Ambos dejaron sus trabajos de ingenieros para volcarse en el yoga, y eligieron el de B. K. S. Iyengar, su admirado maestro. Ahora proponen un curso para que los estudiantes aprendan a practicar en casa, de forma constante y segura, secuencias completas con sus adaptaciones.
Foto: Julio y Olga con su hija en la India
Profesores de yoga Iyengar y practicantes desde 1988 y 1993 respectivamente, ambos son ingenieros, de telecomunicaciones Julio y forestal Olga, profesiones que abandonaron para dedicarse al yoga. «Entendimos desde el principio esta disciplina también como una materia que requería de estudio y trabajo constantes».
Actualmente Julio Gallego está trabajando en un proyecto de investigación en colaboración con la facultad de Medicina de la UCM y el departamento de Ingeniería Biomédica de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicaciones: “Yoga Iyengar y estrés en deportistas de élite”, basado en mediciones eléctricas cerebrales. Esa escuela técnica es la primera facultad universitaria que tiene una sala exclusiva para la práctica de yoga, completamente equipada, donde Julio y Olga estuvieron dando clase a catedráticos y profesores de la escuela.
Gracias a esta trayectoria pudieron fundar la Escuela profesional de yoga “Luz sobre el yoga”, ubicada en Aravaca (Madrid), con el objetivo, actualmente logrado, de tener alumnos entre 5 y más de 80 años de edad. Su práctica regular unida a los continuos viajes al Instituto de Pune (India), les han proporcionado las herramientas necesarias para adaptar la práctica del yoga a las necesidades de cada grupo y a determinadas patologías.
P: Ambos procedéis del mundo del deporte, que realizasteis de forma bastante intensa, ¿no es así?
R: Sí, el hecho de que el proyecto de investigación se centre en deportistas y que fomentemos entre ellos la práctica del yoga no es una casualidad. Los dos tuvimos una juventud en la que el deporte era nuestra prioridad: esquí, escalada, tenis, carrera como parte del entrenamiento diario, alta montaña en vacaciones… Estas prácticas no abarcaban todo lo que estábamos buscando, y descubrimos que a medida que el cuerpo se fortalecía se iba reduciendo nuestra flexibilidad. Fue desde esta observación individual desde donde ambos terminamos en el yoga.
Actualmente estáis involucrados en un nuevo curso original: formación de practicantes de yoga Iyengar. ¿A que se debe este giro en vuestra propuesta, que fue inicialmente la de formar profesores?
Hace ya más de un año sacamos una propuesta que nos pareció muy interesante en colaboración con la facultad de Medicina de la UCM para formar profesores con el certificado de profesionalidad. Si bien es cierto que ha despertado gran curiosidad, con cerca de 200 personas interesadas, nos hemos encontrado con que dentro de este amplio grupo no hay un número sólido de personas dispuestas a dedicar un tiempo diario a la práctica en casa y entender que un profesor de yoga debe ser primero un practicante disciplinado, debe experimentar primero los cambios en su propio cuerpo antes de trabajar con el cuerpo de otros. Cada día hay más cursos de formación, pero tenemos referencias de que no se exige esta práctica previa y que durante el periodo de formación no se les enseña a practicar en casa. Ese ha sido el detonante principal para esta nueva propuesta.
¿Puede tener riesgo este tipo de enseñanza por parte del profesor sin práctica?
Desde nuestro punto de vista, esta forma de enseñar entraña graves riesgos, pero no sólo para los alumnos, como se puede pensar en un primer momento por esta falta de experiencia. Tenemos dos aspectos claros. Por un lado, el alumno se encuentra ante un profesor que no ha profundizado en las indicaciones que está dando a sus alumnos; por ello es muy probable que, ante limitaciones concretas o casos de rigidez, el profesor no sepa cómo actuar y qué posturas intermedias preparan al alumno para abordar seguro el avance. Si no trabaja el profesor sobre series seguras, es probable que al alumno le introduzca antes de tiempo movimientos que fuercen su cuerpo, con el consiguiente riesgo de lesiones.
Por otro lado, hay un aspecto que pocos profesores consideran. En el momento de enseñar un profesor sincero debe poner una dosis grande de energía para hacer avanzar al alumno; esto le supone un desgaste principalmente energético que debe compensar con su práctica personal. Nuestro maestro B .K. S. Iyengar recomendaba a los profesores practicar diariamente el mismo número de horas que las dedicadas a enseñar. Esto significa que si damos un día tres o más clases, deberíamos en ese caso tener una práctica personal de 4,5 horas para compensar. La dosificación en este sentido es fundamental si queremos mantener nuestra salud a largo plazo. Las posturas invertidas son la principal fuente de recuperación de un practicante de yoga. Sirsasana y sarvangasana son sus pilares. Teniendo en cuenta que para prolongarlas se requiere una práctica regular de posturas de pie, podemos resumir que se deben conocer y practicar las secuencias completas.
Puesto que el yoga es una disciplina práctica, ¿estos argumentos no deberían ser de sentido común?
Sí, pero por desgracia, según reza el dicho, el sentido común es el menos común de los sentidos. Y claramente en yoga nos estamos encontrado con esta enorme contradicción. En cualquier disciplina, música, danza, pintura, escultura, sin dominar la materia jamás nos plantearíamos la enseñanza. Pero en yoga viene primero hacerse profesor, está de moda, y muchos piensan que es una alternativa al difícil mercado laboral.
El yoga es un camino de transformación personal, y la enseñanza debería surgir como un fruto de esa satisfacción con uno mismo y de esas ganas de compartir los logros con otros y que sean capaces de experimentar esa felicidad que vamos conquistando física y mentalmente.
Así pues, ¿con vuestro planteamiento queréis conseguir practicantes de yoga?
Exactamente. El objetivo de este curso de 600 horas (de las cuales presenciales son 60) es que los alumnos adquieran los hábitos de práctica de forma autónoma, y para ello van a estar cada dos semanas supervisados por nosotros en sesiones de 3 horas de duración. El resto del tiempo deberán contar con la disposición de sacar en casa sesiones de un poco más de 2 horas de duración 5 días a la semana en las que realizarán las series marcadas. Este es el proceso por el que pasan los profesores de Yoga Iyengar y consigue asentar un hábito que luego nos acompañará toda la vida con los consiguientes beneficios.
Para poder garantizar esta regularidad debemos conocer las adaptaciones, tanto en las series como en posturas concretas, cuando nos encontremos con algún problema, ya sea alguna pequeña molestia o el caso de las mujeres cuando se encuentran en periodo de regla. Estas adaptaciones hacen posible la practica ininterrumpida. La única excepción para un practicante de yoga es tener fiebre; sólo en ese caso el cuerpo debe estar en absoluto reposo.
Curso de formación de Practicantes de Yoga Iyengar
Organiza: Escuela Profesional de yoga Luz sobre el yoga
Fecha inicio: 26 enero – 21 diciembre 2019
Lugar: Camino de la Zarzuela 11, 2 izda.
Más información: https://www.instruccionenyoga.es/