Muchos de nosotros dimos nuestros primeros pasos en el yoga por aumentar nuestra flexibilidad, mejorar nuestro estado general de salud o aprender a lidiar con el estrés cotidiano. Con el tiempo, fuimos descubriendo otros beneficios que ni siquiera imaginábamos: mayor autoestima, mejora en nuestras relaciones interpersonales, dosis extra de paciencia, mejor sentido del humor, etc. Escribe Nuria Pérez Pozuelo.
Al principio, el yoga actúa como un bálsamo casi inmediato. Muchos alumnos quedan impresionados al experimentar por primera vez la paz profunda o el silencio interior que proporciona la práctica. De alguna manera, se dan cuenta de lo distraídos que habían estado hasta la fecha, de cómo se habían conformado con ciertos placeres y entretenimientos y se habían olvidado de la felicidad y la plenitud reales. Este tipo de insights son muy frecuentes al principio, cuando el entusiasmo está todavía a flor de piel.
Sin embargo, conforme pasan los años y seguimos practicando, nos vamos acostumbrando a estas sensaciones de bienestar. Nuestro cuerpo está fuerte, elástico y bien alineado, tenemos ciertos momentos de tranquilidad y conexión con nosotros mismos, las cosas a nuestro alrededor están relativamente ordenadas y podría decirse que todo va bien. No hay motivo para la queja y, en cambio, sentimos cierta nostalgia. A veces es una nostalgia difusa, es decir, no sabemos bien a qué se debe, qué es lo que echamos de menos, pero sí notamos que hay esa tristeza de fondo, como si hubiéramos perdido algo importante.
La ilusión del principio ha disminuido, hemos incorporado el yoga como una rutina más de nuestro día a día y, quizás por eso, hemos acabado aburriéndonos y sintiéndonos estancados. Es probable que el primer impulso sea buscar sensaciones nuevas. En este punto, mucha gente cambia de estilo de yoga. Unos pocos, los menos, abandonan la práctica por un tiempo, para tomar distancia…
Calor y profundidad
Desde nuestro punto de vista, éste es un punto de inflexión muy delicado en la vida del yogui y hay que saber manejarlo con tiento, reflexión, corazón y cabeza. La primera recomendación sería conectar con nuestro maestro interior en la meditación. Una vez hayamos establecido esta conexión, deberíamos preguntar a la sabiduría que habita dentro de nosotros cuál es nuestra necesidad actual.
Lo más seguro es que necesitemos más calidez en nuestra sadhana y mayor profundización. Cambiar de estilo de yoga puede ser efectivo de entrada, pero tarde o temprano volverá a aparecer el aburrimiento, y el asunto seguirá sin resolver. En cambio, si añadimos este principio de calor, de ternura hacia nosotros mismos, y profundizamos en todo lo que el yoga como método puede aportarnos, es posible que maduremos como practicantes y recojamos los frutos de una larga trayectoria.
¿Por dónde empezar? Para dulcificar y aportar calidez a la vida de un yogui experimentado es esencial, como decíamos, esa conexión con la voz interior y la intuición. También es fundamental confiar en algo más elevado que nosotros, ser humildes y pedir ayuda a las fuerzas bondadosas del universo. Para profundizar, es importante recordar las 5 vías del Yoga, y todo lo que cada una puede aportarnos: Karma, Bhakti, Hatha, Raja y Jnana. Esto es, ampliar nuestras miras y saber que el yoga no es sólo asana. Si nos hemos centrado exclusivamente en la parte física, quizás sea un buen momento para explorar otros aspectos. ¿Qué tal si incluimos la meditación en nuestra práctica diaria, por ejemplo?, ¿o si dedicamos 10 minutos antes de dormir a leer textos espirituales e inspirados? Esto nos ayudará a reconectar con las raíces profundas del yoga y a retomar la sadhana con energías renovadas.
Por último, recordar que el yoga, más allá de nuestro bienestar individual, de nuestros altibajos emocionales, de nuestra vida, fue ideado para la evolución de la consciencia planetaria. Si realmente queremos comprometernos con esto y sumar, debemos aprender a tolerar los momentos difíciles, tediosos y cuesta arriba. Siendo pacientes, manteniéndonos fieles al método, y tomándonoslo con seriedad, iremos viendo que el yoga no sólo promete bienestar y placer, también trascendencia. Transcendencia para ver que hay mundo más allá del aburrimiento que estamos sintiendo ahora, que hay mundo más allá de nosotros, que hay aprendizajes que sólo pueden florecer si, pese a todo, se continúa. Acabaremos descubriendo, por tanto, que el yoga siempre ejerce su influencia positiva. Aunque a veces no dispongamos de la claridad para observarlo.
Nuria Pérez Pozuelo es profesora de la Escuela de Yoga Integral Mahashakti.
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