Rosa Mª Marcos, Pilar Luna, Amable Díaz, Cayetana Ródenas y Eva Espeíta (por este orden, en las fotos) responden a siete preguntas que todos los practicantes de yoga nos hemos hecho alguna vez.
1. ¿Por qué las mujeres practican más yoga?
Amable Díaz: Porque quizás somos más intuitivas; porque nos resulta más gratificante, al ser la respuesta de nuestro cuerpo más inmediata; porque todavía hay mujeres que tienen más tiempo… Pero, bueno, yo casi todos los alumnos varones que he tenido han sido muy aplicados y muy interesados en la parte filosófica del yoga; la mujer, más práctica, puede quedarse en la parte postural y profundizar menos.
2. La enseñanza del Yoga ha sido patrimonio de los hombres durante muchos años. ¿Hay en España más predominio (influencia) de los profesores que de las profesoras por este motivo?
Pilar Luna: No estoy segura de que la enseñanza del yoga haya sido patrimonio de los hombres. Desde luego, lo que es patrimonio de los hombres es su transmisión en los últimos tiempos… Por ejemplo, recordamos a todos los “descubridores”, pero desconocemos todos los nombres de las mujeres que les acompañaron y que, cuando murieron, siguieron solas adelante…
Si lees la Mahabharata que contiene la Ghîta (uno de los grandes libros del yoga), ves el gran protagonismo de la mujer en la historia de la India: la madre de Arjuna, elegido discípulo por Krishna; la madre de los Pandavas, héroes de la gran epopeya, que tiene cinco hijos con cinco maridos distintos elegidos por ella, todo un reconocimiento a una poligamia femenina… impensable en la India actual.
Si miras de verdad al interior del yoga, a lo que de verdad importa, habla de dos energías distintas y complementarias (purusha y prakriti, Ida y Pingala). La plenitud se adquiere por la integración de ambas en igualdad y sin preponderancia; hasta entonces, somos incompletos.
Eso sí, el poder hoy está más frecuentemente detectado por los hombres, y puedes verlo en que las aulas las llenan las mujeres pero las asociaciones las dirigen mayoritariamente los hombres. Pero eso no es el yoga, sino el entorno socio-politico-cultural y el poder.
3. ¿El yoga tradicional ha sido siempre patriarcal, masculino?
Eva Espeíta: Sí, hay algo de cierto en eso. Pero el patriarcado es el fluir del mundo desde hace unos 4.000 años, y lo vivimos tanto, a todos los niveles en todo el mundo, que la mujer misma no conoce su papel como mujer.
Hay una tendencia en el patriarcado, tanto en la India como en el mundo, de considerar que la realidad, la tierra, la mujer, es algo a explotar, a usar, pero no a reverenciar, no a sentir devoción profunda por lo que simboliza. Y la mujer, en ese proceso, ha sido desvalorizada.
La única forma de volver a valorizar y sacralizar a la mujer, la tierra y el universo es a través del amor, decidir que todos somos uno. Y el amor se despierta contemplando al otro atentamente, dándote cuenta de que el otro está ahí. Pero hay que pararse a contemplar (dhyana) sin poner tu ego o tus necesidades por delante, viendo las cosas como son realmente.
4. ¿Aportan algo especial las profesoras de Yoga por el hecho de ser mujeres?
Pilar Luna: Sí, desde luego, y los hombres también. Y hasta llegar a ser seres realizados, a los dos les queda un camino maravilloso e interesante por aprender. Cada uno somos una naranja completa y tenemos que encontrar el sabor de nuestra otra mitad interna. La aventura vale la pena.
5. A la hora de enseñar, ¿hay diferencias entre profesores y profesoras?
Cayetana Ródenas: Yo creo que podemos hacer un Yoga diferente, porque somos diferentes hombres y mujeres. Hay hombres más fuertes que fomentan la práctica más dura, más física, aunque luego hay profesores maravillosamente espirituales y dulces. Puede, de todos modos, que por el hecho de tener la menstruación y de tener hijos, podemos entender la parte femenina de otra manera. Hay profes chicos que les da vergüenza decir que si tiene la menstruación no hagas la Vela, o les da cierto miedo tener a una embarazada en clases. Nosotras, las profesoras, podemos entenderlo mejor.
Rosa Mª Marcos: Sin menospreciar en absoluto, sino todo lo contrario, las enseñanzas de la mayor parte de profesores de yoga que he tenido el placer de conocer, y teniendo en cuenta que en las clases hay habitualmente más practicantes del sexo femenino, tal vez una profesora puede aportar una mayor sensibilidad en determinadas situaciones (embarazo, menstruación…), por la propia experiencia de su constitución física. En la práctica regular del Yoga es indiferente que sea un profesor o una profesora quien guíe al alumno; lo importante es que sepa acompañarle en su evolución personal.
Amable Díaz: Si hay diferencias, son muy pequeñas. Yo lo que veo es que hay mujeres que siguen cargadas de prejuicios. En principio, suelen estar más interesadas en los profesores que en las profesoras; si un profesor dice algo, aunque sea una bobada, es como si les transmitiera más confianza.
La mujer es más intuitiva, tiene más disponibilidad, pero a ves le cuesta dar el paso definitivo en el compromiso o la búsqueda. También depende de la etapa en que se encuentre la mujer; de jóvenes están demasiado volcadas en la afectividad cercana, y a partir de los 40 son menos emocionales y mucho más racionales, y pueden empezar una búsqueda de metas finales. Los hombres hacen el recorrido al contrario; de jóvenes se implican a tope en el deporte y el trabajo y luego, a partir de los 50, empiezan a sentir que la afectividad es importante.
6. ¿Dirías que actualmente ya hay más profesoras que profesores?
Rosa Mª Marcos: Cuando empecé a practicar yoga en los años 70, casi todos los profesores que tenía a mi alrededor eran del sexo masculino, en cambio en las clases había y hay un claro predominio de mujeres. En una sociedad patriarcal como la nuestra, hubo que esperar a que la mujer se liberara de sus labores cotidianas y tuviera acceso a estudios superiores para igualar y superar en número a los profesores de yoga.
7. ¿El yoga puede acercarnos, a los dos sexos?
Pilar Luna: Mi amigo Toni, un yogui que hay que tener cerca, contestó a un comentario mío feminista: “Te estoy oyendo desde mi parte femenina y estoy muy contento de los avances que realizamos”. No recuerdo mi comentario, pero sigo recordando la sabiduría de su respuesta y me llena de esperanza en la vida y en el yoga.
Lama Thubten Yeshe, en su libro Introducción al Tantra (Ediciones Dharma, 2005), nos invita a comportarnos ya como seres iluminados, llenos de felicidad y compasión, con la certeza de que esa actitud, acelera el camino a la Iluminación. Aplicando esta correcta actitud, el yoga camina a la esencia de nuestro desarrollo y nos hace iguales; solo falta que nos demos cuenta y cambiemos, como en todo lo demás, nuestros automatismos.