Me sorprende el tibio amanecer en el interior del tempo de Laksminarayan, en Delhi. Es un placer sentir las plantas desnudas de los pies sobre un suelo recién regado e impecablemente limpio. Entre kirtans recorro las dependencias de este inmenso y llamativo templo. Me siento unos minutos a meditar en una de sus recoletas salas y después me desplazo a uno de sus extremos donde está ubicada la Sociedad Budista Mahabodhi. Escribe Ramiro Calle.
Me entrevisto con el Venerable Aryayawansa, sin sospechar que terminaré cimentando una gran amistad con este hombre menudo, sencillo, sabio, y que es el presidente de esta sociedad en Delhi.
–Venerable -digo-, siempre me he sentido profundamente atraído por las enseñanzas de ese gran yogui (mahayogui) que era Buda, aunque hay algún aspecto de las mismas que no es fácil comprender, como es la del Nirvana. ¿Qué sucede exactamente en el Nirvana?
–Todo acaba, todo finaliza. Nirvana es implemente extinción; extinción absoluta.
–He ahí la verdadera Liberación -puntualizo-. El individuo ya no renacerá más. Su transmigración ha finalizado; es libre.
–Exacto -conviene-. He aquí la verdadera Liberación.
Me explica que el budismo casi se extinguió en la India y se refugió en otros países debido a persecuciones religiosas, entre otras la musulmana, implacable y brutal. Me dice, apenado, que incluso en la India ha habido persecuciones religiosas, pero que en ese momento había una buena tolerancia religiosa. Me insitió en la necesidad del respeto y del interés creciente por el budismo en Occidente. Y aseveró:
«La meditación es muy conveniente. Exige un control riguroso de la mente. La mente debe ser concentrada en un solo soporte. Hay muchos temas sobre los que meditar: serenidad, amor, ecuamidad y otros. Todos estos son excelentes soportes para la meditación. No es nada fácil controlar la mente. Es mejor comenzar por intentarlo diez minutos y luego ampliar la sesión a veinte minutos y así paulatinamente. La meditación es esencial no solo para los budistas, sino para toda persona que busque la paz. Es la quintaesencia del budismo. Donde no hay meditación no hay budismo. Conduce a la tranquilidad de la mente y a la paz interior».
Me explica más adelante:
«Para el budista, Buda no es Dios; es mucho más que la divinidad. Pero la gente común, parte de ella, divinizó a Buda, por increíble que parezca. Buda siempre se presentó como un hombre. Algún día aparecerá otro Buda y traerá la paz a este mundo y disolverá la ignorancia. Un buen budista debe seguir las enseñanzas de Buda, practicar la bondad y evitar la maldad, y purificar la mente».
Hemos desayunado juntos. Unas galletas inevitablemente especiadas y picantes. Hemos hablado de los distintos vehículos del budismo y hemos meditado juntos frente a una colosal imagen de Buda en meditación. Ni siquiera el incesante croajar de los cuervos me ha distraído. A lo lejos se escuchan los cánticos sagrados y huele maravillosamente a sándalo. Tras anunciarle al venerable que partiré en dos días para Rishikesh, me regala un texto budista y salgo en busca de un motorickshaw.
Swami Chaitannyanand me habla del prana
Otra vez sentado frente a Swami Chaitannyanand. Me sonríe con los ojos y no se sí piensa que soy un gran pesado occidental, pero coloca su amplia mano sobre mi rodilla y dice:
–Adelante.
–¿Shakti?-insinuo.
«Shakti -dice- es energía. Cuando no hay movimiento, la energía está latente. Pero con el movimiento sobreviene la energía. Ambos pertenecen a prana. La energía es ciega, no tiene conocimiento. Yo, por ejemplo, sé cómo funcionan mis pranas, pero mis pranas no saben nada acerca de mí. Prana es la energía total. Si practicas muy a menudo el pranayama, si se sabe controlar los diez pranas de una manera concreta, entonces es posible alcanzar poderes extraordinarios. La práctica del pranayama es esencial; procura un gran poder y se puede prolongar la vida. Todo se mueve por prana. Si un órgano enferma, es por el funcionamiento inarmónico de prana. Hay cinco pranas principales y cinco secundarios. Pero el liberado-viviente está siempre en su Sí-mismo y no desea adquirir ningún poder. Él es su propio poder, pues es Sí-mismo es fuerza suprema. Una vez uno conoce el Atmán, entonces los pranas y los sentidos no son nada, porque el Sí-mismo es el maestro de todos ellos. Hay reglas para aprender a acumular prana, y métodos para ello como el pranayama. Si se controlan los propios pranas, se controlan los pranas universales. Hay sentidos individuales y sentidos colectivos. El éter está fuera de nosotros, pero también dentro de nuestros cuerpos. Todo es interdependiente. Hay que aprender a almacenar prana y descubrir así cuánta energía hay dentro de uno».
