No vivimos una crisis ambiental, vivimos una crisis humana

2020-03-05

La tierra sangra y lo vemos impotentes y perplejos. ¿Qué está pasando? Hay que pasar a la acción. A veces el yoga o la meditación son una anestesia más, nos dan cierta paz pero tampoco curan el mal. Estas prácticas nos deben aportar la energía y la claridad mental para actuar de forma más consciente y serena. Escribe Olga Jiménez.

Crisis ambiental

Los problemas ambientales son un reflejo de nuestros problemas como seres humanos. Hoy, a nivel global, hemos perdido el rumbo, nos estamos desconectando, nos secamos. Esa falta de alimento interno nos lleva a consumir más, a comer más, a devorar en muchas ocasiones de forma despiadada. Nos sentimos cada vez más vacíos y llenamos ese gran hueco de objetos superfluos que en realidad no necesitamos.

Un ejemplo muy visible que hemos experimentado muchos de nosotros es cuando nos sentimos deprimidos y nos vamos de compras. Parece que sentimos un cierto alivio, pasajero, pero nos consuela. Esto ocurre también en nuestra forma de comer, tenemos asociadas un montón de enfermedades, anorexia, bulimia, problemas de obesidad. Lo mismo podemos decir con los viajes, cada vez tienen que ser desplazamientos más largos, más rápidos y los aviones y los coches bañan el globo con sus residuos.

Todas estas respuestas tratan de cubrir carencias. Esto a nivel global, con millones de consumidores hoy con un elevado poder adquisitivo, nos ha situado como «grandes devoradores de recursos».

Debemos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre este rumbo absolutamente equivocado y que está comprometiendo el futuro de las próximas generaciones y de la vida sobre nuestro planeta.

Para ello hay que atreverse a mirar de frente, conocer los problemas, y decidirnos a actuar. En muchas ocasiones la práctica del yoga o la meditación actúan como una anestesia más, nos dan una cierta paz momentánea pero tampoco curan el mal. Estas prácticas nos deben aportar la energía y la claridad mental para actuar de forma más consciente y serena.

Actuar en el camino correcto, en la dirección correcta, ofrece una nueva fuente de sentido a nuestras vidas, una energía renovada. Siempre he pensado que los problemas son una plataforma para crecer como seres humanos, y hoy tenemos la gran plataforma: la destrucción de nuestro planeta.

Vamos a mirar los problemas de frente, no como forma de castigarnos y lamentarnos, sino para decidir el camino correcto y actuar. 

Las cuatro lanzas en la destrucción ambiental

1. Los plásticos. Empezaré por ellos porque es la cuestión hoy más divulgada. Ya llevamos nuestras propias bolsas a la compra y tratamos de reducir su consumo. Pero hay que exigir además a los centros comerciales que los vayan retirando de los embalajes; escribidles, yo lo he hecho y es muy eficaz.

2. Los químicos tóxicos. Este tema es más complejo pues no los vemos con los ojos. Hoy, esta realidad se ha hecho visible en España en el Mar Menor, y todos nos hemos escandalizado ante las imágenes de los miles de peces muertos. Ya se sabía, las personas de la zona sabían lo que estaba ocurriendo en los campos con los millones de toneladas de herbicidas, pesticidas y abonos químicos empleados. Esto es un anuncio y no paramos. En unos años, si seguimos así, lo veremos en toda la cuenca del mediterráneo.

Hoy se sabe que cerca del 60% de nuestros insectos han desaparecido en nuestro país, a nivel mundial cerca del 80%. Una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad son estos productos químicos que además nos dejan sin suelos productivos.

Debemos comprometernos. Sabemos que el producto ecológico no puede emplear en su producción ni elaboración estos componente dañinos, sabemos que es más caro, pero en una economía media es una cuestión de prioridades. Reduce en ropa, en bolsos, en zapatos; busca mercado de segunda mano, música, muebles, coches, hay cientos de productos baratos en este mercado.

Sé consciente de que la producción de ropa es hoy una fuente de contaminación ambiental monstruosa; compra menos, busca orgánico. Todo esto te permitirá el ahorro para comprar sin químicos. Tu salud y la del planeta te lo van a agradecer, además empezarás e experimentar que eres parte de este gran cambio de rumbo.

