Una persona privada de libertad ha escrito esta carta, que nos renueva las ganas y la voluntad de hacer que el Yoga llegue a todos los espacios de la sociedad, y sobre todo a aquellas personas que más merecen beneficiarse de él.
Gracias al autor de estas líneas, por su generosidad, y gracias a los profesores del “yoga taleguero” (como lo llaman ellos y sus alumnos) por la suya, y por llevar la luz y la esperanza del Yoga a la calle, al pleno contacto con la vida real, a esos rincones que no se quieren ver, donde de verdad se necesita.
“Hola, actualmente en el establecimiento penitenciario Picassent. Quiero transmitir que antes de estar en Yoga era una persona que tenía mucha impulsividad, que cada dos por tres estaba con dolores físicos, con molestias en mi cuerpo, tensiones, etc.
Decidí entrar en el taller de Yoga porque tenía escuchado que era bueno para todo eso. Poco a poco con las clases de Yoga me empezaba a encontrar mejor físicamente, emocionalmente, noté en mí que era mejor persona, no me influían las cosas de antes y empecé a ver el lado bueno de todo, porque notaba que me iba mejor en mi vida en prisión. De tal manera que empecé por un motivo físico y ahora lo estoy haciendo porque lo necesito, ya que cuando no lo practico, las tensiones vuelven, mis ganas desaparecen.
Creo que el Yoga para mí ha sido un rayo de luz y esperanza para cambiar mis malos hábitos, para cambiar como persona, estoy deseando cada semana que llegue el día para poder descargarme de las cosas negativas que he recogido a lo largo de la semana, entro y salgo recargado positivamente para volver a empezar.
He aprendido a conectar mente y cuerpo para no dejarme influir por mis estados anímicos, ser positivo. He abierto una ventana a mi nueva felicidad».