Yoga para Astronautas: cuando la ciencia se convierte en religión

2019-03-14

En el vídeo publicitario del gobierno contra las así llamadas “pseudoterapias” una mujer entra a arreglar un móvil y el empleado de la tienda le canta al móvil lo que parece ser un Om y un mantra de Ganesha un tanto distorsionados. Escribe Joaquín G. Weil.

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El profesor de yoga Rafael Valencia impartiendo un seminario formativo

No creo que el “creativo” de la empresa de publicidad sea un tarambana despistado. Considero que ha entendido bastante bien el mensaje que nos quiere dar el gobierno: de nada sirve rezar por tu salud, pues tu cuerpo es un mecanismo inerte como el de un móvil averiado.

Más allá de las molestias y perjuicios que pueda estar causando, el extraño movimiento del gobierno en funciones en cuanto a las así llamadas “pseudoterapias”, sin duda es una excelente oportunidad para aclarar un par de cosas.

Para empezar, esta cita de Paul Feyerabend en la edición española de su autobiografía Matando el tiempo:
“Libremos a la sociedad del asfixiante poder de una ciencia ideológicamente petrificada, al igual que nos liberaron a nosotros nuestros antepasados del dominio opresor de la religión.”

Para quien no lo sepa, Paul Feyerabend es uno de los más conocidos y renombrados filósofos de la ciencia, discípulo de Karl Popper y amigo y compañero de Imre Lakatos.

Si el lector tiene paciencia, como filósofo quiero situar un poco este debate sobre las así llamadas “pseudociencias” o las “pseudoterapias” en el contexto de las filosofías de la ciencia.

La ciencia y las teorías

Sin duda esta campaña está causando prejuicios y perjuicios sobre numerosas áreas de conocimiento. Ese parece ser su objetivo. De una manera poco ética, sin hacer un análisis profundo, difama conocimientos acreditados como el yoga o la acupuntura, situándolos en una lista B de “pseudoterapias”. Las que están todavía siendo estudiadas. ¿Estudiadas? Ojalá.

Precisamente la afirmación arriba de Feyerabend era uno de sus argumentos típicos a partir de la eficiencia de la acupuntura, entre otras técnicas de la medicina china, que el gobierno de aquel país había impulsado con éxito en los años 80 del pasado siglo.

Feyerabend había trazado un largo recorrido, casi el de la filosofía de la ciencia misma. Ya el maestro de Feyerabend, Popper, tenía una vuelta dada. Me extraña lo obsoleto de la expresión de las comunicaciones del gobierno que hablan de “demostrar” científicamente la validez de una terapia, como si estuviéramos en el siglo de Newton. Popper había comprendido que tal cosa es imposible. Por muchas pruebas que se hagan para demostrar la validez de una teoría, siempre es posible que un ulterior hecho demuestre su falsedad. A esto lo llamó la “falsación”.

Las comunicaciones del gobierno y de los grupos de presión que impulsan estas campañas de las así llamadas “pseudoterapias”, también hablan de “demostrar” mediante la “falsación”. Lo cual es un absoluto sinsentido.

No suele tenerse en cuenta que el método de la “falsación” lo desarrolló Popper precisamente para desacreditar a las dos grandes “pseudociencias” de su época: el psicoanálisis y, ¡ooops!, el marxismo, las cuales pretendían ser “científicas” y Popper decía no lo eran.

Filósofos de la ciencia posteriores señalaron que tampoco el “falsacionismo” funciona, pues el hecho de que haya n número de casos en que una teoría no funciona  no invalida la teoría misma. La historia de la ciencia había entrado, de este modo, en el terreno de la validez estadística, tan utilizada en la farmacopea y los tratamientos médicos, que nos dicen que tal o cual fármaco o tratamiento médico funciona en el 70%, 50% o 40% de los casos.

Rezos y placebos

Personalmente, como usuario, de poco me sirve saber que un tratamiento funciona en tal o cual porcentaje, si no sé si estaré en uno o en otro lado del tanto por ciento; es un poco como jugar a los dados, abandonarse uno al azar, algo, en fin, tan poco científico.

No voy a extenderme respecto a la filosofía de la ciencia pues no es este nuestro objetivo. Habría entonces que hablar, sobre todo, de la teoría de los paradigmas científicos de Kuhn, si bien, como decimos, no es ese el propósito de este breve artículo.

Feyerabend se dio cuenta de que la ciencia no era algo tan claramente estructurado, sino un fenómeno bien complejo, lleno de factores ideológicos y dinerarios. Vamos, como la humanidad y la vida misma. Nótese que precisamente la filosofía de la ciencia contra lo que más choca es con el escollo del bienestar, la salud, y la curación del ser humano y… de su economía. Por eso Karl Popper y Feyerabend generaron las más importantes convicciones a partir del psicoanálisis, el marxismo y la medicina tradicional china.

¿Cuál es el entonces el asunto? Digámoslo claramente: el bienestar, la salud y la curación de las personas dependen en mucho de los factores psíquicos y espirituales del ser humano. Efectos placebo y nocebo aparte, esto es algo que la humanidad siempre ha sabido y por eso millones de personas rezan y han rezado (a Ganesha o a quien sea) para curarse. Incluso la más tozuda y cientifista de las personas suele acordarse de Santa Bárbara cuando le ve las orejas al lobo, por así decirlo. Y enfrentada con dos de la grandes encrucijada de la vida, que ya señalara Buda: la enfermedad y la muerte, recuerda su dimensión espiritual. Otras personas no, y prefieren morirse científicamente.

Y aquí llega la hora de concretar en qué consiste exactamente el tan traído y llevado “cientifismo”, que de este modo me aventuro a definir: Cientifismo es cuando se coloca la ciencia en lugar de la religión, cosa bastante antigua que ya viene ocurriendo desde los tiempos de Auguste Comte, a mediados del  siglo XIX.

Cruzada ideológica

En resumidas cuentas, esta campaña gubernamental contra las así llamadas “pseudoterapias” no es un asunto científico. De hecho ya se ha visto la poca solvencia científica de la campaña, carente de la objetividad e imparcialidad que la ciencia que merezca tal nombre requieren. Se trata de una cruzada ideológica para convencernos de que la curación de la persona no depende de factores espirituales o psíquicos, sino que los seres humanos en realidad somos como un móvil averiado, un mecanismo roto carente de alma, que lo único que puede hacer para aliviar su mísera condición es tomar pastillas. A mí, desde luego, no podrán convencerme nunca.

Y sí, como ya apuntara Ramiro Calle en sus artículos al respecto, sobre el yoga hay miles de artículos científicos. Incluso de cómo afecta a la práctica del yoga la ingravidez y los efectos de esta sabiduría milenaria sobre los astronautas. Lo cual es un tema apasionante que merecería un artículo entero. Ahí tenemos el famoso caso del astronauta y yogui indio Rakesh Sharma, entre otros.

Señores del gobierno, si quieren conocer estudios científicos sobre los efectos (beneficiosos) del yoga, por favor, usen Google. Es lo que hacemos todos.

Joaquín G Weil es autor del Manual formativo Dominio de las Técnicas Específicas del Yoga (Temario oficial). En breve ofrecerá un Seminario Formativo Teórico-Práctico en Málaga Yoga adaptado y apoyos para la práctica de las asanas. El correcto uso de los utensilios de yoga.