Hay que exigir a los gobiernos que limiten estas sustancias químicas, que cambien las normativas. Los tóxicos están hoy en todas partes, debes ir investigando; se incluyen en los cosméticos, que también asimilamos a través de la piel, en los productos de limpieza que inhalamos y vertemos al medio ambiente, en nuestros utensilios de cocina…

El libro Conectados,que publiqué hace unos meses, contiene todas estas denuncias, y fue enviado a nuestro Ministro de Agricultura. Hoy no hay tiempo para la indiferencia, para el miedo, lo que está en juego es demasiado valioso para funcionar con miedo. Anímate a escribir, a pedir aquello que es justo, a poner voz a los que no la tienen: los insectos, los peces, las aves… sufren hoy estos abusos. ¿Por qué las personas con un poder económico más bajo deben tomar químicos tóxicos a diario y alimentar así a sus hijos?. Te recomiendo el libro de Nicolás Olea Líberate de los tóxicos, para que entiendas la magnitud de este problema; con sus investigaciones ha puesto en tela de juicio nuestro actual sistema de seguridad alimentaria. Hoy funcionamos con «el efecto cóctel», que combina los químicos sumando sus efectos.

3. Las granjas industriales. Nos preocupa la falta de alimentos a nivel mundial, ante una población que crece, pero no reflexionamos sobre un tema capital: hoy nuestro planeta necesita más recursos para alimentar a los animales domésticos que a los humanos; hoy las farmacéuticas se lucran más con ellos que con nosotros, con las nefastas repercusiones ambientales que esto produce: consumo y contaminación masiva de agua dulce, tierras perdidas y bosques arrasados para pasto y la producción de soja que se cultiva principalmente en la selva brasileña, todo ello para alimentar a los animales enjaulados.

Se calcula que cerca de 15 millones de árboles son talados por esta causa cada año. Si la población pasara a una dieta vegana se reduciría la superficie destinada a tierras agrícolas para alimento de granjas en un 75%, el equivalente a la superficie de China, EE.UU., Europa y Australia.

Ahora viene el problema individual. Por un lado está nuestro compromiso con el cambio de hábitos, y por otro lado el miedo hacia ese cambio. Aún son muchas las personas que opinan que sin proteína animal no se puede vivir pese a que muchos millones de personas en la actualidad lo hacemos y estamos perfectamente sanas. Pero para hacer el cambio correctamente hace falta un pequeño esfuerzo por aprender, leer, documentarse. De verdad que merece la pena y volverás a estar cargado de energía renovada, que proviene por un lado de los alimentos vivos, las fuentes vegetales, y por otro de tu cambio de rumbo apostando por un futuro mejor para todos, donde el asesinato no es un parámetro que esté contemplado.

Si el cambio te parece algo imposible, empieza por reducir el número de días de consumo de carne a la semana, ve de forma progresiva. Si te resulta imposible prescindir de ella, consume carne y lácteos ecológicos; estos animales pastan al aire libre, no toman soja transgénica, su impacto ambiental no es comparable, en la mayoría de estas granjas ecológicas los suelos se enriquecen, se abonan y la biodiversidad crece.

4. El empleo de combustibles fósiles. Este es un problema a gran escala que aún no tenemos resuelto. Las ciudades del mundo se han convertido en su gran mayoría en espacios de aire tóxico casi incompatibles con la vida. Se van tomando medidas, pero son escasas. El cambio hacia los desplazamientos eléctricos no es la solución. Hoy se sabe que el litio empleado en las baterías empieza ya a arrasar grandes zonas para su extracción. Una vez más debemos reducir, buscar alternativas: transporte público, desplazamientos cortos en bicicleta, caminando. Se debe ir sustituyendo el petróleo por las energías renovables. Sabiendo que las fábricas consumen grandes cantidades de estos combustibles, debemos hacer que trabajen menos y seguir reduciendo.

En resumen, debemos recuperar el sentido común y volver a la sencillez, a una vida que nos va a hacer sentirnos más plenos porque nos haremos respetuosos con nuestros compañeros de planeta. El mundo está conectado y en nuestras manos está el rumbo que queramos para él.

Olga Jiménez es codirectora de la EYI (Escuela de Yoga Luz sobre el Yoga, de Aravaca)

Ha publicado recientemente con Ediciones Mandala el libro Conectados (Ed. Mandala)