La economía contemporánea es el «caso clínico» de todo lo que no funciona en el viejo paradigma, en la vieja realidad, y nos conduce a esa otra nueva y tal vez fascinante realidad que la mayoría deseamos. Escribe Jordi Pigem, el autor de La nueva realidad.
Esa fascinante nueva realidad es la que hoy nos revela la física y la neurociencia. Una nueva realidad que no es otra que la que ya entrevieron los sabios de muchas culturas y épocas, y que hoy nos guía hacia una sociedad más justa y una vida más plena
Kairós
Al contemplar el cielo nocturno, vemos las constelaciones elevarse desde oriente para luego, como el sol a mediodía, alcanzar su punto más alto y descender hacia poniente. A ese cambio de rumbo en el curso de los astros los antiguos griegos lo llamaban kairós, palabra que acabó significando el momento oportuno, ese instante privilegiado en el que de repente se abren nuevos horizontes y posibilidades. Los momentos kairós son instantes de especial intensidad que marcan el curso de las conversaciones, de los días y de la vida.
El curso de la aventura humana sobre la Tierra también vive ahora un kairós, un enorme momento de transformación del que forman parte nuestras múltiples crisis: las que afectan a la ecología planetaria, a la economía global, a nuestras instituciones obsoletas, al conocimiento y a los valores humanos, a nuestras relaciones cotidianas y al sentido de nuestro estar en el mundo. Crecen las tensiones y la sombra del colapso aparece donde no se la esperaba.
La trayectoria expansionista que ha guiado el curso de la civilización desde hace milenios toca ahora a su fin. No el fin de la civilización, sino el fin de esa trayectoria. Una trayectoria en la que los núcleos de poder se han esforzado en dominar y explotar cada vez más personas, más tierras y más recursos. Una trayectoria que se resume con la palabra historia, y que ahora topa contra los límites del planeta, de la humanidad y del conocimiento basado en el control. “La historia es una pesadilla de la que trato de despertar”, afirma el alter ego de James Joyce en su Ulises. El momento de despertar de esa pesadilla es ahora.
Vivimos un momento único, un kairós. Cuanto más entendamos su sentido, mejor preparados estaremos para orientarnos a través de sus turbulencias y emerger en una nueva realidad.
De piedra y polvo o de agua y luz
La cultura occidental, desde sus orígenes bíblicos, identifica la esencia del ser humano con el polvo: “Eres polvo y al polvo volverás”, dice el Génesis, en un contexto en el que también se decreta que el hombre tendrá que sudar para ganarse el pan y la mujer parirá “con dolor” y estará bajo la autoridad de su marido. La identificación con el polvo prosigue en uno de los Salmos (el Señor “recuerda que somos polvo”), pasa por Hamlet, que en su desesperación ve al ser humano como this quintessence of dust (“esta quintaesencia del polvo”) y llega, como es sabido, a muchos funerales contemporáneos. La cultura occidental ha destacado por su materialismo y su capacidad de fragmentar la realidad en mínimas partículas. Y curiosamente alberga en su origen esta identificación con el polvo: estático, inerte, material, hecho de mínimas partículas. Como ya vio Nietzsche, algo hay en el origen de nuestra cultura que niega la vida.
Pero hoy, con rigor científico, podemos decir que mucho más que polvo somos agua: dinamismo y fluidez. Agua en movimiento es el cuerpo vivo. Como individuos somos olas en el gran océano del mundo, siempre parte del océano por más que nos elevemos sobre él.
Y, con rigor poético, podemos añadir que somos luz. Luz que a menudo nosotros mismos no dejamos brillar. Como dijo Nelson Mandela en su discuro de investidura: “Lo que más nos asusta es que tenemos más poder del que imaginamos. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta”.
Cambio de rumbo
La física cuántica nos muestra que la visión materialista y mecanicista resulta falsa cuando nos acercamos al núcleo de la realidad.
La actual coyuntura social y económica nos muestra que la búsqueda de la prosperidad a través del crecimiento material es insostenible.
La neurociencia nos muestra que la visión materialista del mundo surge de un tipo de pensamiento, lógico, lineal y literal, que debería estar al servicio de un tipo de pensamiento más amplio y vital: holístico, participativo, contextual y relacional.
La evolución del conocimiento nos muestra que el universo es un lugar mucho más fascinante de lo que habíamos pensado, que la realidad se manifiesta a través de nuestra participación en ella, a partir del presente, en una aventura abierta y creativa.
Esto sabemos. Debería ser suficiente para cambiar nuestra visión del mundo, nuestros valores y prioridades. Para transformar lo que hacemos y lo que somos.
Dicho de otro modo, la evolución del conocimiento nos invita a imaginar un mundo en el que veríamos:
la prosa al servicio de la poesía,
la razón al servicio de la intuición,
lo material al servicio de lo personal,
lo analítico al servicio de lo holístico,
lo metódico al servicio de lo espontáneo,
lo cuantitativo al servicio de lo cualitativo,
la información al servicio de la imaginación,
lo calculable al servicio de lo creativo,
lo tangible al servicio de lo intangible,
lo mecánico al servicio de lo vital,
el poder al servicio del amor,
el tener al servicio del ser.
Con este cambio de rumbo quedan atrás milenios de historia en los que nos habíamos esforzado en dominar y controlar la realidad.
Ya no hace falta controlarla porque es, somos, nosotros.
Jordi Pigem es autor de La nueva realidad, GPS (global personal social). Valores para un mundo en transformación y Buena crisis: Hacia un mundo postmaterialista, todos de Kairós.