Santosha es un estado de comunión con el aquí y ahora, de serenidad de ánimo y de acción altruista. Aunque la palabra santo viene de la voz indoeuropea sak, que hace referencia a lo “sagrado”, el término Santosha nos remite a ese camino de santidad. Además de a una inteligente forma de vivir. Escribe Carmen Viejo.
Santosha está recogido en los niyamas, las actitudes personales previas para la práctica del yoga, entre otras cuatro importantes recomendaciones. Por sí misma, es una aspiración que lleva al “buen vivir”, a una vida plena y sin contradicción.
Lejos de la resignación del vano y de la indolencia del débil, Santosha se alza como una cualidad para mentes fuertes, puras e inteligentes.
Podemos asegurar que el santo siempre está contento. ¿Por ignorancia, por bobería, por comodidad o indiferencia? Al contrario, por sabiduría, por lucidez, por disciplina y por fraternidad solidaria.
El practicante de Santosha debe saber que el camino del alma rara vez coincide con el camino “terrenal”. Por ello, pase lo que pase, él eleva el suceso, el acontecimiento que la vida le entrega, como una forma de iniciación de su alma, como una acción purificadora y una oportunidad de superación, y en suma, como algo inegoísta, que ocurre no por él ni para él, y que por tanto se abstiene de juzgar. E intenta restablecer su vida con ese suceso en el mismo grado de comunión con el aquí y ahora, de serenidad de ánimo y de acción altruista, que procuró en sus momentos de calma espiritual.
Santosha requiere discernimiento y ecuanimidad:
– Discernir es saber distinguir lo que Es (eterno e inmutable) de lo que no es (cambiante y efímero).
– Ecuanimidad: sin juicio, sin oposición, sin razonamiento categórico entre “bueno y malo”. Sin deseo o rechazo.
Por eso, Santosha no puede procurarse por decisión o arrebato, sino que es el resultado o la conquista de la práctica constante y paciente.
Efectivamente, la práctica yóguica lleva, según la definición de Patanjali, a la disminución de las fluctuaciones mentales. Cuando éstas se suspenden, tenemos experiencia directa de nuestra naturaleza interna.
Podemos decir que tras una sesión, experimentamos un estado momentáneo de santosha, de comunión con el aquí y ahora, de alegría interna, de serenidad. En esta quietud mental, no hay deseo o rechazo. Sin deseo o rechazo, no hay miedo. Entonces la mente está eventualmente suspendida de los kleshas o causas del sufrimiento. Es un estado de paz.
Cada día de práctica, cada año, cada segundo o cada vida, va fortaleciendo en nosotros una mente estable, una psique purificada, y una energía interna capaz de hacer duradero ese estado.
Merece la pena entrenarnos. Y para los yoguis, nuestra esterilla y nuestro cojín de meditación acogen el templo donde consagrarnos a Santosha. Luego, podremos mirar el mundo con esos ojos bondadosos y serenos del santo. No pusilánime, no vacuo o indolente, sino sabio, fuerte e inteligente.
(Este artículo fue publicado en YogaenRed en mayo de 2015)
Carmen Viejo Heredero Profesora de Yoga, Licenciada en Ciencias de la Información y titulada por la Asociación Española de Practicantes de Yoga (AEPY) y por la Escuela Sivananda.
Talleres, retiros y clases en Granada, Centro Presentia
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