A veces somos implacables en nuestra mirada hacia fuera, pero ¿examinamos nuestra propia conducta lo suficiente? Compartimos este capítulo de libro Psicoyoga, uno de los últimos de Ramiro Calle, editado por Mandala. Lo haremos en dos entregas; esta es la primera, y la siguiente en la próxima semana.
1. Nada de lamentaciones.
Hemos pasado toda nuestra vida lamentándonos. La lamentación alivia temporalmente la ansiedad, pero debilita interiormente y no nos permite asumir las cosas al desnudo tal y como son. No lamentarse economiza energía y ayuda a madurar. La lamentación es un signo de inmadurez y alimenta la mecanicidad. Nos lamentamos mecánicamente. Buena parte de las veces sin siquiera una razón de peso.
2. Nada de auto compadecerse.
Tenemos el hábito de la lamentación y en no menor intensidad, el de la autocompasión. Autocompadecerse es demasiado fácil, demasiado infantil. Cualquier contrariedad que no suceda es motivo para la autocompasión, para entregarnos al inveterado hábito de darnos lástima a nosotros mismos. El yogui debe evitar autocompadecerse. No debe haber lugar para ello ni hay por qué malgastar buena parte de nuestras energías alimentando la autocompasión.
3. Superar la autoimportancia.
Nos arrogamos cualidades positivas de las que carecemos. Fabricamos una imagen ideal e ilusoria de nuestro propio ego. Toda nuestra vida está al servicio de una imperdonable debilidad: el sentimiento de propia importancia. Somos egocéntricos y vanidosos, arrogantes en extremo. La autoimportancia nos hace muy vulnerables y desencadena en nosotros toda clase de sentimientos, emociones y estados de ánimo negativos. Si eres víctima del autoimportancia, todo te inquieta u ofende. Buscas constantemente consideración de los otros, mantener tu prestigio, tu imagen.Te contraes cada vez en mayor grado. Te crees con derecho a que te estimen y te distingan. Te vuelves dependiente; eres esclavo de tu imagen; haces de tu ego una cárcel. Te vuelves un narcisista y todo hiere fácilmente tu narcisismo. Te conviertes en un reflejo de ti mismo. Estás siempre listo a reprochar, exigir, criticar, censurar y te vuelves extraordinariamente indulgente para ti mismo y acerbo para los demás. El narcisismo impide crecer.
4. Cambiar el «no puedo» por él «no quiero».
El yoga te invita a la honestidad contigo mismo y con los demás, a desnudarse por doloroso que resulte, a ajustarse a las cosas como son y expresar los sentimientos con precisión y afabilidad. No hay que herir, pero tampoco hay por qué falsear la realidad. Por lo menos hay que tener todo claro con respecto a uno mismo. La mayoría de las veces decimos no poder, pero en realidad es no querer. Debemos asumir un hecho tal y destruir nuestras falacias y autoengaños en tal sentido.
5. Cambiar «me hacen» por «me hago».
¿Quién te hace? La mayoría de las veces quien tú dejas que te haga y, por tanto, te haces. Todos nos pretextamos y evitamos asumir nuestra responsabilidad pensando que los demás nos hacen. Los demás nos ofenden, pensamos, o nos hieren, o nos someten, o nos explotan, o nos engañan, o nos dominan, o nos manipulan, o nos introducen en su juego sadomasoquista. Pero una buena parte de las veces si nos hacen es porque nos dejamos hacer y, por tanto, nos hacemos. Hay que vigilar porque nos dejamos hacer y descubrir los elementos compensatorios neuróticos que nos impulsan a hacerlo.
6. No mentir o falsear (ajustarnos a la realidad tal como es).
Una cosa es nuestra versión de la realidad y otra la realidad misma. Una cosa es nuestra descripción de los hechos y otra los hechos mismos. Una cosa es nuestra interpretación personal de los acontecimientos y otra los acontecimientos en sí mismos. Transcurre nuestra vida no solo falseando la verdad con respecto a los otros, sino con respecto a nosotros mismos. La mentira es una reacción mecánica muy acendrada en el ser humano. Mentimos y solo muy raramente tenemos la capacidad y lucidez suficiente para ajustarnos a la realidad tal y como es. El control de la palabra es necesario para el yogui. Quiere decir tener consciencia de lo que se dice, ser directo y escueto, preciso pero afable evitar falsear los hechos y sobre todo no mentirse a uno mismo. Hemos sembrado nuestra vida de autoengaños. Hemos tejido una red de autoengaños tan impresionante que aun trabajando seriamente para deshacerla tardaremos años en ver todos nuestros subterfugios. Todo lo que surge en el autoengaño ni puede ser hermoso ni ayudarnos a acrecentar la conciencia.
7. Nada de pretextos o justificaciones.
Pretextarnos o justificarnos es una forma de resistencia, un modo de no responsabilizarnos de nuestros actos, una burda manera de no asumir nuestra forma de ser, nuestra conducta, nuestras infinitas equivocaciones. Hay que ser lo suficientemente intrépido para evitar los pretextos, para no aliviarse con las falaces justificaciones. El yogui asume las cosas como son y se asume a sí mismo tal cual es. Los pretextos y justificaciones nos impiden enfrentarnos con nuestra auténtica forma de ser y retrasan la evolución. El ego infantil que persiste contumazmente nosotros siempre tiende a justificarse o pretextarse. Hacerlo es seguir alimentándole.
8. Ser responsables de nuestros actos.
El niño jamás se responsabiliza de sus actos. Tiene una tendencia fácil a responsabilizar a los demás de sus equivocaciones y desatinos. El hombre con frecuencia continúa procediendo de ese modo habitual. Porque no se responsabiliza de sus actos se permite cometer toda clase de acciones indeseables. Siempre hay alguna justificación o se apoya en algún subterfugio. No responsabilizarse de los propios actos denota una considerable inmadurez. Y además da lugar a inútiles sentimientos de culpa y arrepentimientos.
(Continuará)
El libro
Psicoyoga. Yoga para la salud psíquica y emocional, de Ramiro Calle.
Edita: Mandala Ediciones
PVP: 12€