El aislamiento social fue forjando la manera de dar mis clases virtuales. Así he ido armando un sistema asequible a todos que me ayuda a seguir desarrollando mi actividad mientras ofrezco un espacio confiable para hacer yoga… ¡Y tiene ventajas reales! Escribe Pablo Rego.
Cuando se impuso la situación de quedarnos en casa, la forma de desarrollar nuestros quehaceres se vio completamente alterada. Actividades como las clases de yoga y otras similares, basadas en el trabajo personal con los alumnos, en la interacción desde la contemplación, desde la contención, etc., se modificaron de manera tal que muchos de los elementos que destacamos habitualmente como valores omnipresentes se esfumaron de nuestra percepción real.
Cada profe, cada escuela, cada uno de los creadores de espacios de yoga se vio obligado a reinventarse. Muchos aún están viendo cómo seguir porque no todos tienen la facilidad de manejar la tecnología o la personalidad para enfrentarse a una camarita web que te está mirando en un inexpresivo silencio, cuando lo habitual era que en su lugar estuvieran unas personas de carne y hueso con toda su energía y atención interesada.
En mi caso, hace largo tiempo que coqueteo con la posibilidad de dar clases online. Mi canal de YouTube funciona desde hace años y la interacción a través de los medios de comunicación es algo que me ha gustado siempre, a tal punto que hice programas de radio, estudié periodismo y desarrollé mi página web Yoga sin Fronteras como una revista digital.
Por tal motivo, cuando vislumbré que la situación empezaba a ser la que es ahora, (y aún hoy veo que las restricciones y el confinamiento van a durar mucho más tiempo que el que la mayoría de las personas puede o quiere llegar a pensar), decidí activar mi canal de YouTube ofreciendo clases de yoga en Vivo, al principio completamente gratuitas y luego, cuando se fue confirmando que la situación seguía, sigue y seguirá, cobrando una membresía, suscripción o mensualidad accesible para que muchos puedan practicar y yo continuar desarrollando mi actividad profesional (aunque sigo dando clases gratuitas una vez a la semana para darle la oportunidad de hacer mis sesiones a quien no puede pagar).
Aspectos positivos (que los hay)
Aunque la situación no es agradable por las restricciones que presenta, el aislamiento social fue forjando la manera de dar mis clases virtuales. Guiar las sesiones, recibir los comentarios, entender de qué manera los practicantes quieren o pueden adaptarse a los recursos tecnológicos, cuántos días a la semana quieren practicar, sus hábitos y los míos, son datos que me fueron dando pistas para el armando de un sistema asequible para todos y que me ayuda a seguir desarrollando mi actividad mientras que a los alumnos a tener la posibilidad de disponer de un espacio confiable para hacer yoga.
Por lo tanto, estoy pudiendo cumplir mi misión de dedicar mi tiempo y energía a definir unos horarios que se mantengan como referentes de quienes están en sus casas, que los alumnos sepan que tienen la posibilidad de acceder a un plan de práctica que los ayude a estar mejor física, mental y espiritualmente.
Mi día a día previo al confinamiento implicaba la utilización de energías en tareas de esfuerzo, como utilizar el automóvil para desplazarme por la carretera, dar numerosas clases en diferentes lugares que terminaban siendo esos momentos que añoramos, pero que, al mismo tiempo, dada la dificultad de estar en más de un lugar en el mismo momento, impedía que muchos alumnos que querían practicar conmigo, por ejemplo a diario, no lo pudieran hacer.
Hoy estoy dando clases todos los días, igual que antes, pero con una fórmula diferente. De lunes a viernes doy clases en Vivo y el grupo de alumnos que quiere sumarse a esa emisión diaria lo puede hacer, por lo que a la experiencia satisfactoria que teníamos de hacer clases en nuestros espacios que con tanto esfuerzo y tiempo creamos en el mundo real ahora le sumamos la posibilidad de practicar a diario con el consiguiente beneficio de mejorar en muchos aspectos, gracias a la organización de rutinas que nos permiten trabajar en el cuerpo físico, en las técnicas de respiración y en las distintas relajaciones de manera más variada y cotidiana.