Volveré en años sucesivos a visitarle otras veces. Es un pozo de conocimientos y quiero que me hable a fondo de los distintas clases de mantras, pues me dice que los hay para sanar, equilibrar los pranas, efectúar prácticas esotéricas, parar la mente y ralentizar el corazón… Pero no quiero partir sin que este hombre singular, que se ha codeado con innumerable sadhus y sannyasins, me ofrezca algunas palabras a modo de mensaje. Y se expresa así al respecto:
«En estos últimos tiempos ha habido un gran avance científico y ha surgido un poderoso armamento. Los científicos han hecho cosas muy buenas para la humanidad, pero tambien cosas muy malas. El ser humano tiene cabeza y corazón. La parte del corazón pertenece a la espiritualidad, a todas las emociones, la fe, los sentimientos, los impulsos. Y un hombre de corazón no puede convertirse en un hombre de ciencia. Pero hay pocas personas que realmente son de corazón. Jesús lo logró; tambien Krishna era una encarnación del corazón. Los científicos disponen de un cerebro excelente, pero no tienen corazón, son totalmente prácticos. Los científicos no pueden comprender lo que siente otra gente y por tanto ir en su ayuda. Pero, por otra parte, las personas en la religión están tan ciegas que no son racionales. Su corazón está tan desarrollado que pueden incluso creer en cosas absurdas. Hay que aprender a aplicar el cerebro y aplicar el corazón. Yo diría que la religión tiene que racionalizarse y la ciencia, espiritualizarse. Debe haber un intercambio, una reunión perfecta de corazón e intelecto, de espiritualidad y ciencia. Cuando se alcanza esto dentro de uno, el mundo se convierte en un paraíso».
Le comunico que partiré muy pronto para Rishikesh, y me dice algo que me diría tiempo después el presidente de la Sociedad Ramakrishna en Calcuta: «Rishikesh ya no es lo que era; ha perdido su carácter realmente espiritual». Y eso me lo dijeron hace más de cuatro décadas. Me abraza, ríe amplia y contagiosamente. Y cuando estoy saliendo de la sala, casi como si fuera una orden que me recuerda a Boddhidharma, el primer patriarca Zen, me dice: «Enfócate más y más en lo que haces. Y vuelve pronto. Nunca te faltará una taza de té».
En Rishikesh, la Morada de los Sabios, me esperan días muy intensos. Me entrevistaré con el sucesor directo de Shivananda, Swami Chidananda; con un gran yogui y pensador, Swami Krishnananda; con el que fuera secretario de Nehru, Swami Atmarananda; con un fabuloso nada-yogui, Swami Nadabrahmananda…
Paso el resto del día callejeando por la Vieja Delhi, con su olor a fritangas y pachuli, sus vendedores de agua y de flores, sus resignados mendigos y los limpiadores de oidos, sacamuelas callejeros y porteadores de grandes bultos. Me refugio finalmente en el templo jaina, donde hay un contagioso recogimiento y sosiego en contraste con el templo hindú de unos metros más allá, siempre atestado de gente bulliciosa. Me abismo en mí mismo y siento en lo más íntimo que cada uno debe darse luz a sí mismo, pero que, por fortuna, contamos con enseñanzas y métodos que vienen desde tiempos inmemoriales y son como mapas para poder hacer el sinuoso viaje hacia lo Inefable.
Felicidades a Ramiro Calle por la decimoseaxta edición de ‘El Fakir’
Nuestro asiduo colaborador Ramiro Calle tiene publicadas una decena de novelas espirituales e iniciáticas, la más emblemática y reconocida es «El Faquir», que ha conseguido 16 ediciones y ha sido también publicada en inglés y portugués, así como editada en Argentina y otros países de Hispanoamérica. Es un relato fascinante, todo él situado en India, donde aparecen numerosos mentores espirituales y se imparten la más valiosas y variadas enseñanzas espirituales de la patria del yoga, así como métodos muy antiguos de dominio psicosomático e instrucciones para conquistar la mente vacía e intuitiva.
Hernán, el protagonista, hastiado de la vida, emprende un viaje por la India en busca del verdadero sentido de la existencia. Extasiado ante las maravillas que va encontrando en su camino, poco a poco va entrando en una senda mística e iniciática que le conducirá hasta Suresh, el faquir, un funámbulo de feria que le inicia en los secretos del samadhi o supraconsciencia, el abandono total del cuerpo y de la mente para llegar al Absoluto y desprenderse de los lastres del pasado. Tras esta insólita experiencia, Hernán nunca volverá a ser el mismo.
Tal fue desde el principio el éxito de «El Faquir» que al primer volúmen siguió un segundo titulado «En busca del Faquir» y finalmente se convirtió en una trilogía con la última entrega, «El Manuscrito secreto del Faquir». En el facebook de Ramiro A. Calle puede visionarse un interesante cortometraje sobre esta obra tan apasionante.