Hace casi diez años que practico Ashtanga yoga. Una larga relación que he vivido con altibajos y que ha terminado por atraparme. Tanto como para plantarme casi a diario sobre la esterilla. Tanto como para pensar en yoga desde que despierto hasta la noche. ¿Qué tiene el Ashtanga pa’ tanto como destaca? Escribe Víctor Medina.
Yoga mindfullness.
La sucesión de asanas en un práctica continua, la atención puesta sobre la alineación y en las acciones de la postura, el control de la respiración… Se indica incluso el punto donde posar la mirada… eEl conjunto es perfecto para alcanzar el pleno contacto con el momento presente.
Conexión interior.
En su estilo tradicional, se trabaja en silencio, buscando la interiorización total. La shala es un mar de respiraciones que invitan a la concentración.
Soy mi propio maestro.
No hay doctrinas, no hay dogmas, no hay lecciones de ética, de espiritualidad, no hay sermones. Lo auténtico es lo que sientes y experimentas.
Resultado al instante.
Cuando termino la práctica de yoga, me encuentro mejor que cuando comencé. Más energía, mejor ánimo, conectado.
Trabajo progresivo.
A medio y largo plazo, los frutos de la práctica son visibles en la flexibilidad, fuerza física, control de la respiración… En el plano psicológico se potencia la autoestima y la superación de los limites con respeto y sensibilidad.
Fomenta la independencia.
A medida que he ido practicando más, he conseguido llevarme el Ashtanga allá donde voy. Puedo practicar incluso cuando no estoy en la shala.
Respiro mejor.
Ashtanga trabaja el control de la respiración. Practico para sentir el fluir de inhalación y exhalación, y hacer que el acto de tomar aire me calme y me conecte. Una herramienta para capear la vida.
Buen rollo.
Los ashtanguis se reúnen para practicar yoga. En el vestuario se despojan de la ropa de diario y dejan la mochila de preocupaciones e inquietudes. No hay paro, ni crisis, ni recortes. Hay movimiento, síntesis y expansión.
Víctor Medina, profesor de yoga y periodista.