Está al frente de la editorial Kairós, que publica a los mejores autores sobre Yoga, espiritualidad y tradiciones. Él mismo es un gran experto en religiones, brillante escritor y conferenciante, enamorado de la India y cultivador de una genuina espiritualidad laica.
Así se presenta a sí mismo: “Mi vínculo con india es familiar, emocional, sanguíneo… Soy nieto de un emigrante hindú que llegó a primeros de siglo a Barcelona y se casó con una catalana. Por tanto, mi padre y mi tío, Raimon Pániker (filósofo y escritor) y Salvador Pániker (filósofo y fundador de Kairós), fueron medio indios medio catalanes; yo ya soy solo un cuarto… Pero siempre he mantenido muchísimo el vínculo con la India, que no solo es el país de mis antepasados sino que por distintos motivos me enamoré de ella. Se ha convertido en mi segunda casa. Ahora me estoy tramitando la nacionalidad india también”.
Has creado incluso la fundación Raimuni Paniker Trust en Kerala…
Exacto, que tiene el nombre de mi abuelo porque él vino a Europa gracias a una beca para estudiar en la Universidad de Madras (ahora Chennai), era un gran estudiante. Y junto con mi tía, su hija, y mis primos decidimos que debíamos devolver un poco a la India de lo que esta nos había dado. Y creamos una fundación hace 15 años que beca a niños y niñas del sur de la India, que es de donde era originaria mi familia, para que puedan cursar estudios superiores. Ayudamos a unos 150-180 niños y niñas,en Kerala, que es de donde era originario mi abuelo.
Por otra parte, mis hijos son nacidos en la India, un niño y una niña adoptados. Por lo tanto, cierro el círculo: regreso a la india de alguna manera.
¿Cómo vas decantándote hacia la India como editor y escritor?
Desde mis primeros viajes ya me encantó la India; es un país que impacta mucho, en el buen y en el mal sentido, porque va todo junto. Me fascinó la cultura, la gente, la civilización, la filosofía, la religión, al espiritualidad. Yo ya estaba trabajando en Kairós, pero lo convertí un poco en el foco de mi conocimiento académico. He escrito libros sobre el jainismo, sobre los sikhs, sobre historia, pensamiento, sociedad, filosofía, política de la India. Doy muchas conferencias, cursos, ligados a sus tradiciones, espiritualidad…
Y luego mi faceta de editor en Kairós, que fundó mi padre y en la que llevo más de 30 años. Es casi un puente entre Oriente y Occidente (lo llevamos en los genes), un encuentro entre una dimensión más contemplativa o espiritual y otra más racional y científica. He publicado a muchos autores y maestros espirituales de la India.
De todos los libros que han pasado por tus manos como editor e intelectual, ¿cuál seleccionarías para llevarte a una isla desierta?
Huy, eso es muy difícil. Me interesan muchas tradiciones y no solo de la India: como editor he publicado libros de budismo zen, tibetano, taísmo… Claro que conozco mejor la tradición índica y hay piezas para mí insuperables. Pero si tuviera que elegir una obra que a mí más me toca en cierto sentido y que encuentro muy representativo de la India en todas sus facetas es el Mahabharata, la gran epopeya que contiene de todo: novelas, cuentos, poesía, la Bhagavad-Gita, una de las piezas más importantes de la mística, filosofía, ética, hasta códigos de leyes hay dentro. Hemos publicado una versión abreviada por Narayan, que era un gran escritor.
Eres un gran estudioso de las religiones, pero no estás “afiliado” a ninguna. ¿Por qué no han conseguido seducirte?
Me interesan todas. De hecho, mi último libro se llama El sueño de Shitala, y es un viaje más antropológico y periodístico al mundo de las religiones. Es el primer libro en que hablo de Méjico, del sureste asíatico, de África, de Europa y el Camino de Santiago… Me entusiasma el fenómeno religioso y espiritual, solo que he recibido una educación muy laica y no profeso ni me adhiero a una religión conocida. Y eso que me considero una persona muy espiritual, quizás no en el sentido más convencional del término, pero sí encuentro que hay mucha gente que sintoniza con ese sentirse espiritual y les interesa un estado de ánimo de sosiego y de crecimiento interior sin ser cristianos o budistas. Quizás me siento más próximo a esas dos grandes tradiciones del hinduismo o el budismo, pero en realidad uno puede cultivar esta dimensión espiritual muy al margen de las tradiciones rituales e incluso contemplativas.
¿Cómo cultivas tu espiritualidad?