Cercanía, a pesar de la distancia
La reunión, aunque sea virtual, es un momento de conexión que compartimos. Conociéndonos o no, siendo alumnos habituales de mis clases presenciales o nuevos alumnos que se acercan a mis sesiones en línea para compartir el tipo de yoga que doy, interactuar a través de las imágenes y del chat (mediante el cual los practicantes saludan y comentan, pero también hacen consultas de sus dolores, hablan de sus temas particulares en relación a cuestiones técnicas o circunstanciales), nos hace sentir cerca, nos hace sentir acompañados y es muy gratificante.
También ha ocurrido que muchos practicantes han podido compartir, gracias al escenario doméstico en el que están practicando ahora, las clases de yoga con sus familiares cercanos, muchos de los cuales lo han hecho con sus hijos, algo también poco habitual en las clases presenciales que hacíamos hasta ahora.
Este es un tiempo de media estación. El sol calienta bastante y se puede disfrutar de estar al aire libre sin pasar frío o mucho calor. Esto ha hecho que varios alumnos hayan podido combinar hermosamente sus clases de yoga online con la práctica al aire libre, haciendo las sesiones mediante algún dispositivo en el patio, en el balcón o aprovechando la entrada del sol a través de las ventanas en el interior de sus casas.
Ventajas reales de lo virtual
Un formato de clases virtuales permite combinar la conexión de un grupo determinado en el preciso momento de estar haciendo la clase, pero también da la oportunidad de que aquel que no puede atenerse a un horario definido cada día pueda practicar exactamente a la hora que le quede mejor. Las clases se pueden dejar grabadas, lo que abre la posibilidad de que cada quien practique cuando pueda, ya sea por comodidad personal, por organización familiar, por estar al otro lado del mundo, etc.
Este sistema de trabajo resulta una especie de mezcla entre las clases grupales, en tanto muchas veces los practicantes se benefician de las experiencias de los demás en unas sesiones que se van adaptando a las necesidades de los presentes o de los que se comunican y consultan, y también incluye una parte de trabajo privado que hace que alumnos que en las clases presenciales se ven agobiados por lo que pueden o no hacer en relación a los otros (hecho que no debería tener lugar, pero que está presente de todas formas, más de lo deseado) en este caso sientan la libertad de tomarse un respiro más, descansar o realmente practicar a su ritmo (que es lo que debería suceder siempre, en todas las circunstancias)
Una circunstancia que también me ha traído esta situación de poder llegar con mis clases a lugares alejados del área en el que vivo, es la de contar entre mis alumnos con muchos practicantes que en alguna oportunidad tomaron mis clases, leyeron mis artículos o vieron mis videos en YouTube y ahora se pueden conectar y practicar cada día yoga con mi guía, muchos exalumnos de lugares en los que viví y di clases en el pasado y también familiares y amigos queridos.
Presente y futuro
Si bien hasta ahora no teníamos en mente una situación como la que estamos viviendo, (aunque muchos la estábamos esperando por lo inevitable que parecía), transitando esta experiencia podemos pensar que varias de las circunstancias que se están imponiendo nos pueden ayudar a vislumbrar un futuro en el que la manera de desarrollar actividades como las clases de yoga incluya naturalmente la posibilidad de darlas y de tomarlas de manera virtual.
Es normal que al comienzo muchos tengamos que adaptarnos, otros tantos empezar a relacionarse con una tecnología que hasta la fecha les resultaba completamente ajena, que el tiempo nos vaya mostrando que esta temporada particular va a durar más de lo que al comienzo creíamos y que todo esto sea un proceso que estamos transitando como comunidad.
Y aunque no podemos comparar una clase presencial con una virtual, porque se extrañan, entre otras cosas, los abrazos, la posibilidad de seguir trabajando, aprendiendo y enseñando de manera virtual se va volviendo algo válido en tanto es la manera casi exclusiva de seguir funcionando.
Quizá sea duro pensar que el mundo que conocíamos ha dejado de existir tal cual y que la situación en la que está inmersa la humanidad ahora va ser una parte bastante presente en el nuevo mundo que se aproxima a pasos agigantados, pero mientras se van desarrollando los hechos es importante adaptarnos para seguir haciendo actividades esenciales para nuestro bienestar, como tomar clases de yoga.
Pablo Rego. Profesor de Yoga. Masajista-terapeuta holístico. Diplomado en Medicina Ayurveda