La pregunta que circula entre nosotras/os en estos momentos es si esta brutal experiencia de la pandemia nos está sirviendo para aprender algo bueno. Este es un acercamiento a unas posibles enseñanzas. Esperamos las tuyas, si quieres compartirlas… Escribe Pepa Castro.
Creo que la respuesta a la pregunta de arriba es afirmativa. La mayoría podemos estar de acuerdo en que lo que nos está mostrando la pandemia está relacionado con esto:
- Que no somos tan invulnerables como pensábamos.
- Que formamos parte de la naturaleza y que destruir su equilibrio se vuelve inevitable y terriblemente contra nuestra especie.
- Que hay amenazas globales y reales que pueden afectarnos a todos por igual, sin distinción de edades, razas o credos.
- Que solo unida/os podemos afrontarlas.
- Que necesitamos realmente muy pocas cosas para vivir.
- Que el miedo no puede paralizarnos, a pesar de todo.
- Que la salud y los afectos son, a fin de cuentas, lo más importante.
Si estos y otros aprendizajes nos van a servir o no para evolucionar como especie capaz de construir un mundo mejor, el tiempo lo dirá. De momento parece que es un deseo compartido que sobrevuela sobre la cabeza de la mayoría. Y un deseo por sí mismo ya es una semilla que busca germinar y dar frutos.
Pequeños grandes aprendizajes
Lo que parece claro es que la experiencia ya nos ha obligado a modificar hábitos, y con ellos han llegado muchas lecciones. Tal vez esa sea la parte más purgativa y esperanzadora de la tragedia.
–Dedicas más tiempo a la vida hacia adentro (de las puertas de casa, pero también de tu interior). Y descubres que puedes hacerlo. Y hasta te gusta.
–Observas a las personas que tienes al lado, sin prisas, sin automatismos, con atención. Y las escuchas más, y las comprendes mejor. O no, pero ya puedes entender lo malo que sería estar sin ellas.
–Exploras tus reservas de energía, tus resistencias, tus fortalezas y tus déficits, tus aficiones, tus sueños y pesadillas… Y se te desvela que aquel en quien te quieres convertir, en realidad ya eres tú, pero lo habías confinado en el olvido.
–Se hace evidente que perteneces a un colectivo, a una comunidad, y que eso te hace más fuerte pero también corresponsable. De tus acciones depende la suerte de los que te rodean y tú dependes de ellos. Ya no te vale pensar solo en tus logros, en tu burbuja o en tu salvación. Ya sabes que tienes que formar parte del cambio que quieres ver.
–Valoras más el cuidarte, respirar aire limpio, escuchar tu cuerpo y sus necesidades reales; el tiempo junto a los seres queridos, el juego con tus hijos, el ocio que enriquece el espíritu y estimula el intelecto, la belleza y el vigor de la naturaleza cuando damos tregua a su incesante explotación…
–Te sientes más unido a ese otro que antes no veías, el que trabaja ahora para cuidar de ti y de todos, el que aplaude al otro lado de la calle, el que echas de menos porque te ayudaba en casa o en el trabajo, el que antes juzgabas diferente, al que culpabas de las contrariedades o no te importaba. No hay salidas individuales, ni grupos avanzados. No puedes evolucionar si el otro queda atrás porque todos estamos en el mismo barco.
–Aprecias de nuevo el sentido de la cercanía, de los abrazos, de los besos, de la palmada en la espalda, de las manos unidas, de las miradas cómplices, de los guiños, de las risas de la gente. De tu gente, que es toda.
–Reconectas con el sentido de la esperanza victoriosa sobre el miedo y la incertidumbre, con la necesidad de la acción correcta, del dharma, de la virtud, y del trabajo cotidiano de pico y pala cavando ese túnel por el que quieres ver llegar la luz. Sí, sientes claramente que es el momento no de quejarte sino de hacer, de pasar a la acción.
La fuerza de la unión
Cuando salgamos de ésta, tendremos que seguir cambiando los hábitos y las actitudes. Todas y todos, en la medida que necesitemos y que podamos. Ya lo sabíamos desde hace tiempo, pero ahora sucede que es imprescindible.
Pero hay una enseñanza clave: mientras creamos que lo singular (mi evolución, mis ideas, mi territorio, mi identidad, mi santuario…) ha de pasar por delante de lo plural (siempre diverso, impredecible, contradictorio, pero que contiene la fuerza de la Unidad), nada que valga la pena puede salir adelante.
Esperamos tus aportaciones, si lo deseas.
Recomendación: Leer el artículo AQUÍ de Pepe Mújica, expresidente de Uruguay. Yo me pregunto con él: ¿Los humanos estamos llegando al límite biológico de nuestra capacidad política? ¿Seremos capaces de reconducirnos como especie y no como clase o país? ¿Mirará lejos la política para hacer maridaje con la ciencia? ¿Recogeremos la lección del desastre al ver cómo revive la naturaleza? ¿La medicina, la enseñanza, el trabajo digital más la robótica se afianzarán y entraremos en una nueva era? ¿Habrá fuertes batallones de médicos capaces de ir a luchar por la vida en cualquier lugar o seguiremos gastando tres millones de dólares por minuto en presupuestos militares? Todo depende de nosotros mismos.
Pepa Castro, codirectora de YogaenRed.