LosYoga-Sutras indican que la actitud que confiere un estado cotidiano de paz es la alegría interna. Un tipo inconfundible de alegría que podemos identificar cuando terminamos la sesión de yoga con el natural descenso de las fluctuaciones mentales. Escribe Carmen Viejo.
Entonces el practicante puede reconocer en su interior atisbos de su naturaleza esencial no alterada, básicamente “conciencia gozosa”.
Alegría. Una suerte de alegría que no brama por manifestarse, sino que, discreta, se recoge en sí misma. Que dibuja una sonrisa sin motivo con la que te despides de tus compañeros de práctica. Que te lleva a caminar quedo, procurando no romper el silencio, condurándolo un poco más, mientras saboreas la calle, el atardecer, los sonidos, de regreso a casa, sintiéndote una y todos al mismo tiempo.
Alegría, no jolgorio. De hecho, esta alegría es una rara avis que puede espantarse fácilmente al salir de la intimidad de la esterilla, y que te pide callar, escuchar los sonidos naturales y preservarla de la vuelta brusca a la charla, al bullicio, a la prisa, a la estimulación repentina.
“Maitri karuna mudito apekshanam sukha duhkha punya apunya visayanam bhavanatah chitta prasadanam” (Yoga-Sutras I,33)
En el libro I de los Yoga-Sutras, Patanjali define con cuatro palabras la actitud yóguica adecuada para mantener una mente en calma:
Maitri: Amistad hacia lo armónico, como una atracción natural por aquello que emana de la pureza, de lo saludable, de lo que está en equilibrio y no daña.
Karuna: Compasión hacia el dolor ajeno, como un corazón fraternal que hace compartida la pena del otro, que nos hace solidarios y empáticos.
Mudito: Alegría hacia la virtud, como esa capacidad para descubrir y alegrarnos de las múltiples manifestaciones de la bondad, de lo positivo, de la ternura, de la paz del día a día.
Y ante la falta de virtud, dice el Yoga-Sutra, apekshana: nos advierte de no reseñar lo negativo, lo oscuro, de no ser llamados a la tristeza ni a la condena. ¿Indiferencia? Más bien sería esa mirada de abuela sabia que advierte lo hecho mal con el fin de proteger, sin dejar de mirar con amor. Esa mirada capaz de separar el hecho, repudiable, de la persona, perdonable.
Ante lo negativo, como diría Benedetti, “defender la alegría”: alejarnos de la insistencia, de la condena, de hacerlo objeto de conversación tertuliana como si fuera más importante que todo el bien que nos rodea, con esa insistencia machacona y contagiosa que solo muestra una válvula de escape para la propia frustración.
Alegría, por el contrario. Alegría interna y fe en lo positivo. Porque como decía la abuela de “Pequeño Árbol”, en la película del mismo nombre, “así lo bueno crece y se expande”.
(Este artículo fue publicado en YogaenRed en abril de 2015)
Carmen Viejo Heredero Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY) y por la Escuela Sivananda.
Talleres, retiros y clases en Granada, Centro Presentia
Información: ahimsayogandalucia@yahoo.es