Este es el testimonio de un practicante de Yoga y procurador de los tribunales, Antonio García Martínez. Una confirmación más de cómo ayuda la actitud yóguica en toda circunstancia, en todo ámbito y en toda profesión.
Me dedico a ejercer como procurador en los tribunales y me interesa mucho mi profesión. Pero cada día escucho frases muy manidas que se utilizan con asiduidad por los pasillos de los juzgados, como «Voy corriendo que no llego», «Un día me da algo», «Estoy agotado», «¡Qué día tengo!» y otras que no transmiten precisamente sosiego.
En la vida, para conquistar el sosiego, hay que equilibrar el ámbito familiar con el laboral/profesional y practicar técnicas que nos sirvan para alcanzar la calma interior. Y, en este sentido, ¿qué mejor que el Yoga, una de las disciplinas más perfectas que puedan existir para armonizar y beneficiar el cuerpo y la mente?
Digo esto porque en mi vida ha habido un cambio muy significativo desde que practico Yoga. Exteriormente tengo el aspecto de un ejecutivo occidental pero interiormente, hasta que comencé la práctica del Yoga, estaba desasosegado. Ahora sigo teniendo aspecto de ejecutivo occidental, pero interiormente soy un yogui indio, al menos esto siento. Y ello se ha hecho posible por mi sadhana (práctica) diaria. Gracias a la misma consigo sosiego para todo el día, o al menos lo intento, que ya es mucho.
Vivir con sosiego es vivir a distinta velocidad. Siempre durante el día, y más en mi trabajo, ocurren vicisitudes que no tienes previstas. Hoy, por ejemplo, tenía una audiencia donde hay, obviamente, que acudir con el abogado. Como no llegaba, hice una llamada y me enteré de que estaba enfermo. No se podía suspender el señalamiento porque no disponía de certificado médico que acreditase el hecho. Por tanto, había que ocuparse y no preocuparse.
Para evitar un perjucio a mi cliente, me puse a buscar un abogado en el Juzgado, mientras que la procuradora y la abogada de la parte contraria, al ponerlas al corriente de lo que pasaba, se mostraron intranquilas y nerviosas. No era mi caso. Lo esencial era resolver la situación sin alterarse.
Conseguí el abogado, un amigo, y mis propias compañeras de la parte contraria comentaron: «¡Qué tranquilidad has demostrado!». En todo momento lo que intenté es estar calmado frente a la acción excesiva; respiré abdominalmente, apliqué la ecuanimidad e procuré en todo momento liberarme de la tensión.
Por algo practico asiduamente la relajación Yoga. Lo conseguí. No cabe duda de que esta actitud se adquiere mediante el trabajo interior del Yoga. Gracias a la práctica asiduamente realizada, adquiriremos, entre otros frutos, el sosiego que todos anhelamos.
Antonio García Martínez es procurador, alumno desde hace muchos de Ramiro Calle y ferviente practicante de Yoga.