Sobre todo a través de la música. Soy autodidacta, pero toco el piano -ya de pequeño componía pequeñas sinfonías-, y me entusiasma disfrutar la experiencia de gozo artístico, ya sea escuchando o interpretando. Ahí puedo trascender mi pequeño yo y mi contexto y conectar. Es una sensibilidad la espiritualidad, y hay quien la tiene y quien la tiene menos, casi como el oído musical. También hago un poco de Yoga para cultivar la dimensión psicofísica, la respiración… Pero también puedo cultivar la espiritualidad de un modo más contemplativo, en la naturaleza, de manera sencilla. Por tanto, hay muchos caminos…
También disfrutas del placer intelectual…
Por supuesto, leyendo y escribiendo mis libros. La concentración en la escritura ya es un tipo de meditación. Hay que descartar la mente como origen de todo lo malo; solo hay que ponerla en su sitio, conocer sus límites, cultivarla. Eso lo veo con los verdaderos científicos, que tienen una sensibilidad muy parecida a la espiritual, a la del artista o el filósofo. Es una indagación en lo último, la misma inquietud. La dimensión espiritual es un común denominador de los seres humanos.
¿Cómo nos ayuda esa dimensión espiritual a vivir este presente complicado, neurótico?
Hay que integrar esa dimensión espiritual en la vida cotidiana. Yo sé que no es fácil, porque hay unas necesidades fundamentales que cubrir, pero no veo que eso sea incompatible con una actitud de vida. Para eso las tradiciones de sabiduría ayudan (y también pueden fastidiar mucho si uno se mete de manera poco adulta, y de ahí que muchas tengan una tendencia sectaria a aislarte, a encerrarte). El gran ejercicio es ser autocríticos, abiertos e integrar esa espiritualidad y llevarla con discernimiento a la vida cotidiana. Yo creo que eso es fundamental hoy día para nuestras relaciones personales, en el trabajo, en la política… que vendría muy bien.
Dicen que las crisis propician grandes cambios de conciencia.
Sí, solo que a nivel político y social yo soy más pesimista. Creo que hay unas inercias muy fuertes y eso difícilmente lo podemos cambiar. Yo abogo por la transformación de uno mismo, pero no de un modo egoísta, me aíslo y allá que les den. No, no; transformándonos un poco cada uno, transformaremos de alguna manera un poco más la sociedad.
En Yoga hay un debate perpetuo: el respeto a la tradición, ¿hasta dónde hay que llevarlo?
Creo que todas las tradiciones, cuando están muy incrustradas en una cultura y en una época determinadas y salen de su lugar de origen, inevitablemente se han de transformar. ¿Cuánto? Es la gran pregunta. ¿Hasta qué punto podemos occidentalizar el Yoga, o el budismo? Hay que intentar que no se pierda la esencia, el origen, el universalismo subyacente. Pero ha de haber una labor de adaptación.
El Yoga, o cualquier otra tradición, se ha de adaptar a nuestra sociedad contemporánea, a nuestra idiosincrasia y maneras, pero sin que se desvirtúe. Esto cada uno lo interpretaría de forma distinta, pero así ha sido siempre en todas las tradiciones.
Por cierto que te he oído decir una vez que la modernidad es saber conjugar lo local, lo propio, con lo universal, y que estas dos tendencias no tienen por qué ser antagónicas.
Creo que el verdadero pluralismo, la verdadera apertura, puede aceptar el universalismo de una tradición y el particularismo de esa tradición, y no reducirlos a una única fórmula. Desde mi punto de vista creo que la sociedad estaría mejor si aceptara términos aparentemente contradictorios. La modernidad tiene varias caras; en realidad hay que hacer un ejercicio de análisis y de crítica y ver lo bueno y lo malo que tiene algo, y todo va en el mismo paquete. Y con las tradiciones ocurre lo mismo: en vez de reducirlo a estás conmigo o contra mí, intentar aceptar ambas posiciones.
En eso la India tiene una gran experiencia; el jainismo se caracteriza por el pluralismo filosófico. O el camino medio del budismo: aceptar los dos extremos.
¿Qué le recomendarías a alguien que va al rencuentro de la India?
A mí me encanta la gente; suena un poco a tópico pero es la verdad. Y me entusiasma la India rural. Por tanto recomendaría que se escapara pronto de la ciudad a la que llegue (Bombay, Delhi, Benarés, Chetnay, Bangalore, Chennai) y vaya a la India profunda, la de los pueblitos, la que apenas habla inglés. Y podrá ver la espiritualidad cotidiana y profunda de las gentes, que no es la de los grandes ashrams, ni la de los grandes yoguis o gurus.
Actualmente Agustín Pániker está inmerso en la terminación de un libro “muy complejo, controvertido además” que lleva ocho años escribiendo sobre la sociedad de castas. “Lo tengo casi acabado”. Sus libros más conocidos son El sueño de Shitala, El jainismo, Sikhs, Índika.