud, a permanecer no-saludables y a pagar para contribuir a la deformación de la realidad con la idea de que así conseguiremos recuperarla.
Fundamental: alimentación saludable, relajación y amor
No importa en qué momento de la vida se esté ni que problemas tengamos, la mente que fue entrenada para la distracción durante años buscará siempre desviarnos del camino de la responsabilidad que nos debemos a nosotros mismos, aprendiendo a encontrar las respuestas en el silencio y en los pequeños hábitos cotidianos.
Sea cual sea nuestra situación siempre será fundamental y prioritario prestar atención a elementos como la alimentación, la práctica de ejercicios que nos relajen el cuerpo y la mente, cultivar el amor en nuestros corazones para que el sentimiento que nos rodee sea ese y no otros –como la ira o la tristeza–.
Y ante todo permitirnos tomar las riendas de nuestra propia salud, patrimonio principal sin el cual nada de lo que consigamos ser o tener valdrá la pena. A nadie más que a uno mismo debería importarle principalmente estar en salud y nadie más que uno mismo pondrá por encima de todo este elemento de nuestras vidas.
Es necesario y fundamental observar los intereses que otros pueden tener –muchas veces inconscientemente– en referencia a cuestiones como la salud (la medicina comercial y primitiva que abunda en nuestro entorno), la alimentación (la industria que crea productos ante todo comerciales) o el esparcimiento (el cine, la televisión y muchos eventos sociales que enferman nuestras mentes y crean patrones de conducta autodestructivos).
Por ello, es necesario reflexionar acerca de quién creemos que debe solucionar nuestros problemas de salud. ¿Siempre alguien de fuera o principalmente uno mismo?
Si la respuesta es “uno mismo” estaremos dando el primer paso hacia la reestructuración de lo importante en nuestras vidas. Si por el contrario damos prioridad a la intervención de otro –y no como una ayuda–, estaremos renunciando a la responsabilidad de encontrar los caminos para lograr nuestro estado de equilibrio y aprender seria y profundamente las herramientas que están disponibles a nuestro alrededor para hallar el estado original: la preciada salud.
Pablo Rego. Profesor de Yoga. Escritor. Terapeuta holístico. Diplomado en Ayurveda.